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Los 30.000 guardianes de Navalny

Los voluntarios repartidos por toda la Federación registran las irregularidades en su web para después llevarlas ante la Justicia.

El opositor liberal ruso y líder de la lucha contra la corrupción es maquillado antes de una entrevista durante las elecciones presidenciales, a las que no le permitieron presentarse como candidato
El opositor liberal ruso y líder de la lucha contra la corrupción es maquillado antes de una entrevista durante las elecciones presidenciales, a las que no le permitieron presentarse como candidatolarazon

Los voluntarios repartidos por toda la Federación registran las irregularidades en su web para después llevarlas ante la Justicia.

La oficina central de Moscú de la campaña extraoficial de Alexei Navalny es un pequeño local al sureste de la capital desde donde llevan meses organizándose para monitorizar las elecciones de ayer. Unos veinte voluntarios, allí nadie cobra por hacer de observadores, coordinan a los más de 3.000 jóvenes (la mayoría ronda los 30 años) que hay repartidos en toda la región de Moscú así como los 30.000 que se han desplazado por la totalidad del territorio ruso. Todos ellos han sido debidamente aleccionados, formados y documentados para hacer su labor sin que sean vetados por el Kremlin. Por ejemplo, Valery Vokmin acudió a última hora del sábado a recoger los papeles que le acreditaban como «vigilante» y a primera hora de ayer puso rumbo a Podolsk, al sur de la región de Moscú, para tomar buena nota de cualquier irregularidad en los colegios y comunicársela a sus superiores.

Sergey Boyko, director de la sede central de la «campaña» de Navalny, no ha podido concurrir a las elecciones como candidato presidencial tras ser acusado de malversación y, por lo tanto, inhabilitado políticamente. «Trabajamos sin descanso. Desde primera hora hemos estado recibiendo fotografías, vídeos y documentación que demuestra que se han producido numerosos casos de fraude», explica Boyko al tiempo que recibe una nueva grabación que comenta con una compañera. En esas imágenes se ve como un hombre recibe en la propia mesa electoral un puñado de hojas de votación para, a continuación, depositarlas una a una en las urnas. El señor se pone de espaldas a las cámaras para evitar que se vea el instante en el que las va introduciendo. Sin embargo, abandona el recinto sin ninguno de los papeles y sin que nadie le llame la atención. «Mira éste otro vídeo», apunta el director de la oficina. «En el colegio 1965 se observa cómo las urnas no están selladas», dice.

Este tipo de grabaciones fueron las que en las elecciones de 2012 supusieron el origen del estallido social que impulsó a miles de personas a salir a las calles para denunciar el fraude electoral y que puso en serios apuros a Putin. Entonces se produjeron arrestos masivos que han continuado hasta hoy. De hecho, el propio Boyko a finales de enero fue detenido por colgar un tuit que no gustó al Kremlin. «Solamente propuse un encuentro a través de Twitter, me acusaron de alentar las protestas y llamar a la rebelión. Estuve dos semanas en la cárcel. Así que aquí miedo ya no le tenemos a nada», comenta sonriente.

«Aquí no tenemos miedo»

Todas las tareas de recogida de irregularidades las hacen a través de canales de Telegram o en su web. Una vez hayan recopilado toda la información lo pondrán en conocimiento de la Justicia. «A veces han anulado el resultado los votos de ciertos colegios pero aún así no ha servido de mucho». Tras unas semanas de silencio en las calles, no descartan volver a salir si sus informantes recaban el suficiente número de irregularidades. De hecho, ayer, el propio Navalny denunció no sólo las infracciones que se estaban cometiendo durante la jornada, sino que también acusó a los candidatos opositores de callar ante la injusticia que se estaba viviendo. Anna Klepsova, una de las voluntarias, escucha lo que cuenta su jefe y añade que lo que está haciendo su equipo con el liderazgo de Navalny es «mostrar al mundo lo que hace Putin». «No quiere nuestro bien, sólo Navalny desea que nuestro país sea mejor y los ciudadanos más ricos, evitando así que sean los oligarcas amigos de Putin los que sigan haciendo dinero», subraya. Ella no ha ido a votar porque no había candidatos «reales». Secundó el llamamiento al boicot que tanto ha sido criticado incluso por los opositores legales u «oficiales» como les llaman en el cuartel general de Navalny. «Son una farsa, no ha habido debate, no se puede confiar en ellos», dice Anna, que añade que si mañana son llamados a salir a la calle por la manipulación electoral no le temblarán las piernas. Su lucha no ha terminado, es más, al cierre de esta edición continuaban recibiendo datos de incidencias y un mensaje publicado por Navalny al conocerse los resultados daba buena cuenta de que no permanecerán callados. «Intenté no gritar, pero no me salió», afirmó.