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Los halcones de la UE aprovechan la debilidad de Merkel

Donald Tusk reconoce el riesgo de cierre de fronteras entre los países europeos. Varios socios firman acuerdos voluntarios ante la imposibilidad de un pacto a veintiocho.

Los halcones de la UE aprovechan la debilidad de Merkel
Los halcones de la UE aprovechan la debilidad de Merkellarazon

Donald Tusk reconoce el riesgo de cierre de fronteras entre los países europeos. Varios socios firman acuerdos voluntarios ante la imposibilidad de un pacto a veintiocho.

Mirentxu Arroqui- Angela Merkel ha claudicado. La canciller que marcó el paso con mano de hierro durante la crisis del euro ha fracaso estrepitosamente en la gestión de los flujos migratorios. Ante la variedad de enemigos, internos y externos, todo indica que el ala dura ha ganado la partida y ha enterrado de forma definitiva las tesis defendidas por la canciller. Los líderes europeos se reunieron ayer en la capital comunitaria con dos puntos de acuerdo: la necesidad de blindar las fronteras y la puesta en marcha de centros de desembarco de migrantes en los países africanos. Ya nadie aspira al sistema de reparto a través de cuotas obligatorias ni a abrir las fronteras, tal y como sucedió en los peores momentos de la crisis de 2015.

Pero la canciller tuvo en la cumbre de ayer a un antagonista que no quiso que el encuentro se limitara tan sólo a hablar de plataformas de desembarco en África. Aunque el Ejecutivo populistas de Giuseppe Comte apoya la propuesta, considera que no es factible a corto plazo. Al cierre de esta edición, el encuentro no había terminado, pero tomaba cuerpo la iniciativa de poner en marcha centros de refugiados en suelo europeo de manera voluntaria y sin que la presión recayera en su totalidad en los países de llegada. Según confirmaron fuentes diplomáticas italianas, Italia y Francia ultimaban un plan, aunque los países del Este amenazaban con vetarlo.

Aunque pueda parecer paradójico, para el presidente permanente del Consejo, el blindaje de fronteras es la única manera de conjurarse contra los populismos que acechan al proyecto de integración europeo. «Algunos pueden pensar que soy muy duro en mis propuestas, pero créanme, si no las acordamos, entonces se verán algunas propuestas realmente duras de algunos tipos realmente duros», aseguró Donald Tusk antes de que hubiese comenzado la reunión. Como si quisiera darle la razón, ayer el grupo de Visegrado formado por Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, no dio tregua. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, calificó la llegada de migrantes como invasión y dejó clara la doctrina del Este: «Haremos lo que la gente realmente pide: no más migrantes dentro de la UE y los que hay enviarlos de vuelta».

Como advertencia, Tusk también quiso dejar claro que «la alternativa a esto sería un avance caótico hacia el cierre de las fronteras, también dentro de la UE, así como conflictos crecientes entre Estados miembros de la Unión Europea», en un alusión al ultimátum a Merkel. La canciller está siendo chantajeada por su ministro del Interior, Horst Seehofer, quien amenaza con cerrar las fronteras y devolver a todos los demandantes de asilo que quieran entrar en territorio alemán tras haber tramitado sus solicitudes en los países de entrada. Si no hay solución europea, el Ejecutivo germano peligra ya que esta cartera depende del socio bávaro de Merkel. La UE no puede permitírselo en plenas negociaciones del Brexit y en medio de una guerra comercial con EE UU que podría subir de tono.

Ante el fracaso de su discurso, la pragmática Merkel llegó a la capital comunitaria con el propósito de salvar los muebles y volver a casa con acuerdos bilaterales o trilaterales para evitar denominados los movimientos secundarios. Como ligero alivio, Grecia y Francia parecen dispuestos a limitar los movimientos en sus territorio y la delegación alemana negociaba ayer contrarreloj para conseguir más avances con más países. Ante la falta de acuerdos, el peligro reside en que un efecto dominó de cierre de fronteras internas derive en el fin del espacio Schengen.

«Italia no necesita más palabras sino hechos concretos», aseguró a su entrada al encuentro Comte, a la vez que amenazaba con bloquear al texto de la cumbre. Con estas declaraciones, Comte no iba de farol: los buques siguen llegando a Italia y Roma está dispuesta a mantener el pulso. La delegación italiana no sólo amenazaba con no suscribir el texto dedicado a la migración sino que también decidió apostar el todo por el todo y bloquear el resto de temas en asuntos como defensa y comercio. «Nada está acordado hasta que todo lo esté», aseguraba una fuente diplomática italiana, repitiendo la vieja sentencia tan presente en las negociaciones comunitarias.

Roma, en una estrategia que resulta muy similar a la de Merkel, abogaba ayer por institucionalizar el modelo creado tras el desembarco del buque «Aquarius» en Valencia y el «Lifeline» en Malta. En el último caso, Malta aceptó el desembarco después de conseguir que ochos países europeos se repartieran de manera voluntaria los 230 migrantes. El Ejecutivo de Conte es consciente del fracaso del sistema de cuotas, boicoteado por los países del Este y, por eso, ayer aspiraba a perpetuar estos acuerdos entre países voluntarios y que esta posibilidad aparecieses negro sobre blanco en el texto de conclusiones de la cumbre que concluye hoy.