Internacional

Los tentáculos del clérigo Gülen no tienen fin

La cofradía fundada por este imán turco, al que Erdogan acusa del golpe militar, ha controlado los resortes del poder en el país durante décadas

El imán Fetulah Gülen, en su casa de Pensilvania, en Estados Unidos, donde vive autoexiliado desde 1999
El imán Fetulah Gülen, en su casa de Pensilvania, en Estados Unidos, donde vive autoexiliado desde 1999larazon

La cofradía fundada por este imán turco, al que Erdogan acusa del golpe militar, ha controlado los resortes del poder en el país durante décadas

Han pasado dos semanas desde que los islamistas frenaron el golpe de Estado contra el Gobierno turco y la sociedad conservadora continúa alzando su voz al grito de Allah’u Akbar. Las calles permanecen teñidas de rojo, el color nacional. En medio de una masa humana se avista un muñeco ahorcado en una farola. Es blanco de la ira. Es Fetulah Gülen, el clérigo suní contra quien clama venganza el pueblo turco.

Sobre él recae el dedo acusador de haber orquestado el golpe de Estado contra el Ejecutivo el pasado 15 de julio. Desde su exilio, en Estados Unidos, dirige la mayor cofradía islamista del país, conocida como Hizmet –El Servicio- y comparada con el Opus Dei o el calvinismo en Occidente.

Desde que en 1958 Gülen comenzara su carrera como imán en la kemalista localidad de Esmirna, sus doctrinas se han expandido entre piadosos y oprimidos. Durante los años 70, la versión gülenista del nursismo fue catapultada desde los colegios preparatorios conocidos “dershane”, la principal fuente de ingresos para la cofradía. Allí, los niños más brillantes adquieren la mejor educación del país, mientras que en las casas del grupo los sermones del predicador se distribuyen en cintas de audio. En estos hogares, una persona al que todos llaman “hermano mayor” ‘abi’ (‘abla’ en las residencias femeninas) se encarga de supervisar la educación espiritual y social de los miembros del Hizmet. Además, a los más involucrados con la cofradía también se les enseña cómo comportarse cuando hay extraños delante y cómo reclutar a nuevos miembros, la mayoría de ellos, provenientes de una clase social media-baja. Especialmente en estos años, la condición de necesidad jugó un rol importante para la cofradía, que aseguró, mediante un sistema educativo gratuito y una red de favores, la lealtad de sus miembros que en la década de los 70 emigraron del campo a la ciudad.

Tras tres golpes de Estado, los años 80 fueron benevolentes con los movimientos islamistas. El general Kenan Evren relajó las estrictas normativas seculares que hasta entonces habían imperado en Turquía. En esta etapa, el movimiento gülenista concentró su poder en torno al sector educativo, llegando a tener presencia en más de 100 países, aunque también invirtió en los sectores textil, editorial, alimenticio y de la comunicación, bajo el conglomerado Kaynak Holding. El periódico Zaman ha sido durante años el de mayor tirada del país, hasta el Gobierno lo cerró tras la asonada junto a otros 130 medios.

Los seculares, los enemigos de antaño

La internacionalización del movimiento se produjo a la par que la alianza interesada con el Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP), que lidera el Gobierno. Los islamistas-conservadores tenían por entonces un enemigo común: los seculares.

La sólida relación entre Gülen y Erdogan, pese a pertenecer a escuelas coránicas diferentes, evolucionó durante el siglo XXI y juntos colaboraron para evitar acontecimientos como el golpe de Estado de 1997 contra el Gobierno islamista de Necmettin Erbakan. Durante estos años, los gülenistas asumieron numerosas posiciones de poder en la judicatura y la policía y ocuparon altos puestos en las instituciones públicas. En 2008, Gülen y Erdogan trabajaron unidos en la trama judicial Ergenekon, en la que altos cargos militares, periodistas y políticos fueron encausados por supuestamente querer derribar al Estado. En el último año todos los casos han sido rechazados y se ha demostrado que Ergenekon más bien fue una farsa.

Sin embargo, las relaciones entre Gülen y Erdogan comenzaron a debilitarse en 2011, una vez los kemalistas dejaron de suponer un riesgo para el Ejecutivo turco. Ambos líderes se convirtieron en enemigos políticos. En esta etapa los fiscales gülenistas sacaron del hospital al mismo Erdogan, quien estando aún convaleciente tras someterse a una intervención quirúrgica salió al paso para evitar que los jueces del Hizmet juzgaran al director de la inteligencia turca (MIT) por las negociaciones entre la agencia y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán ( PKK), conocidas como conversaciones de Oslo.

El jefe de la Turquía neoislamista

En 2013, el Hizmet ayudó además a destapar el mayor caso de corrupción del Estado turco, que salpicó directamente al Gobierno de Erdogan y a su familia. Gülen, o “Hocaefendi”, como le denominan sus seguidores, se convirtió en la cabeza visible de la leyenda conspiratoria de la construcción del Estado Paralelo. “La gente ha tenido sospechas de la existencia del Estado Paralelo, algo que se reafirmó en septiembre de 2013. Sin embargo, después del Golpe militar del 15 de julio, nadie duda de su existencia”, afirma Ahmet Faruk Unsal, director de la ONG Mazlumder, una de las más prestigiosas de Turquía.

Erdogan, el líder de la Turquía neoislámica, combate desde entonces a la organización, considerada “terrorista” por las autoridades turcas. “Si Estados Unidos tiene en consideración sus propios intereses, no apoyará a Gülen. No representa los intereses del país, su retórica no es conciliadora, ni tolerante”, afirma Unsal, quien desde su ONG luchó por los derechos de los musulmanes en Anatolia.

Tras la asonada, Ankara ha solicitado públicamente y en reiteradas ocasiones la extradición del clérigo desde Estados Unidos. Pero los representantes de Washington han recordado que “no extraditarán al clérigo a no ser que Turquía presente evidencias de su implicación en el golpe”. Según apunta Unsal a LA RAZON: “Si deportan a Gülen, el Hizmet desaparecerá, si no su poder disminuirá pero seguirá creciendo en el extranjero”.

Además, el Gobierno ha llevado durante estas semanas una purga de más de 60.000 personas, entre funcionarios, profesores de escuelas privadas, decanos de universidad, periodistas y personal médico. “Lo peor de todo es que muchas de esas personas no han participado en el golpe, ni han tenido intención política alguna. Han sido apartados de las instituciones públicas y no van a poder encontrar trabajo en el sector privado”, señala Unsal. La “gran limpieza”, como la ha calificado el presidente, pretende “erradicar el virus del gülenismo”, que es considerado más peligroso que el terrorismo en un país que clama por la deuda la sangre y pide el retorno de la pena capital.

El predicador influyente y moderado de Turquía

A sus 75 años, la sombra de Fetulah Gülen es alargada. Considerado el enemigo número uno del Estado turco, poco queda de la buena fama del que fuera uno de los intelectuales más poderosos del mundo. Así lo calificaron las revistas ‘Prospect’ y ‘Foreign Policy’ en 2008. Mientras que la revista Times le consideró en 2013 como una de las 100 personas más influyentes del mundo. Procedente de la conservadora provincia de Erzurum, situada al este del país, el pausado carácter anatolio impregna los discursos del predicador, que dirige la mayor cofradía islamista de Turquía.

Nacido en el seno de una familia religiosa, en un momento en el que la sociedad se encontraba inmersa en una secularización a todos los niveles, Gülen decidió seguir los pasos de su padre. En sus comienzos, en 1958, trabajó como imán en la kemalista Esmirna, al oeste de Turquía. Allí consiguió congregar a una importante comunidad de fieles que seguirían su estela y la de Said Nursi durante los años 70. Nursi es considerado uno de los teólogos más relevantes de comienzos del siglo XX, y que fue fuente de inspiración para el movimiento, de marcado carácter sufí y tradicionalista.

La época de los 80 fue la de los años dorados para el clérigo. Gülen consiguió establecer lazos con los principales partidos conservadores. Además, su comunidad se convirtió en esta década en la cofradía musulmana más importante del país. Sin embargo, duros años volverían a caer sobre los musulmanes.Tras la asonada militar de 1997, Ankara condenó al ostracismo a los ortodoxos musulmanes que se encontraban en el poder. En 1999, desde su exilio autoimpuesto, el teólogo se asentó en Saylorsburg, un pequeño pueblo de la localidad de Pensilvanía, donde se encuentra el centro de culto y de retiro del movimiento, el “Golden Generation”.

Antaño aliado del Gobierno, este anciano, que se califica así mismo como un ermitaño, representa los males para una Turquía liderada por el presidente, Recep Tayyip Erdogan, que ha culpado a Fetullah Gülen -FETO como le denominan despectivamente- de dirigir una trama conspiranoica contra el actual Gobierno. Gülen, quien defendiera férreamente la democracia en Turquía en 1994 y abogara por el diálogo interreligioso no conserva ninguna oportunidad para la redención en un país que se ha unido contra un enemigo común: El gülenismo.