Internacional
Macron activa el deshielo de la Unión Europea con Putin
A cinco días de la Cumbre de Biarritz, recibe al presidente ruso en el fuerte de Brégançon, donde defiende una Europa que «va desde Lisboa a Vladivostok».
A cinco días de la Cumbre de Biarritz, recibe al presidente ruso en el fuerte de Brégançon, donde defiende una Europa que «va desde Lisboa a Vladivostok».
Emmanuel Macron inicia el curso político lanzado en la escena internacional con una gran semana que ha arrancado con la visita de Vladimir Putin a su residencia de verano a orillas del Mediterráneo, el fuerte de Brégançon, que continuará el jueves recibiendo en el Elíseo al británico Boris Johnson con el reto del desenlace del Brexit en el horizonte más cercano y que concluirá este próximo fin de semana con la cumbre del G-7 en Biarritz. Una semana de la que el mandatario francés espera su propio relanzamiento en la esfera internacional después de que el ímpetu inicial de su quinquenio quedara descafeinado con la gran crisis política interna de los «chalecos amarillos» que marcó el curso pasado y que obligó al mandatario galo a replegarse en su complicada encrucijada interna.
Con una canciller alemana, Angela Merkel, en fase de retirada, Macron pretende su relanzamiento en el liderazgo europeo en el curso que comienza y para ello Rusia puede ser la pieza angular. El objetivo prioritario es «rearrimar Rusia a Europa», según expresó el propio presidente galo en la conferencia de prensa realizada junto a Putin desde Brégançon ayer por la tarde y en la que ambos mandatarios esbozaron un inicio de deshielo tras años de tensiones. Una vez más, Macron ha intentando el difícil equilibrio diplomático de mano tendida con guante de seda y verbo frontal sin ocultar diferencias. «No vamos a arreglar todos los malentendidos creados con Rusia hoy mismo», reconoció el mandatario francés trufando a la vez su discurso de varias referencias culturales y filosóficas que históricamente han aproximado Rusia a Occidente. Muy al estilo Macron. De hecho, ambos rescataron aquella famosa idea de De Gaulle de que Europa se extiende «desde el Atlántico hasta los Urales». «Yo creo en esta Europa que va de Lisboa a Vladivostok», dijo el inquilino del Elíseo, que pretende que Rusia se reintegre al juego de las potencias occidentales tras un lustro de grandes divergencias marcadas como punto de partida por Ucrania y que ha tenido por consecuencia que Moscú haya ido privilegiando sus lazos con China. No en vano, la reunión se ha celebrado cinco días antes de la cumbre del G-7 en Biarritz, a la que Rusia no está invitada desde la anexión ilegal de Crimea en 2014.
Sin embargo, el ejercicio de reincorporar a Rusia al tablero occidental como necesidad futura de Europa no parece exento de riesgos en tanto y cuanto supone conjugar el diálogo con Putin con la defensa de valores democráticos por parte de unas democracias liberales a las que el mandatario ruso tacha de «obsoletas». La última vez que lo hizo fue hace tan solo dos meses en las páginas del «Financial Times».
Macron y Putin han cenado con sus equipos constatando divergencias y convergencias en diversas crisis internacionales, pero poniendo el acento en sus puntos de acuerdo. Atrás quedaron los reproches de París a Moscú por su respaldo financiero al populismo nacionalista de diverso pelaje en Europa o por intentar dar trampolín mediático con falsedades que pudiesen dañar la imagen de Macron, especialmente durante los momentos más álgidos de la crisis de los «chalecos amarillos» a finales de 2018.
Putin, sin embargo, no evitó citar a los «chalecos» para defenderse de las críticas, formuladas por París, sobre la exclusión de candidatos en las elecciones municipales de Moscú y el trato a los manifestantes.
Dentro de la agenda de puntos que los aproximan: la emergencia climática de la que Macron pretende convertirse en abanderado internacional e Irán, donde París y Moscú coinciden en la defensa del acuerdo nuclear de 2015 ante la retirada de EE UU y la voluntad iraní de eludir parte de los compromisos. Sobre los asuntos que más los distancian, como Ucrania y Siria, menos insistencia en palabras más allá del ofrecimiento del presidente galo de una cumbre sobre Ucrania en las próximas semanas para relanzar los acuerdos de Minsk. Respecto a Siria, Putin ha subrayado ante su homólogo francés que respalda las incursiones del Ejército sirio en Idlib, en el noroeste de Siria, pese a que esto haya implicado una ruptura del alto el fuego. «Ha habido varias tentativas de atacar nuestra base aérea desde esa zona, por eso apoyamos los esfuerzos del Ejército sirio que buscan poner fin a esa amenaza terrorista», defendió. El Ejército sirio anunció el 5 de agosto el fin del alto el fuego decretado cuatro días antes en la provincia de Idlib, último bastión insurgente del país, y que estaba condicionado a la aplicación del acuerdo de Sochi sellado en septiembre de 2018, que nunca fue respetado del todo. «Es imperativo que el alto el fuego sea respetado», replicó Macron.
Lo cierto es que, pese a sus desencuentros, el diálogo entre Macron y Putin nunca se ha interrumpido desde la primera reunión en Versalles, en mayo de 2017, pocos días después de que el francés llegase al poder. Después Macron visitó San Petersburgo y Putin regresó a París en noviembre de 2018 para la conmemoración del final de la Primera Guerra Mundial. El fuerte de Brégançon supone una nueva etapa en la que se quieren dejar de lado los reproches del pasado.
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