Reforma laboral
Macron afronta su prueba de fuego
Los sindicatos ferroviarios lanzan hoy un pulso al presidente con una huelga intermitente hasta junio a la que se ha sumado Air France.
Los sindicatos ferroviarios lanzan hoy un pulso al presidente con una huelga intermitente hasta junio a la que se ha sumado Air France.
La primera gran prueba de fuego del quinquenio de Emanuel Macron llega a partir de hoy. Algunos en Francia ya la han bautizado como la «primavera social» inspirándose, caprichos del calendario, en el medio siglo que se cumple de aquel histórico 1968. Nadie sabe a ciencia cierta si el pulso que el Gobierno galo va a librar con los sindicatos durante los próximos meses va a erosionar al joven presidente de la República o si, por el contrario y como ha pasado en sus primeros meses de mandato, va a desactivar aún más una frágil unión sindical frente a las reformas del Ejecutivo.
La ola de huelgas se promete intensa y arranca hoy con un símbolo histórico: la compañía pública de ferrocarril, la SNCF, que ya ha aconsejado a los cuatro millones y medio de usuarios diarios que no tomen el tren entre hoy y el jueves por la mañana. Se trata de la primera fecha de huelgas intermitentes de dos días de cada cinco semanales que suman un total de 36 jornadas desde ahora hasta finales de junio. Un sistema novedoso con el que los sindicatos pretenden plantar cara a la profunda reforma que el Gobierno del primer ministro Édouard Philippe quiere llevar a cabo en su sector.
Desde hoy se espera que sólo estén operativos el 12% de los trenes de alta velocidad, otros tantos de los de largo recorrido Intercity y el 20% de los regionales. Las líneas ferroviarias internacionales Thalys, que viaja a Ámsterdam y Bruselas, entre otras ciudades, y Eurostar, que opera con Londres, funcionarán con menos problemas, pues la compañía asegurará el 90% y el 75%, respectivamente.
Macron no es el primero que lo intenta y es muy consciente de que ya otros salieron escaldados en el intento de reformar este fortín reacio a los cambios. Fue el caso del conservador Alain Juppé en 1995 como primer ministro, que tuvo que acabar por abandonar sus planes. El desafío es tal que varios responsables políticos y sindicales se han atrevido a hacer la comparativa de esta batalla como la que libró Margaret Thatcher en Reino Unido en 1984 contra los mineros. Desde la izquierda apuntan que la estrategia del presidente es clara: empezar por el sector más combativo y organizado, el de los ferroviarios, con la intención de jugárselo todo desde el principio con el rival más duro de roer.
El plan del Gobierno contempla suprimir, para los nuevos contratados, las actuales ventajas laborales de los ferroviarios, detalladas en el estatuto de los maquinistas y pasarán a regirse por el derecho laboral de todos los franceses. El estatuto específico de este sector garantiza un empleo vitalicio y pauta la progresión profesional en la empresa, permitiendo una jubilación diez años antes que el resto de los trabajadores, entre los 50 y los 55 años.
La SNCF tiene unos 160.000 empleados, de los cuales unos 140.000 se benefician de dicho estatuto. La deuda de la compañía se eleva a los 45.000 millones de euros, en buena parte por las costosas inversiones de los últimos años en sus proyectos de alta velocidad. A cambio, el Gobierno estudia la financiación para mantener las pequeñas líneas, poco rentables, pero que conectan el territorio, especialmente las áreas rurales. Esa función de vertebrar Francia es lo que da una enjundia especial a esta reforma. Los sindicatos temen que si el Ejecutivo gana esta partida, tendrá manos libres con el resto de sus proyectos reformadores. Pero para ello necesitan ganar la batalla de la opinión pública, tan importante en este caso. Y ahí ha estado hasta ahora la carta ganadora bajo la manga de Macron: una mayoría de franceses, a diferencia de los años 90, considera ahora necesaria la reforma. Un 53% de los franceses, según el último sondeo de IFOP, considera injustificada la huelga.
Al paro de los ferrocarriles se une una nueva protesta de los trabajadores de Air France también hoy. La protesta, que tendrá una réplica el próximo 7 de abril, es en petición de un aumento salarial mayor que el previsto por la compañía, que ha asegurado que tiene la intención de operar pese a todo el 75% de sus vuelos programados, aunque ya anuncia la posibilidad de perturbaciones. Una situación que sumada a la de los trenes va a poner patas arriba todos los transportes este martes en Francia.
Pero los profesionales de los transportes no van a ser los únicos protagonistas de esta «primavera social» que se avecina en Francia. Los empleados de la limpieza, del sector de la energía y varios movimientos estudiantiles, contrarios a una nueva ley que modifica el acceso a la universidad mediante un sistema de selección, también van a sumarse durante la semana en contra de la agenda reformadora de Macron, que tiene en mente otras grandes transformaciones como la de la radio televisión pública para el año que viene.
Para la mayoría de analistas la estrategia presidencial es clara: aprovechar su tirón y legitimidad electoral para dar impulso a todas sus reformas durante sus primeros años de mandato. Le ayudan en la tarea la debilidad de la oposición, con graves crisis internas en el resto de partidos, y la desunión sindical. La batalla del ferrocarril marcará sin duda las cartas para el resto de la legislatura y probablemente, el futuro político del propio Macron.
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