Restringido
Martin Schulz: «España y ningún otro país pueden compararse con Grecia»
Entrevista al presidente del Parlamento Europeo
Para el socialdemócrata alemán y presidente del Parlamento Europeo «es comprensible que los partidos populistas europeos traten de sacar el máximo rendimiento al éxito de Syriza»
Europa enfrenta un año complicado. No sólo necesita poner solución a su frágil situación económica o a la amenaza del terrorismo, sino que debe promover grandes esfuerzos de diálogo y entendimiento con partidos nuevos, como Syriza en Grecia, con el objetivo de que Europa siga unida. El presidente del Parlamento marcaba su protagonismo esta semana al ser el primer presidente de una institución europea en viajar a Atenas y entrevistarse con el primer ministro griego, Alexis Tsipras. Después de su visita, Schulz reunía en Estrasburgo a la canciller Angela Merkel y al presidente de Francia, François Hollande, para transmitirles sus primeras impresiones.
–Tras su viaje a Atenas, ¿se puede decir que se abre un periodo de negociación con el nuevo Gobierno heleno sobre la deuda? ¿Qué límites o líneas rojas hay en el diálogo?
–La visita que realicé a Atenas el jueves pasado me da razones para ser moderadamente optimista. La situación es difícil, nos esperan conversaciones duras y difíciles, pero hay espacio para el compromiso. La situación es frágil, pero no está exenta de oportunidades. Mi entrevista con el nuevo primer ministro griego fue abierta, franca y respetuosa y hubo una clara voluntad de entender el punto de vista del otro. Estuvimos de acuerdo en algunas cosas, como que la principal preocupación deben ser las reformas estructurales, como la lucha contra la evasión fiscal y el fraude o la lucha contra los privilegios y el clientelismo. Y no estuvimos de acuerdo en otros temas. Mi impresión fue que Tsipras está de acuerdo en que ser jefe de Gobierno, con responsabilidad hacia todo el país, es otra cosa que ser el líder de un partido de la oposición. Sólo el compromiso permitirá lograr resultados. Las decisiones unilaterales para decir simplemente «no» no conseguirán nada. Sin embargo, no estoy seguro de que esta visión sea compartida por todos los miembros de su Ejecutivo y dentro de su partido. Si hay líneas rojas no son económicas sino políticas. Cada socio, si miramos a los estados miembros, Grecia, la Unión Europea o las instituciones internacionales, tiene que tratar al otro con respeto y equidad, entendiendo que nuestra cooperación es parte de la solución y no parte del problema y que este diálogo se produce entre gobiernos democráticos legítimos. Una de las palabras clave en las próximas semanas será de hecho «compromiso». Ambas partes necesitarán mostrar un espíritu constructivo y estar listas para escuchar y entenderse. No creo que sea el momento para que los políticos especulen qué considerará cada parte como sus líneas rojas y en qué deberían estar dispuestos a ceder. Aún menos es el momento para que desde cualquiera de las partes se busquen titulares altisonantes y se fomente la pura retórica.
–¿Tendrá consecuencias para la unidad y la economía de la UE el nuevo Gobierno de Grecia?
–Nuestro lema es «Unidad en la Diversidad». Podría sonar y parecer un tópico, pero estar a la altura de este eslogan es el objetivo de Europa. Necesitamos ser capaces de alcanzar una síntesis de nuestras diferentes sensibilidades políticas, nuestra diversidad cultural o nuestros objetivos en política exterior. Este objetivo ni es fácil ni debe darse por sentado. Si entre los socios acordamos que compartimos como objetivo común el fortalecimiento de la Unión, más que dividirla, que queremos hacer de la UE un lugar más justo y próspero para vivir, entonces podemos progresar. Mi impresión después de hablar con el primer ministro heleno es que no se cuestiona la integridad de la eurozona. Grecia muestra los primeros signos de una ligera recuperación. Se ha alargado el vencimiento de su deuda, los acreedores son principalmente institucionales, la economía está lista para crecer un 2,9% en 2015 y un 3,7% en 2016, el desempleo está en un camino descendente, de cara a atraer inversiones y crear empleos en el país. Por lo tanto, dejé claro que soy escéptico sobre algunos planes de deshacer reformas económicas.
–¿Es factible ver a Grecia salir de la crisis que atraviesa sin la ayuda de la troika?
–Los economistas están generalmente en desacuerdo en casi todo, pero encuentran consenso en que Grecia todavía necesita el apoyo de sus socios europeos e internacionales, y las reformas deben continuar para combatir el clientelismo, mejorar la eficacia del sector público, a fin de incrementar el respeto por el Estado de Derecho y reducir la evasión fiscal y el fraude. Grecia también tiene que darse cuenta de que ha adquirido compromisos internacionales como país. Su credibilidad y la sostenibilidad de sus finanzas públicas están ligadas con el respeto de esos compromisos internacionales. Por eso me he sentido aliviado cuando el primer ministro Tsipras me dijo que Grecia no tiene intención de llevar a cabo ninguna acción unilateral, sino más bien comprometerse con los acreedores del país y los socios internacionales. Dicho esto, el Parlamento Europeo e incluso el actual presidente de la Comisión Europea hemos planteado varias observaciones en cuanto a la troika, sobre los errores que se han cometido y las alternativas posibles para el futuro. Creo que no debemos entrar en especulaciones anticipadas, sino más bien esperar a conocer la posición del Gobierno griego que nos aclare y entonces entrar en un debate serio, respetuoso y completo.
–Aunque no se quiere ni mencionar el fantasma del Grexit, ¿qué posibilidades hay de que encontremos ese escenario y cuáles serían sus consecuencias?
–Excluyo este escenario en los términos más claros. Nadie quiere un «Grexit», ni Grecia ni la eurozona. No es el interés de nadie y no está en la agenda. Sólo hay un pequeño grupo de votantes que quiere la ruptura del euro, que son los partidos euroescépticos que existen en algunos de nuestros estados miembros. Déjeme ser claro; esto no significa que nuestra gobernanza económica sea perfecta o que no deba mejorarse, pero el problema de la eurozona no es el euro, sino más bien la falta de competitividad, la falta de inversión, o la falta de convergencia en nuestras economías, así como un mercado único que todavía necesita completarse. Vamos a centrarnos en problemas reales y a proteger la moneda única, que nos salvaguarda de turbulencias económicas, atrae inversores y nos hace tener una voz fuerte en el mundo.
–Si la negociación es exitosa para Syriza, ¿podría favorecer esta situación a otros partidos como Podemos en España? ¿Qué similitudes ve entre Syriza y Podemos?
–Es bastante entendible que los partidos populistas en todas partes de Europa intenten sacar el máximo rendimiento al éxito de Syriza. Pero la realidad es que España o cualquier otro país europeo no pueden ser comparados con Grecia. Cada país es diferente. La economía española está mostrando signos de crecimiento y sus finanzas públicas están en líneas generales bajo control. España salió del programa de asistencia financiera para la recapitalización de las instituciones financieras hace un año. No hay troika en España. Es verdad que los problemas sociales continúan pesando desproporcionadamente en las familias de clases bajas y medias, el desempleo, especialmente entre los jóvenes, continúa siendo inaceptablemente alto, o los desahucios forzados sin una política de vivienda social adecuada. Los casos de corrupción han hecho mella en la confianza entre los partidos establecidos y los ciudadanos. Creo que hay espacio para acelerar el crecimiento y hacerlo más justo en el país, pero esto debe hacerse eligiendo credibilidad y responsabilidad.
–¿Syriza ha abierto la caja de pandora del populismo en la Unión Europea?
–No, no lo creo. En primer lugar, es cierto que parte del éxito electoral de Syriza viene por el hecho de que era indemne por no estar en el poder ni tener responsabilidades y esto hace que, en algunas ocasiones la retórica, un poco simplista, antiausteridad, anti-sistema y antitroika sea tan creíble y efectiva. En segundo lugar, los movimientos populistas en diferentes formas y estados han existido en Europa durante mucho tiempo. La cuestión es cómo garantizar que sus soluciones simplistas y por lo tanto poco realistas suponen un desafío sistemáticamente. Creo que no hay una receta mágica. Sólo puede hacerse a través de una mezcla de innovación, regeneración, pluralismo interno y democracia dentro de los partidos tradicionales, un electorado estable y un sistema político con chequeos limpios y equilibrios, y a través de una sociedad justa, culta y dinámica, donde los niveles de la clase media se extiendan atrayendo a la misma a los ciudadanos con ingresos más bajos.
–¿Cómo valora que los partidos de izquierda y derecha radicales se vean unidos en el discurso contra la austeridad impuesta por Europa? ¿Cómo respondería la Unión Europea?
–La Unión Europea y sus estados miembros ya están respondiendo. La Comisión Juncker ha hecho de la inversión el punto fuerte de su acción y creo que ésta es la respuesta correcta. También ha aclarado las reglas para una mayor flexibilidad en la gobernanza económica de la eurozona para permitir a los estados miembros contribuir a la inversión productiva. Estas acciones, maridadas con la acción del BCE en su lucha contra la deflacción, muestran que Europa es capaz de ofrecer respuestas en la buena dirección para pasar página a la crisis. Hay más que hacer, sin duda. Estoy convencido de que con las nuevas dinámicas seremos capaces de hacer más progresos de cara a sólidas finanzas fiscales a través de buenas políticas sociales y económicas. Lo que también es importante resaltar es que la confianza es el fluido que mantiene a la eurozona y a la Unión Europea juntas y que la confianza debe construirse sobre leyes compartidas. Siempre podemos discutir sobre las reglas que hemos escogido para nosotros mismos, pero si un partido decide unilateralmente que quiere romper con esas reglas, entonces, no puede pedir que se confíe en él.
PERFIL
Apasionado librero que ha devuelto el protagonismo al Parlamento
Natural de la ciudad alemana de Hehlrath, es uno de los políticos más emblemáticos de Bruselas. Nunca ha sido primer ministro ni tiene estudios universitarios, pero es un hombre de sólidas convicciones políticas, que ha pasado de ser un apasionado librero a ser elegido presidente del Parlamento Europeo. Su carácter le ha llevado a mantener unidos a los socialistas europeos y a despertar simpatías entre los eurodiputados de otros partidos. Es contrario a las políticas de austeridad pero sabe entenderse, quizá por ser alemán, con quien las lidera. Acaba de cumplir 59 años, pero la Eurocámara forma parte de su vida desde que a los 39 se estrenara como eurodiputado. Ha sido el líder del grupo de los socialistas y demócratas europeos en el Parlamento y fue incluso el candidato del grupo para presidir la Comisión Europea, que terminó conquistando Jean-Claude Juncker. Antes de la política comunitaria su carrera empezó en el partido socialdemócrata alemán, al que se unió con apenas 19 años. Con 31, llegó a ser el alcalde más joven de todo el Estado de Renania del Norte-Westfalia, gobernando la ciudad de Würselen durante once años. Casado y con dos hijos, está devolviendo el protagonismo al Parlamento Europeo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar