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Austria anuncia el cierre «gradual» de la frontera

Viena cree que es sólo una solución puntual y que la UE es ahora la que tiene que resolver el drama de la inmigración.

Cientos de refugiados suben a un tren con destino a Munich
Cientos de refugiados suben a un tren con destino a Munichlarazon

Viena cree que es sólo una solución puntual y que la UE es ahora la que tiene que resolver el drama de la inmigración.

Cuarenta y ocho horas después de la decisión conjunta de Berlín y Viena que suavizó las reglas de asilo de los refugiados, la república alpina avisó de que ha llegado el momento de poner fin a la situación excepcional que abrió la frontera húngara a millares de inmigrantes. El canciller austriaco, Werner Faymann, consideró que esta situación sin precedentes fue sólo una solución puntual para ayudar a las multitudes bloqueadas en las estaciones de Budapest y que deben volver los controles a las fronteras «conforme a la Ley».

Austria ha facilitado el tránsito de los refugiados a Alemania, el destino final de la mayoría, durante todo el fin de semana y considera que es la Unión Europea quien, ahora, debe proporcionar una respuesta común a la problemática migratoria. «Tenemos que irnos apartando de las medidas de urgencia y avanzar hacia la normalidad», aseguró Faymann tras una conversación con la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán.

Austria ha protagonizado, junto con Alemania, solidarias acogidas a la avalancha sin precedentes de refugiados que llegaron desde Hungría. La compañía ferroviaria austriaca ÖBB puso 20 autobuses este domingo para el traslado de inmigrantes y, además, más de un centenar de vehículos particulares trajeron a muchos de los refugiados que aguardaban en el país magiar. Durante las cuarenta y ocho horas de permiso excepcional, más de 11.000 migrantes arribaron a Múnich, la capital de Baviera. Estos migrantes, que huyeron del horror en sus países y llevan a sus espaldas un viaje arduo de miles de kilómetros por Grecia y Hungría, se encontraron en Austria y en Alemania una enorme ola de calidez y solidaridad. Centenares de voluntarios los esperaban con frutas, bebidas calientes, ropa y juguetes para los niños.

Sin embargo, ayer surgieron las primeras fisuras en una solidaridad espontánea. En primer lugar en el Gobierno de Merkel. Su ministro del Interior, Joachim Herrman, criticó a la canciller por no consultar con los Estados, la cúpula del partido ha considerado la apertura de fronteras como «una decisión errónea». La avalancha es brutal y en muy poco tiempo, el alcalde de Múnich, Dieter Reiter, dijo en voz alta lo que muchos piensan, que Alemania no está «cuestionando a cuántos refugiados puede acoger», sino cómo «velar por la completa seguridad de estas personas en esta ciudad», añadió, aludiendo a la capital bávara. Lo dijo después de un fin de semana frenético para la ciudad, que vio llegar el sábado a 6.780 refugiados, además de los 5.000 recibidos ayer en trenes que funcionaron durante todo el fin de semana. En una demostración de la eficiencia germana, decenas de autobuses trasladaron a una parte de ellos desde Baviera a ciudades como Dortmund, Braunschweig o Saalfeld, en Turingia. Después, en todas ellas, los asilados fueron recibidos por grupos de voluntarios que les dieron la bienvenida con regalos y aplausos. Muchos de los refugiados lloraban al pisar tierra, estupefactos ante la amable bienvenida, incrédulos de haber llegado al fin a su destino tras semanas viajando en condiciones inhumanas. «Esta muestra de disposición alemana me arrancó lágrimas de alegría», declaró a su vez el primer ministro del Estado de Turingia, Bodo Ramelow, mientras el alcalde muniqués quiso aclarar que «lo mejor ha sido ver las caras sonrientes de los niños». Visiblemente emocionado, un refugiado sirio de 32 años explicó a la Prensa: «Aquí se nos trata como a seres humanos». Su compatriota Maajad apuntó, «esto sí es Europa», recordando los días de incertidumbre que pasó en la capital húngara.

Pese a las más de 11.000 personas acogidas en 24 horas en Baviera –llegadas inesperadamente, ya que hasta el viernes por la noche no se conoció la apertura fronteriza acordada conjuntamente por Alemania y Austria–, en el «länder» no se percibieron muestras de caos y desorganización. La maquinaria alemana de la acogida se manifestó en su máximo esplendor, haciendo gala de una impecable logística, llevada a cabo tanto por las autoridades como por las armadas de voluntarios. De todos los apeados en Múnich, 4.500 fueron registrados ya en la ciudad, en campamentos improvisados o en carpas establecidas en la misma estación de tren. Allí, se les dotó con artículos de primera necesidad y fueron examinados por personal médico, pues muchos llegaron enfermos o exhaustos. Una vez registrados, fueron redistribuidos dentro de Baviera, o en otros estados de Alemania.