Defensa
Una "mini-OTAN" naval para frenar la presión rusa en el Atlántico Norte
Noruega y Reino Unido compartirán buques y tecnología en la región con más submarinos estratégicos rusos
Reino Unido y Noruega han puesto en marcha lo que altos cargos de defensa en Londres describen ya como una auténtica «mini-OTAN del norte»: una flota naval integrada, interoperable y diseñada específicamente para cazar submarinos rusos, proteger infraestructuras críticas bajo el mar y reforzar el flanco septentrional de Europa ante la creciente presión militar de Moscú.
El acuerdo, anunciado ayer durante la visita del premier Keir Starmer a la base aérea de Lossiemouth (Escocia), marca un cambio cualitativo en la arquitectura de seguridad europea. Londres y Oslo no se limitan a estrechar la cooperación: se comprometen a operar como si fueran una sola armada, compartiendo buques, tecnología, mantenimiento, entrenamiento y mando operativo en determinados escenarios. Esta iniciativa bilateral surge en respuesta a un diagnóstico compartido sobre la intensificación de hasta un 30% en las incursiones de submarinos rusos en aguas del Atlántico Norte y del mar de Noruega durante los dos últimos años.
Para Londres y Oslo, esta tendencia supone una amenaza directa para los cables submarinos, que transportan más del 95% del tráfico global de datos, así como para los gasoductos e interconectores energéticos que abastecen al norte de Europa. La referencia a la voladura del Nord Stream planea sobre cada conversación estratégica.
El núcleo de la nueva alianza será una flota combinada de fragatas antisubmarinas de última generación —las británicas Type 26 y las futuras fragatas noruegas encargadas a Reino Unido— que operarán de forma intercambiable. Ambos países compartirán centros de mantenimiento, personal, sensores acústicos y munición especializada, incluida la integración de los misiles noruegos NSM en plataformas británicas.
Además, los Royal Marines británicos se entrenarán en condiciones árticas con fuerzas noruegas, reforzando la capacidad de respuesta ante una posible escalada en el Alto Norte, región donde Rusia mantiene su mayor concentración de submarinos estratégicos.
Aunque ni Londres ni Oslo lo expresan abiertamente, la lectura en clave geopolítica es evidente: la alianza pretende elevar el coste de cualquier operación rusa cerca de las rutas estratégicas del norte. La presencia de una fuerza naval conjunta, permanente y altamente especializada envía un mensaje claro al Kremlin en pleno deterioro de las relaciones Europa-Rusia.
Los analistas militares consultados en Londres ven esta alianza como parte de una tendencia más amplia: coaliciones de países europeos que operan como «micro-estructuras de defensa» ante la sospecha creciente de que la OTAN podría verse sobrecargada en un escenario de crisis múltiple. La guerra de Ucrania ha acelerado esta tendencia hacia agrupaciones regionales capaces de actuar con mayor agilidad que la Alianza en su conjunto.
En este sentido, Reino Unido, que ya no forma parte de la UE, ha reforzado su papel como garante militar del norte europeo, especialmente desde la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN. La alianza con Noruega encaja en esa estrategia de liderazgo en la seguridad marítima del Atlántico Norte. Más allá de la actividad antisubmarina, el objetivo real de la alianza es impedir cualquier ataque ruso contra infraestructuras submarinas europeas.
La vulnerabilidad de los cables y ductos, considerados ahora objetivos prioritarios en la guerra híbrida, ha obligado a los gobiernos a revisar sus capacidades de vigilancia marítima. Tanto Londres como Oslo consideran que un sabotaje de alto impacto podría tener efectos económicos inmediatos superiores a los de un ciberataque convencional, especialmente en un contexto de transición energética y dependencia de interconectores offshore.
Por ello, la nueva fuerza naval contará con drones submarinos y sistemas autónomos no tripulados, que vigilarán rutas sensibles y actuarán como sensores adelantados. Fuentes del Ministerio de Defensa británico apuntan a que el acuerdo podría servir como modelo para futuras coaliciones regionales dentro del marco de la OTAN. Dinamarca, Países Bajos e Islandia ya han mostrado interés.