Siria

«Nos da igual ir a Alemania, lo que queremos es envejecer juntos»

Desde el campo de Idomeni / Mohamed e Ina

Mohamed, de 22 años, e Ina, de 18, se casaron en el campamento al mes de conocerse para evitar ser separados
Mohamed, de 22 años, e Ina, de 18, se casaron en el campamento al mes de conocerse para evitar ser separadoslarazon

Mohamed e Ina se acaban de casar en Idomeni. Estos dos jóvenes sirios ni de lejos imaginaban cuando emprendieron su viaje hacia Europa que se enamorarían durante la ruta ni, mucho menos, que contraerían matrimonio en el campo de refugiados de la frontera entre Grecia y Macedonia. Este paso fronterizo ocupará para siempre un lugar imborrable en su memoria. Al recuerdo de las extremas condiciones que han tenido que vivir, durmiendo junto a miles de personas sobre el barro y sin apenas mantas ni comida, se sumará el hecho de haber dado uno de los pasos más importantes en sus vidas.

Hace tan solo un mes que se conocen, desde que a principios de febrero coincidieron en Turquía, pero desde el primer momento tuvieron claro que ya no se separarían. Aunque su intención no era casarse tan pronto, los acontecimientos han precipitado la unión. Tras haber conseguido estar entre el centenar de afortunados que consiguieron cruzar la frontera pocos días antes de su cierre, tuvieron que volver al paso fronterizo. Las autoridades macedonias les devolvieron alegando que Damasco, su ciudad de origen, no es escenario de combates y que, por tanto, es un enclave seguro. Les encontramos cuando desesperados intentan encontrar a algún miembro de ACNUR, que les explique qué posibilidades tienen ahora. «No hay un lugar seguro en Siria y Damasco es la ciudad que más bombas y morteros está recibiendo», afirma Mohamed contrariado.

Esta experiencia les empuja a dar un paso hacia delante. Tenían miedo de que los separen durante el trayecto y decidieron, con permiso de los padres de ella, formalizar su relación. Un hermano de cada uno ha logrado reunirse ese mismo día en Damasco y entregar los papeles que les convierten en marido y mujer. «Cuando la vi por primera vez lo tuve claro. Después fui a preguntarle a su madre si podía pasar con ella el resto de mi vida», cuenta Mohamed, de veintidós años. Ina, de sólo dieciocho, asegura, aunque con mucha vergüenza, que tuvo el mismo sentimiento.

Les tomamos su primera foto como recién casados cogidos de la mano en medio de las vías del tren que cruzan este campo de refugiados. No han tenido celebración, no tendrán luna de miel y ni siquiera disfrutarán de un poco de intimidad. Idomeni no permite estos lujos, pero aún así se les ve felices, pues no pueden disimular un brillo mágico. Han decidido acogerse al programa de reubicación de refugiados y se marchan sonrientes a Atenas, donde esperarán en un piso hasta que se les asigne un país de entre los veintiocho de la Unión Europea. A diferencia de muchos de sus compañeros, a Mohamed e Ina no les importa si el destino final no es la deseada Alemania, ya que solo buscan un lugar seguro donde envejecer juntos.