Estados Unidos

Obama: del abismo fiscal al «secuestro»

El presidente de EE UU debe frenar de nuevo la batería de recortes del gasto público que entra en vigor mañana

Obama descubre la estatua de la activista Rosa Parks, ayer en el Capitolio
Obama descubre la estatua de la activista Rosa Parks, ayer en el Capitoliolarazon

Como si ya supiese lo que va a ocurrir, el presidente Barack Obama ordenó a su oficina de prensa filtrar ayer a los medios de comunicación que se reunirá mañana con los líderes del Congreso

Como si ya supiese lo que va a ocurrir, el presidente Barack Obama ordenó a su oficina de prensa filtrar ayer a los medios de comunicación que se reunirá mañana con los líderes del Congreso. El encuentro tiene como objetivo tratar los recortes automáticos del Gobierno, que entrarán en vigor el 1 de marzo, después de que los congresistas no hayan sido capaces de llegar a ningún acuerdo. De esta forma, el presidente se encontrará con el portavoz de la Cámara de Representantes, Joe Boehner, el líder de la mayoría demócrata del Senado, Harry Reid, y Nancy Pelosi, la congresista demócrata de California líder en su partido de la Cámara Baja. Sin duda, esta imagen recordará a la del verano de 2011, cuando Estados Unidos casi tuvo que declararse en bancarrota por la incapacidad de los congresistas para elevar el techo de deuda. Esta situación llevó la pasada Navidad a otro drama político: el «abismo fiscal», que comenzaba el 1 de enero y suponía un recorte de gastos y aumento de impuestos automático. En aquellas dos ocasiones el «drama fiscal» pudo frenarse, o mejor retrasarse. Y ahora, Obama y el resto de los políticos vuelven a las andadas con un nuevo teatro, al que ahora se llama «secuestro».

Desde el punto de vista meramente económico, este nuevo «abismo fiscal» significa que se recortarán 85.000 millones de dólares, según la ley de reducción de déficit de 2011, del gasto del Pentágono y otros fondos destinados a otros departamentos. Pero, no afectará al 70% del presupuesto del Gobierno, destinado a cubrir, entre otros, los programas de Sanidad «Medicare» y «Medicaid» (para jubilados y familias con ingresos bajos, respectivamente), la Seguridad Social o el pago de los intereses de la deuda de Estados Unidos.

Si asumimos que los congresistas no lograrán una cuerdo «in extremis» a medianoche, como es habitual en este tipo de situaciones, se notará el impacto durante los próximos siete meses. Una de las consecuencias sería, por ejemplo, que en el Departamento de Defensa se congelarán las contrataciones del personal civil, que en la actualidad emplea a entre 1.500 y 2000 personas a la semana; se dejará de contar con los servicios de una 46.000 personas; se reducirá el entrenamiento de las unidades del Ejército de Tierra; se recortará un tercio de las operaciones navales en el Pacífico, y se reducirán las horas de vuelo a los pilotos del «Air Force», entre otros. Mientras, en el Departamento de Aduanas y Protección de Fronteras, afectará a las esperas para entrar en Estados Unidos en los aeropuertos y otros puertos de entrada.

En cambio, esta reducción ha beneficiado a algunos inmigrantes indocumentados retenidos en los centros de detención, ya que los recortes han obligado a las autoridades a liberar a los que no tenían historial criminal. También habrá más de 350 millones de dólares de recortes en los centros de control y prevención de enfermedades, lo que significa que se harán 25.000 pruebas menos para detectar el cáncer de mama y útero a las personas de ingresos bajos y 424.000 test menos del VIH. Además, también se recortarán 750 millones en fondos destinados a la asistencia educativa a escuelas en barrios de clase media baja y baja. Entre otros, se reducirán los servicios de limpieza de los Grandes Lagos y la Bahía de Chesapeake. Con este panorama, la economía de Estados Unidos, y con ella, la del resto del mundo, se enfrenta a un nuevo precipicio.