Crisis en Egipto
Primeras grietas en el frente golpista
La transición egipcia después del golpe de Estado de los militares ya se ha topado con su primer obstáculo: las divisiones entre las fuerzas políticas liberales e islamistas amenazan con bloquear el proceso político, y no sólo el tráfico en las calles de El Cairo. Ayer los seguidores y detractores del depuesto presidente Mohamed Mursi volvían a manifestarse en distintos puntos de la capital, haciendo el tránsito imposible en algunas arterias principales. Los manifestantes estuvieron vigilados y «protegidos» por las fuerzas armadas y de seguridad, que quisieron evitar el estallido de choques violentos entre las dos partes como los ocurridos el pasado viernes, enlos que 36 personas fallecieron.
Pero la batalla más dura se luchaba ayer en los despachos, en los que el presidente interino, Adly Mansur, trataba de alcanzar un acuerdo para la designación de un primer ministro de consenso. La noche anterior se había anunciado a bombo y platillo la nominación del líder opositor y premio Nobel de la Paz Mohamed El Baradei; pero por la mañana, ese cargo permanecía vacante y las consultas continuaron durante todo el día. Se cree que el rechazo categórico del partido salafista Al Nur –el único islamista que está de hecho participando en la transición apadrinada por los militares– habría hecho que Mansur retirara el nombre de El Baradei para buscar a una figura más neutral, aceptada por todos. Al Nur rechaza a El Baradei no sólo por su liberalismo, sino por ser uno de los principales exponentes de la oposición y muy crítico con el gobierno anterior. Por su parte, a las nuevas autoridades les interesa el apoyo de Al Nur para contar con los islamistas y ofrecer una imagen inclusiva. Sin el respaldo de la formación religiosa, la transición se estaría haciendo sin islamistas, con el riesgo añadido de que éstos formen un frente unido que boicotee todo el proceso.
«Satisfacer a Al Nur representa un gran reto», asegura a LA RAZÓN Naguib Abadir, portavoz del partido liberal Egipcios Libres, que forma parte de la coalición opositora Frente de Salvación Nacional, de la que El Baradei es una de las caras más conocidas. «Los salafistas consideran a Al Baradei un infiel por ser liberal, y creo que será muy difícil encontrar un candidato de su agrado». Abadir explica a este periódico que lo ideal sería tener a todos los partidos «a bordo de la transición, pero ésta no puede ser obstaculizada» por los islamistas, que siempre van a tener argumentos de tipo religioso, añade.
Al rechazo de los salafistas, se suma la postura inamovible del movimiento juvenil Tamarrud (rebelión en árabe), que asegura que no aceptará a otro candidato que no sea El Baradei. El grupo, que dio comienzo al levantamiento popular, se mostró molesto por la retirada de El Baradei, decisión que la presidencia no le consultó. Tamarrud –envalentonado tras el éxito de las protestas del 30 de junio que forzaron la intervención del Ejército– impone ahora su criterio y pone en peligro una muy delicada negociación. Los partidos liberales respaldaron a Al Baradei como primer ministro, pero habrían estado y estarían barajando otros nombres, menos conocidos y con un perfil más tecnócrata, como podría ser el gobernador del Banco Central, Hisham Ramiz. Precisamente, Ramiz viajaba ayer rumbo al Golfo Pérsico, de donde Egipto ha estado recibiendo los préstamos que le han permitido sobrevivir. Es urgente formar un nuevo ejecutivo que haga frente cuanto antes a los problemas más urgentes del país, que vive en bancarrota.
De todas formas, el país es un hervidero de rumores. Ayer fuentes próximas al presidente Mansur aseguraron que éste habría ofrecido el puesto de primer ministro al liberal Diad Bahaa el Din, fundador del Partido Socialdemócrata.
Los salafistas que apoyan a los militares
El rechazo a la nominación como primer ministro de Mohamed el Baradei ha puesto toda la atención en el partido islamista Al Nur, que desde la deposición del presidente Mohamed Mursi había permanecido relativamente apartado de los focos. Este partido fue el único grupo islamista destacado que no sólo no ha rechazado tajantemente el golpe de Estado, sino que se ha declarado dispuesto a colaborar con las nuevas autoridades, las cuales están interesadas en que Al Nur participe en el proceso de «transición».
Al Nur («la luz», en árabe) pertenece a la corriente salafista, islamista radical, y fue la segunda fuerza política del Parlamento egipcio en las elecciones legislativas de 2011, al colocarse tras los Hermanos Musulmanes, con más del 20% de los votos. A pesar de haber nacido pocos meses antes de la cita con las urnas, el partido consiguió atraer a los votantes a través de las redes de caridad que los salafistas tejen a través de las mezquitas: el hecho de ser un partido nuevo y religioso ilusionó a muchos votantes por su «pureza», que les hacía aparecer incorruptibles. Pero poco después del inesperado éxito, el partido se vio manchado por los escándalos que protagonizaron varios de sus diputados, algunos de tipo sexual: un miembro de Al Nur fue descubierto en un coche con una joven practicando «actos indecentes». Eso, además de su poca coherencia en las posturas y alianzas políticas, le ha desprestigiado, pero sigue teniendo muchos seguidores, sobre todo en zonas importantes de Egipto como Alejandría.
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