Guerra en Ucrania
Putin, promotor de la anarquía armada
Si analizamos la situación en las dos regiones del este de Ucrania, uno de los factores más complicado con el que nos encontramos es el empleo de ciertos términos lingüísticos. Por ejemplo, a los distintos grupos de la zona que cooperan con las autoridades rusas se les conoce como rebeldes o separatistas, cuando más bien deberían utilizarse términos como mercenarios o voluntarios rusos. Todos ellos dependen de los suministros militares y de la atención médica de Rusia. La narrativa oficial rusa se ha esforzado en negar a Occidente que tenga conexión alguna con ellos, mientras que ha dejado claro a la audiencia del país su apoyo total a esos grupos.
La historia del convoy ruso, puramente humanitario según las autoridades del país, entra dentro de este patrón de confusión deliberada. Los rusos rechazaron que el convoy fuese debidamente inspeccionado antes de entrar en territorio ucraniano y mintieron cuando aseguraron, entre otras cosas, que había sido aceptado y certificado por la Cruz Roja. Durante su trayecto hacia la frontera, el convoy se detuvo en bases militares rusas. La ruta inicial cambió en más de una ocasión. Cuando finalmente mostraron los vehículos a los medios, éstos estaban medio vacíos, lo que cuestionó la necesidad de Rusia de llevar 280 camiones para transportar la poca ayuda humanitaria mostrada. ¿Qué ocuparía el espacio vacío mostrado a las cámaras? Las autoridades ucranianas tenían toda la razón para sospechar del supuesto convoy humanitario ruso. Asimismo, Moscú ha estado creando un escenario según el cual existía una crisis humanitaria en Donetsk y Lugansk para poder justificar una intervención humanitaria directa. Sin duda, la situación en esas dos ciudades es alarmante, en parte porque lo que Rusia ha promovido en la zona es una anarquía armada y no una revuelta popular legítima contra el Gobierno de Kiev, que era lo que esperaba. Por primera vez las autoridades rusas y, en particular, Putin, se equivocaron al tratar de plantear la situación en Ucrania. En estos momentos, el dilema de Putin es, o bien reconocer que ha calculado mal y buscar una salida para retirarse sin mostrar que su autoproclamada misión para defender los derechos de los rusófonos en Ucrania ha fallado –su intención es promover una jurisdicción rusa más amplia que incluya lo que él y otros llaman la «Nueva Rusia» (Novorossiya)–, o presionar en lo que parece una peligrosa escalada de la campaña militar. Por otro lado, Kiev quiere reafirmar su autoridad en Lugansk y Donestk sin alienar a importantes sectores de la población nativa de la zona.
* Investigador de Chatham House
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