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Centroamérica

Salvador Nasralla, el líder que desafía al sistema hondureño

El candidato es el favorito de empresarios, jóvenes, votantes desencantados y electores urbanos en las presidenciales

Salvador Nasralla, candidato a las elecciones presidenciales de Honduras A. Pérez MecaEUROPAPRESS

Por años, el nombre de Salvador Nasralla ha sido sinónimo de integridad, carisma y coherencia en Honduras. Figura mediática, ingeniero de formación y referente moral para millones de ciudadanos, encarna la aspiración de un país que busca reconstruirse desde la honestidad y la modernidad. En 2025, vuelve a ser protagonista: aspira a la presidencia con un proyecto que promete romper con la política tradicional y abrir una nueva etapa de esperanza.

Durante más de cuatro décadas, Nasralla fue una de las voces más reconocidas de la televisión hondureña. Narró mundiales de fútbol, presentó concursos y entrevistas emblemáticas y construyó una conexión única con la audiencia. Su rostro es parte del imaginario colectivo, pero detrás del comunicador siempre existió un ingeniero civil industrial formado en la Universidad Católica de Chile, con maestría en Administración de Empresas y experiencia directiva en Pepsi.

Esa combinación entre rigor técnico y cercanía humana lo preparó, sin saberlo, para un desafío mayor: transformar el país desde la política. Nasralla se define como un "renovador del sistema político", no como un político al uso. Hijo de inmigrantes libaneses, representa a una generación que valora la ética y la meritocracia frente al clientelismo.

Un intento presidencial "histórico"

Su primer intento presidencial en 2017 fue histórico: lideró el conteo durante horas antes de un controvertido apagón del sistema electoral. La OEA reconoció entonces irregularidades graves. "Me robaron en la mesa", repite con serenidad, más como recordatorio de una deuda democrática que como queja personal.

Lejos de retirarse, volvió a intentarlo. En 2021, selló una alianza con Xiomara Castro para frenar la continuidad de Juan Orlando Hernández. Asumió la vicepresidencia, pero su compromiso con la transparencia lo llevó a denunciar lo que considera una apropiación del poder por parte de una élite familiar. "Los pusimos para sacar la corrupción, y ahora debemos salvar a Honduras", afirma.

La campaña de Nasralla centra buena parte de su discurso en denunciar la concentración de poder y el clientelismo que, según él y diversos observadores, caracterizan al actual Ejecutivo. El país centroamericano está regido por una familia: Xiomara Castro gobierna desde Casa Presidencial, Manuel Zelaya mueve los hilos del poder, su hijo Héctor controla áreas clave del Ejecutivo, su hija Xiomara es diputada; y el hermano del expresidente, Carlos Zelaya, es secretario del Congreso. Nasralla lo llama "el narcofamilión", y señala que la candidata oficialista, la exministra de Finanzas y de Defensa Rixi Moncada, es la otra mano que mece la cuna.

Su propuesta combina orden institucional, desarrollo económico y justicia social. Inspirado en modelos de seguridad exitosos en la región, plantea un Plan Integral de Seguridad con respeto a los derechos humanos, recuperación del territorio y oportunidades de empleo para jóvenes.

Nasralla también impulsa una Comisión Internacional contra la Corrupción, auditorías públicas con inteligencia artificial, inversión en hospitales, vivienda y carreteras, y un ambicioso plan de industrialización agrícola para fortalecer la economía local y frenar la migración.

De profundas convicciones éticas, Nasralla integra su fe como fuente de motivación y coherencia. Su esposa, Iroshka Elvir, diputada y ex Miss Honduras, lo acompaña activamente en la campaña. Juntos proyectan una imagen de familia comprometida con el país y con la recuperación de la confianza ciudadana. "Dios tiene sus tiempos", repite ella; él añade: "El mío es el tiempo de Honduras".

El favorito del cambio

Las encuestas lo sitúan hoy como el candidato con mayor respaldo entre jóvenes, empresarios y votantes urbanos. Su mensaje de regeneración política ha calado en una sociedad cansada de la corrupción y la inseguridad.

Un sondeo reciente del Instituto de la Justicia lo coloca primero en intención de voto, con ventaja sobre los candidatos oficialistas. Nasralla responde con prudencia: "No lucho por un cargo, sino por un país que crea en sí mismo".

Nasralla representa una Honduras abierta al mundo. Defiende la cooperación internacional, la atracción de inversión responsable y la relación estratégica con España y la UE en áreas clave como energía renovable, educación y modernización institucional. "Europa puede ser un aliado natural en la transformación hondureña", sostiene. Su visión es la de un país que deja atrás el aislamiento para integrarse al desarrollo desde la transparencia y la innovación.

A los 72 años, Nasralla sigue vistiendo algo rojo –el color del Partido Liberal, pero también símbolo de pasión y convicción. Su liderazgo no nace del resentimiento, sino del deseo de que Honduras vuelva a creer en sí misma. En una nación donde la política ha sido muchas veces sinónimo de desconfianza, Nasralla encarna una idea simple y poderosa: que la honestidad puede ser la fuerza más revolucionaria de todas.