Elecciones en Estados Unidos
Sólo un precedente en la historia del FBI
Creado en 1908 por el fiscal general Charles Bonaparte, el FBI tenía como objetivo investigar y luchar contra los delitos comerciales de fraude. Sin embargo, con la llegada del polémico y poderoso J. Edgar Hoover (que fue su director desde 1924 hasta su muerte en 1972) la agencia comenzó a convertirse en lo que hoy conocemos: una plataforma para investigar cualquier crimen y recabar todo tipo de informaciones. Pocos se atrevieron a levantar un dedo contra él. Ni siquiera el republicano Richard Nixon. Como Hoover llegó a alcanzar tanto poder (e información sensible) y no era del agrado de todos los presidentes, en 1968 se decidió que al director del FBI lo eligiera directamente el propio presidente de EE UU, aunque el Senado debe confirmarlo. Lo cierto es que desde entonces ha habido siete confirmaciones y dos rechazados. También se impuso entonces que lo ideal es que un director no estuviera más de dos mandatos, es decir diez años como mucho. No obstante, lo que sí resulta novedoso para la opinión pública estadounidense es que un presidente fulmine al director de una agencia tan importante. Con la destitución, Donald Trump ha mostrado que está dispuesto a ignorar sin miramientos los convencionalismos de Washington, aunque ello haga temblar el fuerte equilibrio de poderes de la democracia estadounidense. Aparte de Trump, sólo el ex presidente Bill Clinton se ha atrevido a fulminar a un director. En 1993, el mandatario demócrata despidió a William Sessions. Las hemerotecas de la época tacharon el cese como de rupturismo con Reagan, pues Clinton quería dejar claro que rechazaba cualquier atisbo de conservadurismo al frente del FBI. Las excusas de cara a la galería fueron que Sessions dejó de ser un respetable juez y pasó a estar «demasiado ausente o a carecer de habilidad para liderar».
Aunque dentro de sus prerrogativas, Trump rompió con un pacto no escrito al destituir al director del FBI antes de que concluyera su mandato de diez años, en lo que ha sido interpretado como un intento de politizar la agencia y que le ha valido el adjetivo de «déspota» por el «The New Yorker». Antes que Trump, sólo Nixon había osado despedir a la persona encargada de investigarlo, en su caso por el Watergate.
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