Corea del Norte

Trump cancela la cumbre con Kim Jong Un

En una carta dura y cargada de reproches, el magnate culpa a Pyongyang de «tremenda rabia y franca hostilidad» en sus últimas declaraciones, liquida el encuentro de Singapur y le amenaza con el «masivo» arsenal nuclear de Estados Unidos.

El presidente de EE UU, Donald Trump /Foto: Reuters
El presidente de EE UU, Donald Trump /Foto: Reuterslarazon

En una carta dura y cargada de reproches, el magnate culpa a Pyongyang de «tremenda rabia y franca hostilidad» en sus últimas declaraciones, liquida el encuentro de Singapur y le amenaza con el «masivo» arsenal nuclear de Estados Unidos.

Donald Trump suspendió ayer la cumbre prevista para el 12 de junio con Corea del Norte. Lo hizo con una carta inapelable. Un documento donde lamenta las continuas y crecientes amenazas del régimen de Pyongyang, y da por liquidada la posibilidad de sentarse cara a cara con el presidente norcoreano. La última gota antes de la tormenta perfecta fueron las declaraciones del viceministro de Asuntos Exteriores de Corea del Norte, Choe Son Hui, a un medio oficial de su país. Choe calificó de «desenfadados e insolentes» los últimos comentarios del vicepresidente de EE UU, Mike Pence, en una entrevista para la cadena de televisión Fox. Pence hizo referencia al infame final que sufrió Gadafi, y a la posibilidad de que Kim Jong Un termine igual.

La misiva de Trump, sin desperdicio, está efectivamente dirigida a Su Excelencia, Kim Jong Un. Tras un preámbulo en el que agradece su esfuerzo a favor de las negociaciones, argumenta los motivos del cierre. Para empezar, «la tremenda rabia y la franca hostilidad de su declaración más reciente», que desaconseja reunirse en estos momentos. Por lo tanto, abunda el presidente, «permitan que esta carta sirva para explicar que la cumbre de Singapur, por el bien de ambas partes, aunque en detrimento del mundo, no tendrá lugar».

A continuación el magnate le recuerda al dictador norcoreano que si bien su régimen acostumbra a presumir de sus capacidades nucleares, las de Estados Unidos «son tan masivas y poderosas que le pido a Dios que nunca tengan que ser usadas». Una amenaza, muy poco velada, que enlaza con aquella otra del 8 de agosto de 2017, cuando Trump explicó que, de proseguir con sus amenazas, Corea del Norte se las vería con «un fuego y una furia como nunca se ha visto en el mundo». Un guiño a la violenta retórica usada por ambos países hasta hace apenas dos meses, y que amenaza con resituar el puzle en ese caótico punto muerto de unas negociaciones mil veces anheladas y mil veces dinamitadas. Casi siempre, claro, por iniciativa de una Corea del Norte que apenas si oculta su franca voluntad de anexionarse el Sur y, por supuesto, su indomeñable tendencia al chantaje, convencidos sus líderes de que los arsenales nucleares traerán la salvaguarda definitiva del régimen.

Tras lamentar la quiebra de un diálogo que se antojaba histórico, Trump sin embargo abre una puerta y emplaza a un encuentro futuro. A un mañana, ojalá que no muy lejano, en el que puedan encontrarse, no sin antes olvidar agradecerle por la reciente liberación de prisioneros estadounidenses. «Ése fue un gesto hermoso y muy apreciado», dice. Finalmente lo emplaza a verse de nuevo, a escribirle o llamarle, si cambias de opinión, por cuanto el mundo, «y Corea del Norte en particular, ha perdido una gran oportunidad de lograr una paz duradera y una gran prosperidad y riqueza». «Esta oportunidad perdida», concluye, «es un momento verdaderamente triste en la historia».

A la sorpresa provocada por el anuncio siguieron las dudas por las verdaderas razones de la cancelación. El propio Trump lo aclaraba en un encuentro posterior con periodistas. Flanqueado por el vicepresidente Mike Pence, explicó que el diálogo fue bien hasta hace poco y lamentó la pérdida de una gran oportunidad y la hostilidad mostrada por el régimen norcoreano, pero volvió a insistir en que todo depende de Corea del Norte. «Si aprovechan la mano tendida, si saben rectificar, si entienden que este puede que sea uno de sus últimos trenes, será bueno para ellos y, por supuesto, para el resto del mundo», comentó. Pero nada en la historia reciente ayuda a creer en un cambio sistémico en la lógica negociadora de una dictadura que ha hecho un arte de la retirada a última hora y de los pulsos imposibles su mejor balón de oxígeno. Nada tiene que perder si no obtiene plenas garantías de que el sacrificio del programa nuclear le servirá para garantizarse un futuro a largo plazo.

La carta coincide con el anuncio de Corea del Norte de la destrucción de su centro de pruebas nucleares.