Guerra en Siria
Trump cayó en la provocación de Putin
La recién estrenada triple alianza –formada por Estados Unidos, Reino Unido y Francia– lanzó la madrugada del sábado un centenar de misiles contra objetivos del régimen sirio de Bachar al Asad. Sin embargo, la reacción del imprescindible aliado del dictador, Vladimir Putin, fue de perfil bajo y tan sólo describió el ataque como «un acto de agresión a la soberanía del país». Esto pone de manifiesto la tesis que siempre he defendido y que consiste en que una guerra a gran escala entre Rusia y Estados Unidos es casi imposible. Entonces, ¿cuál es la estrategia de Putin respecto a Occidente y cómo el reciente ataque dirigido por Estados Unidos afectará a sus próximos movimientos? Puede que me equivoque, pero la imagen parece relativamente clara.
Putin de ninguna manera es un suicida. Lo que quiere es provocar a Occidente a actuar de una manera cada vez más abierta y agresiva para así tener la oportunidad de criticarlo y presentar estas acciones a sus leales súbditos como una prueba de que Rusia puede ser atacada si el liderazgo es menos vigilante y más «liberal». Por este motivo, Putin permite a Asad matar a cientos de civiles en las ciudades sirias sitiadas e incluso envenenarlos con sarín y cloro, ya que todo lo que sirva para provocar a Occidente es bueno para Rusia. Lo que hemos visto este fin de semana es una repetición de la lluvia de misiles llevada a cabo el pasado abril en respuesta a un ataque químico aún más cruel. Por eso, considero que las provocaciones por parte del régimen de Asad continuarán, así como la respuesta de las fuerzas de la coalición. Como hombre de la Guerra Fría, Putin entiende bien la lógica de los conflictos periféricos entre las principales potencias. Después del reciente ataque, Moscú anunció inmediatamente que Rusia reflexionará sobre el suministro de los sistemas de misiles tierra-aire S-300 a Siria, los cuales son capaces de golpear a los aviones de la coalición incluso cuando se acercan al espacio aéreo sirio. El sueño de Putin es involucrar a Estados Unidos en un conflicto a gran escala en Siria. Esto daría luz verde a los sirios, que poseen el armamento ruso y están guiados por ellos, golpear a las fuerzas de la coalición lo más fuerte posible. Recordemos los años de la guerra de Vietnam donde hubo muchos pilotos soviéticos luchando en aviones que llevaban insignia vietnamita. Esta situación puede repetirse ahora en siria. Putin no se arrepentirá de posibles víctimas, tanto sirias como rusas (especialmente si los rusos fallecidos no cuentan como militares activos, como los más de 200 que fueron asesinados por los ataques aéreos de Estados Unidos el 7 de febrero de 2018 en Siria). Lo que realmente desea el líder ruso es forzar a Trump a cometer fallos importantes o participar en una operación terrestre a gran escala donde sus tropas pueden sufrir un gran revés.
La Doctrina Militar oficial de Rusia, aprobada por el presidente Putin el 25 de diciembre de 2014, deja perfectamente claro que la Federación de Rusia puede tomar represalias con su armamento nuclear sólo en casos en que se use el mismo tipo de arma contra Rusia y/o sus aliados, o si la propia Rusia es atacada por medios convencionales de una manera que «cuestione la existencia del Estado». De esta manera, se excluiría cualquier posibilidad de un conflicto nuclear que surja de la confrontación actual en Siria. Lo que están haciendo los rusos es provocar al «águila americana» aumentando el desafío en esta confrontación. La estrategia general de Rusia no ha cambiado desde 2015 cuando Moscú intervino en Siria un día después de la famosa conversación entre Putin y Obama en Nueva York. Rusia vio su participación en Siria en primer lugar como un intento de demostrar que estaba combatiendo a los terroristas del Estado Islámico y que, por lo tanto, debía ser considerado como un aliado fiable para Occidente pese a lo ocurrido en Ucrania y Crimea. Más tarde se involucró con más ahínco soñando con forzar a Washington a iniciar conversaciones en las que se pudieran hacer intercambios entre la situación en Siria y en la región ucraniana del Donbás.
Vladimir Putin está entrando en un juego cada vez más peligroso con la única intención de provocar esas acciones de coalición que pueden ser condenadas por la comunidad global y por ende ayudar a Rusia a ser vista como un pacificador y no como un aliado de un criminal de guerra. El odio hacia Estados Unidos y Occidente difundido por la propaganda rusa requiere alguna prueba de la mala conducta estadounidense, y los ataques químicos sirios son simplemente un medio para provocarlo. Por otra parte, el ataque de EE UU en Siria prueba que la coalición occidental no está interesada en un conflicto directo con Rusia en Siria o acabar con Asad, por lo que la guerra civil continuará hasta que Occidente decida negociar con Rusia.
Doctor en Economía e Investigador sénior en el Instituto Polaco de Estudios Avanzados de Varsovia
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