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Rescate a Grecia

Tsipras: «Los márgenes de maniobra en la Unión Europea son muy limitados»

Tsipras: «Los márgenes de maniobra en la Unión Europea son muy limitados» larazon

Entrevista exclusiva concedida a la influyente revista de habla francesa «Politique Internationale», que desde hace más de 35 años publica, cada trimestre, charlas con todos los pesos pesados de la escena política

Es el hombre que quiso salvar Grecia pero lo que consiguió fue poner en jaque a la Unión Europea. La que sigue es una entrevista exclusiva concedida a la influyente revista de habla francesa «Politique Internationale», que desde hace más de 35 años publica, cada trimestre, charlas con todos los pesos pesados de la escena política

–¿Qué le impulsó a la acción política?

–Francamente, no creo que haya habido un hecho en concreto. Ha sido más bien una tendencia natural, una inclinación. Desde la adolescencia siempre me he interesado por la vida de la comunidad. Ya en el instituto era delegado de clase y presidente del consejo de la escuela.

–¿Qué dirigentes vivos o muertos son su referencia?

–Los ídolos de mi juventud eran Che Guevara, Fidel Castro y, por lo que respecta a Europa, Enrico Berlinguer. Pero experimento otras simpatías tanto por líderes radicales como conservadores. Por ejemplo, considero que quien ha sentado las bases de un desarrollo justo en el plano social en Estados Unidos ha sido Roosevelt. En el continente europeo ha habido fuertes personalidades, dirigentes que ya no existen y que habrían podido trazar un horizonte diferente para sus países: Helmut Schmidt en Alemania o François Mitterand en Francia. Pero, sobre todo, es una lástima que en nuestros días no podamos codearnos ya con hombres como Willy Brandt. Estos líderes tenían una auténtica visión de la justicia social en Europa. Dicho esto, no veo un «modelo» al que me gustaría parecerme.

–¿Hay que tener las mismas virtudes para conquistar el poder que para ejercerlo?

–Creo que se trata de dos desafíos diferentes: la conquista del poder está ligada a la obtención de la confianza de los ciudadanos. Conservar el poder está asociado a la capacidad de gestionar el gobierno. Para mí, lo más importante es conquistar y conservar la confianza de los ciudadanos. Permítame hacer aquí una distinción entre el Gobierno y el poder. Una cosa es encontrarse aquí, en este palacio, sentarse en el sillón del primer ministro y ser responsable del Gobierno; pero otra cosa es detentar el poder. En el transcurso de estos meses, me he dado cuenta de que existen poderes y mecanismos más poderosos que el Gobierno de un país: está el poder del dinero, el poder de los intereses mezclados de los bancos y los medios de comunicación... Toda una relación, desarrollada por el antiguo régimen a lo largo de los años anteriores, que pervive. Obviamente, cuando se es miembro de la Unión Europea y uno se encuentra en las condiciones de vigilancia que usted conoce, los márgenes de decisión y maniobra son muy limitados. Por eso la reivindicación más importante es la de la soberanía del pueblo y de la democracia. Los pueblos eligen gobernantes que tienen grados de libertad limitados para tomar decisiones. Las decisiones son adoptadas a puerta cerrada por personas que no rinden cuentas a los pueblos, por personas no elegidas...

–¿Quiénes son esas personas?

–Si va a Fráncfort, al gran edificio del Banco Central Europeo, allí podrá encontrarlas.

–¿Tiene la impresión de que es más bien la «maquinaria comunitaria» quien dirige Europa y no los Estados?

–Tengo la impresión de que existe un directorio, principalmente financiero, que decide en ausencia de los pueblos y que establece marcos dentro de los cuales los gobiernos están obligados a operar. Más concretamente, temo que, gradualmente, seamos conducidos hacia una Europa dirigida por los banqueros, una Europa en la que la opinión de los dirigentes de los bancos –el Bundesbank, el BCE– será más importante que la de los jefes de Estado. Y, finalmente, temo que seamos llevados hacia una transformación de la Unión Europea en una Unión alemana. Y hacia una transformación de la Alemania europea en una Europa alemana hegemónica. Desafortunadamente, estas transformaciones institucionales no crean una perspectiva duradera para los pueblos de Europa.

–Si ocupara el puesto de Mario Draghi, ¿llevaría a cabo la misma política que él?

–¡No podría ocupar el puesto de Mario Draghi! Pero, si se diera esta hipótesis, sin duda habría seguido una política de expansión financiera. Para salir de la crisis es necesario relegar al olvido las recetas de austeridad, que han fracasado. Es lo que se ha hecho en Estados Unidos a partir de 2008 y ahí están sus repercusiones positivas. Cuando se comparan las tasas de crecimiento y de paro de Estados Unidos y de Europa entre 2008 y la actualidad, se aprecia que en Estados Unidos la tasa de crecimiento aumenta mientras la tasa de paro disminuye; y, a la inversa, en Europa sufrimos un estancamiento, una gran recesión y un fuerte aumento del paro.

–¿Cuál es, según usted, la reforma más urgente y más decisiva para salvar Grecia?

–La reestructuración de la deuda. Con una deuda que alcanza el 180% del PIB, con una deuda no sostenible no se pueden crear condiciones de estabilidad en la economía; y esto debe ir acompañado de reformas estructurales.

–¿Cuáles?

–Para mí, la más importante es la reforma fiscal en la medida en que debe hacer que los poseedores de la riqueza soporten la carga más pesada.

–Si hubiera sabido antes de su victoria todo lo que ha aprendido después como primer ministro, ¿qué compromisos no hubiera asumido durante su campaña?

–Durante la campaña electoral asumí los compromisos que he juzgado indispensables para hacer salir al país de la crisis. Estos compromisos tienen una perspectiva de cuatro años, y tengo la intención de cumplirlos. El compromiso más difícil que he asumido frente al pueblo griego ha consistido en poner fin a la política de austeridad y transferir las cargas a los más ricos. Y bien, hemos promulgado una serie de leyes en esta dirección: la ley sobre la crisis humanitaria, facilidades para los ajustes de las deudas de los contribuyentes, la lucha contra la evasión fiscal... Pero, en estos tiempos, Grecia es objeto de un chantaje financiero sin precedentes. Cualquiera puede constatarlo. Esta presión, de naturaleza puramente política, tiene como finalidad obligarme a traicionar mis promesas electorales. No porque fueran nocivas, sino porque podrían ser contagiosas. Entiéndame: hoy Europa no quiere que ponga en práctica mis compromisos porque, si se diera el caso, todos los países europeos verían entonces que existe otra vía mejor, menos dolorosa, y caerían en la tentación de seguirla.

–¿Qué impacto tendrá el éxito o fracaso de Syriza en Podemos?

–Si Syriza triunfa, es probable que Podemos logre la victoria en las elecciones legislativas españolas y se acerque al poder. Más aún: los partidos del bloque burgués se verán obligados, por la presión que sufrirán por parte de sus electores, a adoptar posiciones más radicales, ya se trate de Portugal, con el partido socialdemócrata, o de Francia, en donde los socialista se dejan tentar por recetas neoliberales. Hemos comprobado cómo, en las elecciones autonómicas y locales en España, los ciudadanos han apoyado a fuerzas que constituyen una alternativa al bipartidismo. Estas fuerzas alternativas están en contra de la «vía única» de la austeridad destructiva y a favor de la justicia social. Dicho esto, señalo que el éxito de Syriza en Grecia es visto como una amenaza no porque podría desembocar en la victoria de otros partidos de la izquierda radical en otras partes de Europa, sino porque este éxito, en primer lugar, desencadenaría el desmoronamiento de la opción pretendidamente ineludible de la austeridad y , en segundo, repicarían las campanas por el neoliberalismo como modelo en Europa.

–El fraude fiscal en Grecia oscila entre 20.000 y 40.000 millones de euros por año. ¿Qué puede hacer para poner fin a esto?

–Es difícil dar cifras precisas sobre este aspecto, pero es cierto que este fraude alcanza cotas altísimas. Hemos desplegado ya numerosos esfuerzos para reforzar los mecanismos de control, en particular los que conciernen a las famosas listas de evasores fiscales. Hemos obligado a algunas personas que estaban «protegidas» a pasar por caja; nos hemos puesto de acuerdo con el Gobierno suizo para que los griegos que poseen cuentas en los bancos helvéticos paguen los impuestos correspondientes. Pero, por supuesto, para luchar eficazmente contra la vasta evasión fiscal que existe principalmente en el ámbito del contrabando de combustible o de tabaco, para desmantelar todas estas redes, será necesario más tiempo. Desafortunadamente, detrás de todos estos procedimientos hay personajes muy poderosos que tienen un enorme poder económico y que encuentran los medios para corromper los mecanismos de control del Estado, y luego, pues, protegerse. Pero, personalmente, creo que si un Gobierno tiene una auténtica voluntad política, tarde o temprano lo logrará. Y ahí es donde reside la diferencia con nuestros predecesores. Nosotros hemos demostrado desde el principio que queríamos medirnos con estas fuerzas oscuras, con el antiguo régimen, con la oligarquía que ha conducido al país a la catástrofe y que continúa enriqueciéndose cuando aún las capas medias y pobres de la población continúan sufriendo.

–Usted cuenta incluso con un ministro encargado específicamente de la lucha contra la corrupción...

– Sí, esto también ha constituido una gran innovación; una ruptura con el pasado.

–¿La salida de Grecia de la zona euro o de la Unión Europea es una opción concebible?

–Hay que entender que llevamos a cabo igualmente una lucha por los otros pueblos, que no luchamos solamente a favor de Grecia sino a favor de Europa. Nuestra visión es la de una Europa unida, con una moneda única, una política económica común, una Europa que no trabaja para las multinacionales y los bancos. Una Europa que trabaja para los pueblos, para la prosperidad de los pueblos. En esto consiste la lucha que mantenemos actualmente. Nos quieren convencer de que quienes –perdone la audacia– no se conforman con estas recomendaciones tendrán que cerrar la puerta y marcharse. Nosotros no aceptamos esta alternativa.

–Entonces, la salida de la zona euro o de la Unión Europea no forma parte de su planteamiento intelectual...

–No, al contrario. Por eso es tan importante nuestra lucha. Lo repito: se trata de una lucha que no sólo está destinada a cambiar Grecia, sino a cambiar Europa. Permítame que le diga una cosa: si Grecia no formase parte de la zona euro, la Prensa mundial y las bolsas no se ocuparían de las declaraciones que hago en cada momento, no intentarían saber cómo voy a acostarme o levantarme. Pero se da el caso de que formamos parte de la zona euro y todos saben perfectamente, a pesar de las presiones y de las amenazas, que el desmoronamiento de Grecia o su salida del euro tendrían un impacto enorme a nivel de la economía mundial.

–¿Piensa que el euro podría sobrevivir a un «grexit»?

– Creo que si el «grexit» tuviera lugar en condiciones de ruptura, la incertidumbre que resultaría de ello sería inmensa. También creo que, al día siguiente, todo el mundo buscaría quién sería el siguiente...

–¿Debe Grecia salir del euro para volver al dracma y poder devaluar y exportar, tal y como ha dicho el ex presidente francés Valéry Giscard D’Estaing?

–Ante todo, juzgo legítimos todos los puntos de vista manifestados a lo largo de este periodo. Pero me gustaría recordar algunos hechos. En 1980, Grecia se adhirió a la CEE cuando la decisión de la Comisión en la época era negativa. Se trataba de una decisión política. En 2000, Grecia fue admitida en la unión económica y monetaria, en la zona euro, sin cumplir las condiciones requeridas. Se trataba de una decisión política. Hoy, que Grecia permanezca o no en la zona euro es nuevamente una decisión política. ¿Por qué? La Europa unida, desde los años 70, es una comunidad que se amplía, igual que la zona euro. Pero si Grecia tuviera que salir, por primera vez no se trataría de sumar sino de restar. Europa ya no estaría unida, sino dividida. ¿Quién osaría mantener que semejante conmoción no respondería a causas económicas?

–Desde que Grecia se adhirió a la Unión Europea, se ha beneficiado ampliamente de los fondos estructurales que, sólo en su caso, han representado a partir de 1988 el equivalente al 4% de su PIB, es decir, más que el «plan Marshall». Sin la UE, ¿dónde se encontraría hoy Grecia?

–Grecia adoptó una elección política a finales de los años 70, la de adherirse a la CEE. La economía griega ha sido estructurada sobre la base de esta elección. Es inútil intentar imaginar, 35 años después, lo que habría sido de Grecia si hubiera seguido otra vía. No podemos rehacer la Historia.

–Su primera visita al extranjero fue a Chipre que, como Grecia, está sometida a un plan de austeridad establecido por la troika. ¿Cómo explica que la economía de Chipre levante cabeza mientras que la economía griega sigue en peligro?

–Es una tradición; todo nuevo primer ministro griego debe ir a Nicosia. Simplemente quisiera destacar que la crisis chipriota no es de la misma naturaleza que la crisis griega. Evidentemente, nos alegramos de ver cómo la isla reanuda su crecimiento y deseamos que nuestros hermanos chipriotas continúen por esta vía.

–Según usted, ¿cuál es el líder europeo que mejor ha comprendido la dolorosa situación de Grecia?

–Creo que la mayoría ha comprendido la situación, pero tienen prioridades diferentes y algunos no tienen la fuerza para desempeñar un papel a la altura de lo que está en juego. No creo que exista nadie que intente negar que el programa aplicado hasta el presente a Grecia haya fracasado: pero, para algunos, es difícil admitirlo. No creo que haya ni un solo responsable que no pueda comprender que el pueblo griego ha sufrido mucho y que no puede seguir sufriendo.

–¿Cómo definiría sus relaciones con François Hollande y con Angela Merkel?

–Los dos tienen conciencia de la realidad, pero están obligados a preservar los equilibrios. François Hollande no está en disposición de tomar él solo decisiones en Europa, es evidente; en cuanto a Angela Merkel, está obligada a defender la política que ha aplicado hasta la fecha, a pesar de que ella misma sufre fuertes presiones por parte del ala conservadora de su grupo parlamentario y del nuevo partido, Alternativa por Alemania, que es contrario al euro. Estas fuerzas juegan la carta del populismo y se esfuerzan en socavar la solidaridad con los otros países de la UE.

–¿Cómo se debe interpretar el reciente acercamiento de Grecia hacia Rusia?

–Grecia ha mantenido tradicionalmente relaciones estrechas con Rusia. Estos últimos años, estas relaciones han atravesado un periodo de regresión; pero no tenemos auténticas razones para mantener esta frialdad. Por el contrario, tenemos que reavivar estas relaciones. Deseo que la política exterior de mi país sea activa y multidimensional. Grecia es miembro de la Unión Europea y, respecto a este tema, debe ceñirse a las obligaciones que se derivan de este ámbito; pero, al mismo tiempo, ocupa una posición particular en el mapa y dispone de una dinámica geopolítica que debe hacer valer no solamente por el bien de los griegos, sino igualmente por el bien de Europa. Podemos convertirnos en un puente entre Occidente y Rusia, un puente entre Occidente y los países árabes; diría incluso que si logramos instaurar un nuevo statu quo en nuestras relaciones con Ankara, podremos igualmente convertirnos en un puente entre Occidente y Turquía.

–¿Y qué piensa de Vladimir Putin como líder? ¿La idea que él tiene del orden, de la estabilidad y de la libertad coincide con sus convicciones?

–Seré el último en defender la política mantenida por Putin en el interior de Rusia. Sin embargo, debo admitir que forma parte de los líderes que han logrado crear en poco tiempo un sentimiento de orgullo nacional y de dignidad en un pueblo que estaba completamente traumatizado después de 1990. Lo que explica que sea el jefe incuestionable de una gran potencia como Rusia.

–¿Cuál es su opinión sobre la anexión de Crimea a Rusia por orden de Putin?

–Si queremos ser sinceros –y sin que esto implique el menor desprecio de las reglas del Derecho Internacional–, hay que admitir que Crimea es una región ligada a Rusia desde la noche de los tiempos. Personalmente, considero que habría que haber evitado esta crisis en Ucrania y, por extensión, esta revolución en Crimea, que está lejos de ser agradable... Pero también hay que ver que la crisis en Ucrania es indisociable de las relaciones perturbadas, en estos últimos años, entre Occidente y Rusia. No puedo imaginar el futuro de una nueva arquitectura de seguridad en Europa sin Rusia. Tanto más cuanto que las amenazas asimétricas se han vuelto hoy más importantes para la civilización europea que la política de Rusia. Y tanto Estados Unidos como los dirigentes de Europa han tardado en darse cuenta. Le recuerdo que hace dos años esperábamos que las potencias europeas bombardeasen Siria. Pero, hoy, todos vemos cómo el problema proviene más bien del Estado Islámico, cuyas exacciones y ambiciones constituyen una amenaza que no se limita a las fronteras de Oriente Medio sino que puede concernir al corazón mismo de Europa.

–¿Debo deducir que usted recusa las sanciones contra Rusia?

–Creo que la guerra económica no nos lleva a ninguna parte. Estoy a favor del trabajo de la diplomacia.

–Pero si recusa las sanciones, ¿qué propone para restaurar la integridad territorial de Ucrania?

–Creo que el acuerdo de Minsk constituye un paso muy importante. Hay que ahondar en este acuerdo y llevar a Rusia y Ucrania a la mesa del diálogo para imponer un alto al fuego duradero en las regiones en conflicto.

–Según usted, ¿sería concebible una salida de Reino Unido de la Unión Europea?

–A partir de ahora estamos obligados a contemplarlo. El resultado de las elecciones británicas ha conducido a un referéndum en 2017 y, en ese momento, las posibilidades de un «brexit» serán mucho mayores.

–¿Hasta dónde hay que ampliar la Unión Europea?

– Primero hay que detener a quienes quieren dividirla. Por lo que nos concierne, seguimos abiertos a la idea de una ampliación de la Unión Europea, principalmente en los Balcanes occidentales, a condición de que Europa continúe siendo uniforme y no sea una Europa a varias velocidades.

–No hemos hablado mucho de Estados Unidos. Una pregunta directa: ¿cree en la necesidad de unidad entre los dos márgenes del Atlántico?

–Sí, por supuesto. Compartimos un pasado y un presente comunes, especialmente a través de la comunidad greco-americana con cuyos representantes me reúno a menudo. Veo también un futuro común entre Europa y Estados Unidos; pero veo un futuro igualitario, sobre la base del respeto de la diversidad. Tengo que decir que en estos últimos años Estados Unidos nos ha dado un apoyo constante, resaltando la necesidad de atacar la crisis de manera que pueda promover el desarrollo. Han comprendido, mejor que los europeos, que las políticas de austeridad no sirven de nada.

–Usted no juró su cargo de primer ministro sobre la Biblia el día de investidura. ¿Se debe a que prometió separar la Iglesia del Estado?

–Lo que esto demuestra sobre todo es que creo que la Iglesia debe permanecer en su lugar y el Estado en el suyo; no es una manifestación de no respeto sino todo lo contrario, de respeto a la Iglesia.

¿La Iglesia ortodoxa griega debería abandonar una parte de sus bienes para contribuir a la recuperación económica del país?

–Creo que debe iniciarse un diálogo sustancial con la Iglesia para valorar su fortuna; y esto, en provecho de la Iglesia misma, pero también del pueblo griego. Para ello, la propuesta que ha hecho el arzobispo, que es interesante, es la siguiente: habla de una valoración del patrimonio eclesiástico que consistiría en ingresar la mitad de las rentas al Estado y la otra mitad a la iglesia para que pueda funcionar. Estoy abierto a esta propuesta.

–¿Corre peligro la coalición de gobierno que dirige debido a las diferencias con sus sus socios de Griegos independientes?

–Panos Kammenos (líder de ANEL y ministro de Defensa) es una persona honesta. Hay ciertas opiniones que difieren de las mías en lo que concierne a la religión, la inmigración, pero no es extremista. Samaras era mucho más extremista sobre la inmigración. Ha hecho de su partido un partido de centro derecha. Y la razón por la que hemos colaborado no es únicamente por nuestra honesta oposición al memorándum. Queremos mostrar que Grecia tiene un Gobierno que obra por el bienestar de todos los ciudadanos, cualesquiera que sean sus convicciones, y no un Gobierno que quiere tomarse la revancha de lo ocurrido en el pasado.

–¿Y Amanecer Dorado? ¿Cómo explica usted el éxito de este partido abiertamente neonazi que ha acabado por convertirse en la tercera fuerza política de Grecia?

–Ninguna sociedad cuya cohesión social esté disuelta –como la de la sociedad griega, que lo ha estado brutalmente durante los cinco últimos años– está inmunizada contra el fascismo. Amanecer Dorado ha aparecido con sus eslóganes xenófobos para pescar en las turbias aguas del miedo, de la inseguridad y de la desesperación. Pero, durante años, este movimiento ha prosperado gracias a la tolerancia de los medios de comunicación y de los partidos dominantes, que adoptaban su programa xenófobo y su populismo. Sus actividades criminales eran sistemáticamente silenciadas. Cuando el «establishment» se ha desplomado, Amanecer Dorado ha aprovechado la ocasión y se ha reforzado electoralmente. Para nosotros, el problema consiste en hacer frente a este grupo por medios legales y eliminar el fenómeno de la extrema derecha gracias a una política social que alcance al conjunto de la población y, sobre todo, a los más desfavorecidos; y gracias, también, a una lucha sistemática contra la xenofobia.

–¿Está seguro de poder controlar las aspiraciones del ala más radical de Syzira?

–Estamos acostumbrados a los puntos de vista diferentes. En esto reside, desde el principio, la fuerza de Syriza: ser un partido pluralista. Y seguimos siéndolo.

–Antes de las elecciones, era hostil a las privatizaciones, ahora cederá ante la troika...

–Sigo estando en contra de las privatizaciones, pero cuando se emprende una negociación y se quieren mantener compromisos, hay que dar algo a cambio de algo. Si me piden hacer concesiones sobre el empleo, las jubilaciones o las privatizaciones, elegiría, con el corazón encogido, hacer concesiones sobre las privatizaciones; y esto, para preservar lo esencial.

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