Historia

Manila

Un aplauso a los cooperantes

Donación de kits sanitarios a un consultorio médico
Donación de kits sanitarios a un consultorio médicolarazon

Justo antes de tomar tierra en Manila, el comandante del avión en el que viajábamos anunció por megafonía la presencia en la nave de cooperantes internacionales, y quiso agradecer, en nombre de su tripulación, y en el de su país, nuestro viaje y nuestra ayuda a los damnificados del tifón Yolanda.

Antes de que pudiera acabar sus palabras, el piloto fue interrumpido por un enorme aplauso del resto del pasaje, un aplauso unánime y emocionado, de esos que sólo se escuchan tras un aterrizaje problemático; una ovación que me sonó a gloria, especialmente por las cooperantes de Mensajeros de la Paz que estaban a mi lado con sus chalecos de voluntarias, y hacia las que los pasajeros que nos rodeaban se habían vuelto, mirándoles con la dulzura del agradecimiento, y por el grupo de 21 chicos de rescate de DYA de Vizcaya que también viajaban con nosotros.

Nunca hubo un general tan orgulloso de su tropa como yo en esos momentos encabezando, de algún modo, esa legión de gente buena. En las bodegas del avión viajaba la carga de ayuda humanitaria: más de 20.000 kits sanitarios, medicamentos, alimentación infantil... pero el verdadero tesoro que los españoles estaban enviando a Filipinas estaba ante mí, 23 corazones latiendo fuerte, 23 corazones tan grandes como sus ganas de ayudar.

Todos habían dejado sus familias, el confort de sus casas, a sus maridos, hijos, o novias. Después de 17.000 Km. y 24 horas de viaje, ni siquiera sabían donde iban a dormir esa noche, aunque todos estaban seguros que al día siguiente habrían de enfrentarse con la tragedia humana en su más pura esencia: el dolor de los que han perdido lo suyo y a los suyos, la desolación y el caos, la enfermedad, y la muerte entre los escombros. Pero ninguno se quejaba, todos sonreían; muchos bajaban los ojos tal vez abrumados por la admiración que despertaban, como quitándole importancia a su acción meritoria.

Los cooperantes son los verdaderos apóstoles del siglo XXI, los misioneros laicos de la solidaridad, esos jóvenes generosos y valientes que cada día afianzan mi certeza de que un mundo mejor es posible. Dios les bendiga.