Mitt Romney

Un cuestionado FBI se convierte en el árbitro al final de la campaña

La demócrata confía en que el archivo de la causa dé un último impulso a su carrera presidencial

El director del FBI, James Comey
El director del FBI, James Comeylarazon

Ha sido su espada de Damocles durante toda la campaña presidencial. Unos e-mails enviados desde su cuenta personal con contenido sobre seguridad nacional de cuando era secretaria de Estado que han hecho que su carrera a la Casa Blanca se tambaleara. Cuando en julio el FBI dio por concluida la investigación y cerró el caso, Hillary Clinton respiró y consiguió despegarse en las encuestas de su rival, Donald Trump. Pero cuando el 28 de octubre el director del FBI, James Comey, reabrió de nuevo las pesquisas por la «aparición» de una ristra de nuevos correos, la demócrata recibió un duro revés. El republicano, por primera vez, la superaba en los sondeos. Así que, como era lógico en su «modus operandi», el magnate, nada más conocer que de nuevo el FBI archivaba el caso arremetió contra la Justicia, el «establishment» y, en resumen, contra todo aquello que puede impedirle llegar al Despacho Oval. «Clinton está protegida por un sistema totalmente amañado (...), por una clase dirigente en Washington completamente corrupta», afirmó durante un acto electoral en la ciudad de Sarasota. Es más, puso en duda el trabajo de los agentes federales al cuestionar: «¿Cómo se pueden revisar 650.000 correos en ocho días? Es imposible». De nuevo, el multimillonario volvía a atacar el sistema, su mantra que sigue atrayendo a millones de estadounidenses. Además, prometió que si él llega a la Casa Blanca, la investigación sobre los correos electrónicos de Clinton «no va a desaparecer», y pidió acudir a las urnas para «acabar con un sistema que protege a Clinton y nos roba los trabajos y los manda a México». «Los agentes del FBI no permitirán que salga impune de sus terribles crímenes, incluida la eliminación de sus 33.000 correos después de recibir una citación del Congreso», aseveró.

Como era de esperar, la noticia llegó con entusiasmo a la campaña de los demócratas, aunque al producirse a tan sólo 48 horas de la votación resulta complejo aventurarse a afirmar que esta decisión impulse a nuevos votantes a decantarse por la demócrata. Según los expertos, los que dudan en dar su voto a la ex secretaria de Estado no tienen en su argumentario el caso de los e-mails, sino más bien su falta de carisma, su frialdad, su pertenencia al «establishment» y su apellido. Por lo que, a estas alturas, pocos confían en que esta bomba de oxígeno de cara a sus últimos mítines se refleje en la votación de hoy.

Con este escándalo, más político que judicial, el director del FBI ha conseguido lo que parecía imposible en esta campaña presidencial, la más sucia en la historia de Estados Unidos: unir al Partido Demócrata y al Republicano en algo. De esta forma, se ha convertido en el hombre más odiado en ambas formaciones políticas. Los demócratas le han acusado de utilizar políticamente el asunto, mientras que los republicanos le acusan de no haber utilizado la suficiente mano dura para enfrentarse a Clinton. Comey fue nombrado en 2013 por Obama para dirigir el FBI y, aunque republicano confeso, el presidente consideró su nombramiento como vía para establecer consensos con los conservadores. Desde que se encontró en el punto de mira por el «caso Clinton», ha asegurado públicamente que su investigación no ha estado condicionado por ningún partido, ya que él no milita en ninguno de ellos en este momento ni ha ofrecido donaciones a ningún candidato, como sí hizo John McCain, en 2008, y Mitt Romney, en 2012.

Tras el comunicado de Comey, hecho público el domingo por la tarde, empezaron a subir las 30 compañías del Dow Jones y todas las de los once sectores mayores del índice S&P500. A la vez, subieron los mercados internacionales y las cotizaciones en Estados Unidos de empresas con intereses mexicanos después de toda la campaña en contra que ha hecho el republicano del país vecino.