Estados Unidos
Un mes de tropiezos para Hillary Clinton
En mayo salió ilesa de la reaparición mediática de Monica Lewinsky y superó sin rasguños los ataques sobre su estado de salud, pero junio ha sido un mes difícil para Hillary Clinton, que ha tropezado con sus propias declaraciones sobre sus ingresos mientras caen las ventas de su libro de memorias.
"Cuando (Bill Clinton y yo) dejamos la Casa Blanca, estábamos completamente arruinados". Con esas pocas palabras, pronunciadas en una entrevista desde la mansión decorada con maderas de caoba y alfombras orientales que posee en Washington, la ex secretaria de Estado trazó a mediados de este mes una imagen difícil de borrar.
Es la de una política adinerada, que viaja en aviones privados, cobra 200.000 dólares por cada discurso y sin embargo se queja de las dificultades económicas que ha tenido que superar.
Ese retrato no sólo le ha valido acusaciones de falta de sensibilidad con los problemas de los estadounidenses de clase media, sino que ha hecho las delicias de los republicanos que vigilan cada uno de sus movimientos en la precampaña para las elecciones presidenciales de 2016.
El error, quizá el más grave en la maratón de entrevistas y discursos pagados que Clinton concede como antesala de su esperada decisión sobre si volverá a competir o no por la presidencia, ha obligado a la ex primera dama a matizar en las últimas dos semanas sus declaraciones y tratar de salvar su imagen ante los votantes.
"Puede que esa no fuera la forma más astuta de decir que Bill y yo hemos atravesado muchas fases. Obviamente, hemos sido muy afortunados", admitió Clinton hace unos días en Chicago.
En una entrevista con el diario británico "The Guardian"hace una semana, la ex secretaria de Estado quiso distinguirse de los "verdaderamente pudientes", al subrayar que su esposo y ella pagan impuestos sobre sus ingresos, algo que esquivan otras grandes fortunas del país.
Pero tampoco eso ha acallado a los críticos, y el error de Clinton amenaza con convertirse en un obstáculo político similar al que tuvo el ex candidato presidencial republicano Mitt Romney cuando menospreció al "47 % de los ciudadanos"del país que según él dependían del Gobierno o el que afrontó el aspirante de ese partido en 2008, John McCain, cuando dijo que no podía recordar cuántas casas poseía.
Por si fuera poco, la gran dama de los demócratas también afronta una controversia por la principal fuente de ingresos con la que ha reconstruido su riqueza desde que dejó la Casa Blanca en 2001: los discursos pagados que ofrecen tanto ella como su esposo.
Mientras ella lanzaba su carrera al Senado y más tarde su frustrada campaña presidencial de 2008, que le generó nuevas deudas, el ex presidente de EEUU recaudó 104,5 millones por dar 542 discursos entre 2001 y 2013, según un análisis de sus declaraciones financieras publicado el viernes por el diario The Washington Post.
Un grupo de estudiantes de la Universidad de Nevada en Las Vegas le pidió este viernes a Hillary que rechazara los 225.000 dólares que prevé cobrar en octubre por un discurso en ese centro y donarlos en su lugar a los alumnos, asfixiados por el creciente coste de las clases.
El entorno de Clinton defiende que hablar ante distintos grupos es más ético que trabajar para firmas financieras que pueden estar ligadas a grandes grupos de interés, y la ex secretaria de Estado ha buscado otra fuente de ingresos con su libro "Decisiones Difíciles"("Hard Choices").
Pero las memorias del tiempo de Clinton como secretaria de Estado cayeron de las 85.000 copias vendidas en la primera semana a las 48.000 en la segunda, lo que supone un revés para la editorial, que envió un millón de copias a todo el país.
Persistente de entrevista en entrevista en su promesa de que todavía no ha tomado una decisión sobre si competirá por la Casa Blanca, la constante exposición mediática que enfrenta Clinton por ser considerada la gran baza de los demócratas la ha sometido a un escrutinio inusualmente temprano.
Es precisamente eso lo que expone a la luz pública sus tropiezos mucho antes de que comiencen siquiera las elecciones primarias de 2016, incluso a pesar de tratarse de una figura que ha sido examinada incontables veces con lupa como primera dama, candidata al Senado, aspirante a la presidencia y secretaria de Estado.
Embarcada en su imparable circuito mediático, Clinton encara el mes de julio con la esperanza de que sea más amable que el que acaba, y con un lema constante en la manga: su cuenta bancaria no empaña su historial en defensa de la clase media.
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