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Una Unión Europea a la defensiva

La Razón
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El resultado de la reunión extraordinaria de los máximos dirigentes europeos en relación a la crisis humanitaria que se está viviendo en el Mediterráneo vuelve a dejar muchas dudas. ¿Es que la Unión Europea sólo puede afrontar el reto de la inmigración a la defensiva? ¿Es que no existen razones suficientes para responder con visión a largo plazo? A la luz de estos acontecimientos, desde diferentes espectros del ámbito civil, político o religioso se apela a la responsabilidad de Europa en la asunción de medidas eficaces para evitar nuevas tragedias, pero, ¿por qué debemos apelar a esta responsabilidad? En primer lugar por razones humanitarias. La mayoría de las personas que pierden la vida tratando de llegar a Europa proceden de países inmersos en situaciones de emergencia compleja, resultado de la combinación de diversos factores: el desmoronamiento de la economía formal y de las estructuras estatales, los conflictos civiles, las hambrunas o las crisis sanitarias. La empatía como seres humanos iguales en derechos y dignidad, junto con los tratados internacionales que consagran esta idea, debieran guiar nuestra perspectiva con respecto a la acogida.

En consonancia con lo anterior, la UE debe trabajar unida para abordar el reto migratorio desde una perspectiva multidimensional: aumentar las capacidades de Frontex, aplicar las directivas del Sistema europeo de asilo, reforzar la cooperación con los países de origen, perseguir el tráfico de personas, etc. Los hechos muestran que mantener una estrategia meramente reactiva no da resultado, el abordaje del hecho migratorio ha de ser integral y bajo una perspectiva común. Los 28 deberán asumir de una vez por todas la necesidad de buscar una Política Migratoria Común que reparta esfuerzos y responsabilidades.

En segundo lugar, porque debemos ser consecuentes con los valores que inspiraron la construcción europea. Dichos valores se inspiran en la herencia cultural, religiosa y humanista de Europa, y así se recogen el Título I del Tratado de Lisboa: «La Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías». Si olvidamos estos valores y tratamos al inmigrante como un mero factor de producción (útil en la medida que contribuya al crecimiento económico de nuestros países), estaremos insistiendo en un modelo económico que deshumaniza a la persona, y que, como se ha demostrado, es radicalmente ineficaz para el desarrollo de nuestras sociedades.

Por último, el modelo de sociedad que se recoge en los tratados «se caracteriza por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres».

Es evidente que la integración de los inmigrantes supone un desafío para nuestras comunidades en términos políticos, económicos y sociales. Pero lo cierto es que hubo un momento en la historia en que los europeos decidimos apartar nuestras diferencias y construir un sujeto político que refleja la diversidad de nuestras particularidades nacionales. Nos hemos unido siendo diversos, porque los valores que construyeron Europa son valores como la convicción en la dignidad de todos los seres humanos, y el deseo de poder construir en libertad un futuro mejor para todos. Recordemos lo que construyó Europa para construir el futuro.

*Cátedra de Inmigración de la Universidad Francisco de Vitoria