Oriente Medio
Varios ataques coordinados del Estado Islámico siembran el caos en Bagdad
El grupo terrorista intensifica su campaña en la capital para desestabilizar el Gobierno de Abadi
El grupo terrorista intensifica su campaña en la capital para desestabilizar el Gobierno de Abadi
El Estado Islámico (EI) volvió a atacar ayer Bagdad con un asalto coordinado a una planta de gas, al norte de la capital, y tres atentados con bomba en zonas comerciales que se saldaron con un total de 22 muertos. El ataque a las instalaciones de gas tuvo lugar en la madrugada, cuando un coche bomba estalló en la entrada de la planta de gas natural de Taji, al norte de Bagdad. Después, seis suicidas e insurgentes entraron en las instalaciones y se enfrentaron a las Fuerzas de Seguridad hasta que finalmente fueron abatidos.
Dos helicópteros militares fueron desplegados desde la base militar de Taji para combatir a los yihadistas, según indicaron las autoridades. El gobernador de Bagdad, Ali al Tamimi, precisó que diez personas, entre ellas siete policías y tres guardias, murieron durante el asalto, además de los seis yihadistas.
Durante el tiroteo, se incendiaron tres tanques de almacenamiento de gas, pero «los Bomberos lograron controlar y extinguir el incendio provocado por las explosiones», explicó el viceministro de Petróleo, Hamid Younis, que agregó que el ataque no afectará a la producción de la planta, que proporcionaba 153 megavatios a la ya sobrecargada red nacional antes del ataque.
El asalto yihadista fue reivindicado por la agencia de noticias Aamaq, vinculada al grupo radical, que aseguró que un grupo de «soldados del Califato» atacó la refinería de gas natural.
Horas después, en la localidad de Al Latifiya, 20 kilómetros al sur de Bagdad, un vehículo cargado de explosivos, aparcado cerca de una zona comercial, explotó al paso de una patrulla del Ejército, lo que provocó la muerte a dos civiles y dejó heridas al menos a doce personas, entre ellas varios soldados.
El asalto a la planta de gas es el último de una serie de ataques mortales que, desde el pasado miércoles, se han cobrado más de un centenar de vidas. El sábado, media decena de miembros de las Fuerzas de Seguridad combatientes tribales suníes murieron en una ataque de miembros del EI en Amiriyat Faluya, en la provincia de Anbar. El viernes, tres atacantes yihadistas abrieron fuego en un café en Balad, sede de una peña del Real Madrid, y mataron al menos a 13 personas en el lugar, antes de hacerse volar por los aires durante un tiroteo con la Policía, que acabó con la vida de siete agentes. El jueves, dos suicidas se inmolaron en una estación de Policía en el oeste de Bagdad y mataron a tres agentes. Y el miércoles, más de 90 personas murieron en una serie de ataques suicidas, uno de los días más sangrientos en Bagdad este año.
El grupo terrorista está atacando objetivos civiles, especialmente chiíes, y estratégicos en las áreas controladas por el Gobierno en respuesta a la pérdida de un tercio de su propio territorio y para contener a las fuerzas gubernamentales que preparan una ofensiva para recuperar Mosul. La oleada de atentados en la última semana también es un intento de desestabilizar la seguridad y crear el caos en Bagdad, en medio de la crisis política que atraviesa el Gobierno del primer ministro, Haider Al Abadi, acorralado por las protestas masivas de los seguidores del clérigo radical Muqtadar Al Sadr.
Según diversos expertos antiterroristas, el EI ha conseguido mantener una red de células durmientes que se refugian en el llamado «cinturón de Bagdad», localidades de mayoría suní en el extrarradio de la capital, con capacidad para preparar coches bomba y entrenar también a cientos de combatientes y terroristas suicidas.
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