Política

Damasco

Viento a favor para Asad

El rechazo occidental a los islamistas y las últimas victorias sobre el terreno refuerzan al presidente sirio

La ciudad de Deir Ezzor, a 450 kilómetros al noreste de Damasco, ha quedado destruida por las bombas y más de dos tercios de sus habitantes han huido
La ciudad de Deir Ezzor, a 450 kilómetros al noreste de Damasco, ha quedado destruida por las bombas y más de dos tercios de sus habitantes han huidolarazon

Los esfuerzos diplomáticos para alcanzar un acuerdo de paz en Siria no se reflejan sobre el terreno. Con más de 120.000 muertos, esas expectativas no se divisan en el horizonte cercano. Tanto el régimen sirio del presidente Bachar al Asad como los rebeldes han mostrado su disposición a participar en la conferencia Ginebra 2, prevista para el 22 de enero, pero mientras llega la cita, las fuerzas oficiales prosiguen su ofensiva para recuperar territorio en Alepo, Homs y las montañas de Qalamoun, cerca de la frontera con el Líbano.

El Gobierno de Asad se encuentra en una posición de fuerza tras haber retomado el control de la localidad de Tel Hasel, al sureste de Alepo, que estaba ocupada por yihadistas del grupo Estado Islámico de Irak y del Levante (ISIL), y las poblaciones vecinas de Al Safira y de Tel Aran. Tras el avance de las tropas gubernamentales en la capital económica del país (Alepo), las principales facciones islamistas han hecho un llamamiento a los rebeldes para que se unan a sus fuerzas con el objetivo de frenar a las tropas sirias. El régimen también ha recuperado el control de algunas localidades de la provincia central de Homs, región estratégica que conecta con Damasco y Latakia, feudo de la minoría alauí, a la cual pertenece Asad.

Al avance sobre el terreno se suma la ofensiva diplomática del Gobierno sirio, que últimamente se ha apuntado varios éxitos, como el acuerdo de septiembre para destruir su arsenal químico a cambio de frenar una intervención militar norteamericana. La opinión pública occidental recela cada vez más del bando rebelde, dominado por grupos terroristas islamistas que han llevado a cabo matanzas de cristianos sirios y purgado a soldados rebeldes por traidores. Además, el pacto entre Irán –principal aliado de Damasco en la zona– y las potencias occidentales sobre el programa nuclear refuerza al presidente.

La nueva ofensiva del régimen se centra ahora en las montañas de Qalamoun, a sólo 20 kilómetros de la localidad fronteriza libanesa de Arsal. En la batalla por Qalamoun las tropas de Asad, apoyadas por milicianos libaneses de Hizbulá y de las Brigadas de Abu Fadel Abás, un grupo chií iraquí, se enfrentan a los islamistas del ISIL y del Frente Al Nusra, ambos vinculados a Al Qaeda, así como a miembros de facciones islamistas afines.

Según una fuente militar libanesa, el Ejército del Islam ha concentrado a cerca de 70.000 combatientes en esta estratégica cordillera montañosa para impedir que las fuerzas de Asad se hagan con el control del área. Desde el 15 de noviembre, el régimen bombardea las poblaciones de Qara, Yabrouk y Deir Atiye, lo que ha provocado la huida de más de 15.000 sirios a la ciudad libanesa de Arsal, de mayoría suní. Esta localidad fronteriza se ha convertido en el hogar de unos 75.000 sirios que se han marchado a causa de la violencia desde que comenzó la guerra en marzo de 2011.

«Eran las dos de la madrugada cuando empezaron los bombardeos. Nos marchamos con lo puesto. Temía por la vida de mis hijos», explicó a LA RAZÓN Amina Faraj, que tuvo que huir con su esposo y sus cinco hijos de Qara hace cinco días. Arsal no sólo acoge a miles de refugiados, sino que es también la puerta de entrada de extremistas sirios que se entrenan en las montañas y la principal vía de suministros de armas para los rebeldes. Por ese motivo, las fuerzas sirias bombardean continuamente la frontera y sus aliados de Hizbulá «preparan emboscadas en puntos estratégicos y colocan minas en las rutas transfronterizas», indicó a LA RAZÓN un ex militar libanés. La localidad de Arsal es la única suní del valle de la Bekaa, dominado por el Partido de Dios. En Siria han muerto ya cientos de combatientes chiíes libaneses.

Los jóvenes de Hermel, feudo de Hizbulá en el valle de la Bekaa, constituyen la cantera de reclutas chiíes que luchan con el bando de Asad contra los «takfiris» (infieles) en la vecina Siria. Hileras de fotografías de muchachos con vestimenta militar, que han pasado ya a la otra vida, cuelgan de las farolas a la entrada de esta ciudad. «Los que luchan en contra de Bachar al Asad han elegido el camino al infierno», advierte Abu Mahdi, padre de un mártir de Hizbulá. «Nuestros hijos están defendiendo los lugares santos chiíes en Damasco, pero también luchan contra los yihadistas vinculados a Al Qaeda», agregó Abu Mahdi.

La milicia de resistencia chií libanesa cuenta entre sus filas con más de 7.000 paramilitares y 20.000 reservistas, superando en número al propio Ejército libanés, e incluso a algunos otros Estados árabes. Aunque no existen datos oficiales ni confirmación por parte de Hizbulá, se calcula que entre 2.000 y 4.000 combatientes del Partido de Dios están luchando en el país vecino.