Investigación científica
César Nombela: «Clónico o no, el origen está en el embrión»
César Nombela/ miembro del comité de bioética de España
–Un grupo de científicos ha vuelto a abrir la puerta a la clonación humana. ¿No sé si se esperaba un nuevo avance en este área después del cerrojo que se le echó a esta técnica tras el fraude del coreano Hwang Woo-Suk en 2004?
–A raíz de la publicación en 2006, y ampliada en 2007 del japonés Yamanaka, de su técnica para generar células pluripotenciales (iPs) similares a las embrionarias pero sin utilizar embriones, la mayor parte de los grandes líderes de la clonación, científicos de primera línea, declararon que ya no tenía sentido usar embriones y optaron por la técnica del investigador nipón. Empezaron a obtener células inducidas a partir de animales, de personas enfermas...para estudiar determinados tipos de patologías. Es decir, la tecnología del japonés tuvo tal éxito que reconvirtió los laboratorios principales de todo el mundo e instauró sus propios procedimientos.
–¿El término «clonación» sigue creando un gran impacto?
–La cuestión de la clonación unida al desprestigio que había producido el trabajo de los coreanos que habían logrado pretendidamente lo que se describe hoy en «Cell», y que resultó ser un fraude, parecía que arrinconaba el tema, aunque algunos seguían diciendo que era el camino. Con esta nueva publicación se ha puesto de manifiesto el impacto mediático que la palabra clonación humana va a tener siempre porque creo que ha tenido una repercusión inmerecida para lo que significa este estudio.
–¿Qué fallos encuentra en el nuevo estudio?
–En primer lugar, considero que no hay ningún avance serio. Es una simple adaptación de una metodología que ya se practicaba en células animales y ahora se ha traspasado a células humanas. Han tenido que modificar algunos detalles experimentales del procedimiento, pero eso es todo. No es un hallazgo porque de la clonación terapeútica se hablaba desde 1997, con la clonación de la oveja Dolly, hasta 2004 cuando el impacto del fraude corea es muy grande, y Yamanaka acaba con esa idea. Así, este trabajo es una mera adaptación técnica de algo que ya se practicaba en otros sistemas y no abre ninguna expectativa nueva en relación con posibles tratamientos. Lo que sabemos hasta ahora es que las células embrionarias, e incluso las pluripotentes de Yamanaka –equivalentes a las embrionarias–, crean muchas incógnitas acerca de su posible tratamiento clínico. Además, hay quien cree que esta apuesta por las células embrionarias puede usarse sobre todo para estudiar modelos de enfermedad, pero no porque vayan a ayudar a la medicina regenerativa.
–¿Qué alternativa existe hoy a estos métodos?
–Sabemos que la medicina regenerativa sí que está avanzando de la mano de las células madre adultas (médula ósea, grasa corporal, cordón umbilical). Es un hecho real materializado en tratamientos que se van estableciendo y en ensayos clínicos humanos. Sólo hay que echar un vistazo al Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos (NIH, en sus siglas en inglés) que registra todos los ensayos clínicos serios que están reglados. Lo miré el jueves e incorporaba 4.755 relacionados con terapias con células madre. De éstos, unos 20-25 utilizaban células madre adultas. Pero hay muy pocos que usen células embrionarias. Es difícil que las embrionarias lleguen a buen puerto.
–Con todo esto, ¿qué valoración le merece el artículo de «Cell»? ¿Cree que su publicación tiene algo de publicitario?
–Hay un detalle que hay que saber leer pero que está patente. Esta revista tiene unas exigencias notables para publicar. Cuando los científicos le envían su trabajo ya saben que está sometido a una exigente valoración. La inmensa mayoría de los trabajos directamente no interesan y los que pasan esta primera criba se someten a un proceso de evaluación y da lugar a una nueva revisión y hasta a dos. Es decir, desde que uno envía el trabajo hasta que se publica nunca pasan menos de dos meses y normalmente es mucho más: cinco, seis o más. ¿Sabe cuánto ha transcurrido en este trabajo? Aparece como enviado el 30 de abril, revisado el 3 de mayo y aceptado el 6 de ese mismo mes. En seis días se ha ventilado. No sé si se ha producido una revisión muy ligera, pero las fechas están ahí.
–Los investigadores de Oregón insisten en que su técnica ayudaría a curar el párkinson, para crear células cardíacas...
–Es el discurso de siempre. Cualquier avance relacionado con células madre puede servir, pero esa argumentación también hay que saber cómo perfilarla porque ya no podemos seguir afirmando las mismas cuestiones genéricas de 1997. Ahora hay que ser más riguroso. Por ejemplo, veo muy dificil postular que el alzhéimer se va a curar con células madre porque hay una degeneración generalizada de todo el cerebro. Realmente los caminos de la medicina regenerativa no van en esa dirección, nos olvidaríamos tanto de las células ambrionarias como de las iPs de Yamanaka, simplemente nos iríamos a las células madre adultas. Ya hay ensayos en este sentido: infundiendo células en ciertas zonas cerebrales para el tratamiento del ictus.
–Este estudio no sólo se analiza desde el punto de vista científico, ¿qué papel juega la ética?
–Los temas éticos están continuamente presentes y hay bastante división de opiniones, aunque existe una coincidencia generalizada en que lo que no se debe permitir es clonar con fines reproductivos. Pero hay reclamaciones de algunos sectores homosexuales que piden que esta clonación debía formar parte de derechos reproductivos para algunas personas. Al margen de eso, seguimos teniendo necesidad de valorar qué consideración nos merece el embrión. Sea clónico o no, es el inicio de la vida de cualquier ser humano. De un embrión cigoto ha evolucionado en uno muy pequeño. Tampoco podemos perder de vista que generar estos embriones clónicos pondría mucha presión sobre la mujer en su edad fértil. Se verían abocadas a donar sus gametos. Donación que no es ninguna tontería porque requiere una estimulación ovárica importante, una extracción quirúrgica de los ovocitos.
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