La Razón del Domingo

El peronismo chavista

La presidenta argentina actualiza los métodos de dictadura informativa que Chávez copió de Perón. La ofensiva contra «Clarín» y «La Nación» a través del control del Papel Prensa comenzó tras la victoria electoral de 2011

Fernández de Kirchner celebra una década en la presidencia de Argentina acosada por los escándalos de control a la Prensa y delitos económicos
Fernández de Kirchner celebra una década en la presidencia de Argentina acosada por los escándalos de control a la Prensa y delitos económicoslarazon

La presidenta argentina actualiza los métodos de dictadura informativa que Chávez copió de Perón

Los métodos de Cristina Fernández de Kirchner imitan cada vez más los de un Hugo Chávez que, a su vez, aparecía en el panorama latinoamericano como el devoto más fiel de las artes de Juan Domingo Perón. Lejos de ser casualidad, este reenvío histórico sirve para comprobar el fracaso de la recomposición política en Argentina tras la llegada de la democracia en 1983. Excluidos los militares, los grandes partidos del siglo XX fueron incapaces de representar opciones claras en el espectro ideológico: con Menem, el peronismo renegó de los «nostálgicos del 45» y adoptó la forma de una heterodoxia personalista; mientras, la Unión Cívica Radical, transformada en el pastiche «aliancista» de De la Rúa, terminó defenestrada por la crisis económica de 2001.

En el desierto antipolítico que quedó entonces, la mesa estaba servida para la opción populista. La fortuna de los Kirchner consistió en que, al aprovechar ese vacío, entraron en sintonía con el fenómeno que había renovado la especie en América Latina: Chávez. Pero, ¿podía acaso improvisarse en Argentina una corriente de populismo más eficaz que la representada por Perón?

Igual que haría después el venezolano, la carrera política de Perón pasó del golpismo armado a fundarse en la aclamación electoral. Ésta fue posible tras la masiva movilización de trabajadores, en octubre de 1945, para pedir la liberación del líder encarcelado por el mismo régimen militar del que formaba parte. Participando de esa dictadura en calidad de secretario de Trabajo y Previsión Social –donde había ganado su tremendo ascendiente sobre los sindicatos–, Perón había estado detrás de varias medidas destinadas a mantener el control mediático.

Así, por ejemplo, la creación de la agencia Telenoticiosa Americana (Télam), que en su día se concibió como antídoto a las estadounidenses Associated Press y United Press, y que en tiempos del kirchnerismo ha sido dirigida por Martín García –«primero militante y luego periodista», según confesión de lealtad al régimen– y actualmente por Santiago «Patucho» Álvarez, un joven miembro de La Cámpora. También en el periodo 1943-46, el papel de imprimir periódicos había sido incluido dentro de la llamada ley de represión del agio, que, con el pretexto de evitar la especulación, forzaba a las empresas con excedente de papel a entregarlo a la Subsecretaría de Informaciones.

La reminiscencia es inevitable a la vista de la norma que el Congreso argentino aprobó a finales de 2011, muy poco después de la arrasadora victoria electoral de Cristina Kirchner, y que imponía a la empresa Papel Prensa, propiedad de los diarios «Clarín» y «La Nación», la obligación de operar al máximo de su capacidad y de surtir de papel a todos los diarios del país a un precio fijado por el Ministerio de Economía, so pena de sanciones que abonarían el terreno para lo que ahora se pretende abiertamente: la confiscación «por causa de utilidad pública».

«Clarín», creado en 1945, puede considerarse el heredero natural de los lectores de «La Prensa», una publicación señera, junto a «La Nación», entre todos los medios que en 1946 habían adversado la elección del caudillo con el lema «por la libertad y contra el fascismo». El acoso no se hizo esperar: en 1948 se la multó con una suma extraordinaria, al exigirle los derechos aduaneros del papel empleado en la impresión de avisos a lo largo de diez años.

Finalmente, el Congreso acusó de conspiración al editor y propietario de «La Prensa», Alberto Gainza Paz, que tuvo que exiliarse en Uruguay, mientras el periódico sufría la expropiación y pasaba a manos de la Confederación General del Trabajo y del Sindicato de Vendedores de Diarios. Su reaparición bajo el control del régimen se anunciaba con este cínico titular: «Por decisión de cinco millones de trabajadores reanuda hoy "La Prensa"sus actividades».

Último bastión

Los problemas del derecho a la información con el autoritarismo kirchnerista reproducen las ofensivas chavistas sobre canales como Radio Caracas Televisión (RCTV), para cuyo cierre el Gobierno venezolano recurrió en 2007 al subterfugio de no renovarle la concesión estatal sobre el uso del espectro radioeléctrico. En noticias recientes, además, han confluido el asunto del papel de periódicos en Argentina y el cambio de propietarios de Globovisión, último bastión de la resistencia en Venezuela.

Pero, en propiedad, el chavismo actualiza para el modelo argentino estrategias y modos fuertemente inscritos en la cartilla peronista: si Chávez pretendía ser el «hermano mayor» de los Kirchner, su propio régimen no podría por menos de reconocer la deuda que tiene con Perón. Por una parte, en el discurso ultranacionalista: «La preparación de la opinión pública de un país soberano es parte de la soberanía que ejerce el Gobierno y no puede cederla al extranjero sin verse incurso en el delito de alta traición», sentenciaba el líder argentino. El patrioterismo más gaullista del viejo general se manejaba en la propaganda con recursos no muy distintos del griterío de Chávez y Maduro contra «el imperio». Entre aquello y el esto, el kirchnerismo va aplicando el manual.

El adoctrinamiento ha rescatado en tierras australes los tiempos en que los «Cuadernos del maestro argentino» daban las claves de la educación peronista, «la doctrina nacional». Existía entonces el libro de lectura «Evita», para niños de primer grado, que se abría con el retrato del caudillo, acompañado de la leyenda «Libertador de la República», y el de la primera dama, que era la «Jefa Espiritual de la Nación». Una de las lecciones rezaba: «Nadie quiso a los niños/ changos...coyitas.../con cariño tan grande/ como el de Evita.../ Y nunca los chiquillos.../ changos...coyitas.../ han de querer a nadie/ como a su Evita».

Bajo Cristina Fernández, el Ministerio de Educación mantiene en la televisión Paka Paka, el canal que ha producido, para consumo de las escuelas, las aventuras de Zamba, un niño de cómic que hace un viaje al pasado para aprender «la verdad» de lo que sucedió, y que topa con lecciones como la que le da un soldado de las Malvinas: «Hay países que se sienten los reyes del mundo, Zamba».

Como Chávez, y también como Rodríguez Zapatero, el kirchnerismo ha querido reinterpretar la historia del país. En tiempos de Néstor se derogaron las leyes de los 80 que procuraban la reconciliación democrática después de la dictadura. En noviembre de 2011 se creó el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.

Por la fuerza

La finalidad de todo ello no es sino la que ha denunciado con sagacidad Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas de Buenos Aires: hacer ver que el derecho y las instituciones son ficciones creadas por oligarquías burguesas que, en realidad, han triunfado por la fuerza; y ello porque no es concebible ninguna otra forma de acción política. En consecuencia, lo que ha de intentarse es que la violencia sea legítima: algo que sólo sucede cuando es «el pueblo» quien la ejerce.

¿Es eso izquierda? ¿Extrema derecha? En 2005 se encontró una antigua grabación, del verano de 1968, que reproducía una conversación entre Perón y unos jóvenes. En ella, el líder argentino reconocía: «Dicen que Fidel es comunista. Es tan comunista como yo. Fidel es justicialista». Pues eso.

El rastro corrupto del dinero «k»

Una investigación periodística ha terminado por aguar la fiesta que este fin de semana conmemora una década de poder de los Kirchner en Argentina. La acusación de blanqueo de dinero obtenido a través de comisiones ilícitas y sobornos para la adjudicación de concesiones públicas cubriría tanto el primer mandato de Néstor, de 2003 a 2007, como el relevo de su esposa a partir de la muerte del ex presidente. La organización de la trama delictiva habría contado con la inestimable colaboración de Néstor Báez, socio y testaferro del mandatario fallecido. Desde que el 14 de abril el periodista Jorge Lanata abriera fuego, los argentinos se desayunan cada día con un episodio de este culebrón donde el protagonista es la corrupción al más alto nivel del Estado. La cifra defraudada alcanzaría los 55 millones de euros, según las citadas informaciones periodísticas. Esta misma semana, Lanata acusó a los Kirchner de haber comprado jugadores del equipo de fútbol de primera división Racing Club con el mismo fin. La red también habría contado con medio centenar de sociedades anónimas falsas con las que desviaban el dinero a paraísos fiscales en Panamá, Belice, Suiza y Seychelles.