Espionaje en Cataluña
Nos espían
Zalacaín, Horcher, Sant Celoni, el Hotel Ritz... restaurantes frecuentados por grandes empresarios y políticos se someten periódicamente a barridos para que sus clientes no sean espiados. El caso de las escuchas de Barcelona les ha puesto en alerta
Zalacaín, Horcher, Sant Celoni, el Hotel Ritz... restaurantes frecuentados por grandes empresarios y políticos se someten periódicamente a barridos.
Horcher, Zalacaín, La Terraza del Casino, el Hotel Ritz, Sant Celoni, Club Allard, el Qüenco de Pepa, El Bodegón, etc... Según ha podido saber LA RAZÓN, buena parte de estos restaurantes madrileños –lo admitan veladamente o guarden silencio sepulcral– han pedido una revisión de urgencia a sus técnicos de «limpieza electrónica», a tenor de las grabaciones producidas en el establecimiento La Camarga de Barcelona. «Tengo constancia de que en ciertos restaurantes de nivel han saltado las alarmas. Si ya de por sí utilizan servicios de contramedidas electrónicas con ''barridos'' periódicos para localizar micrófonos –algunos, incluso, llegan a tener inhibidores de frecuencia–, ahora los han adelantado. Ni pueden ni quieren complicarse la vida cuando su clientela está formada por políticos, empresarios o personas de proyección mediática, porque lo que trascienda de una conversación privada tiene un alcance inmedible», explica Julio Gutiez, detective privado y director de seguridad de la Agencia Mira Detectives.
Algunos realizan esta «medida profiláctica» de manera rutinaria cada cierto tiempo, pero los hay que, abrumados por una reserva importante, o alarmados por las últimas noticias, solicitan estos servicios de modo extraordinario. Una limpieza en profundidad, exhaustiva y sellada puede costar unos 3.000 euros.
Barrido electrónico
El barrido electrónico es la contramedida de seguridad más importante: busca sistemas de captación de información, escuchas o pinchazos telefónicos. Se realizaba de oficio como medida preventiva en salas de juntas o despachos y los usuarios habituales eran instituciones públicas. Pero en los últimos años es el sector privado el que más demanda esta clase de servicios tanto Pymes como grandes firmas, o equipos de fútbol de Primera División. Y por supuesto, restaurantes de alto nivel, donde se practican encuentros en «petit comité» y de los que se podrían producirse fugas de información. «La operación de espionaje es relativamente sencilla en tanto que los micrófonos –o cámaras de vídeo– pueden situarse prácticamente en cualquier lugar del establecimiento –bien en el mobiliario o en el cuerpo de uno de los asistentes–. Si el empresario B queda a comer con el político A, al que quiere grabar, podría llevar un dispositivo en su cuerpo, de la cintura para arriba: en las gafas, la corbata, el reloj, los botones, los gemelos, pasacorbatas, bolso, colgante, broche.
También podría llevar un pen-drive, que cualquiera de nosotros porta a diario. Lo más común, no obstante, es que el micrófono se haya ocultado en un punto estratégico de la sala: floreros opacos, bajo la mesa, en un cuadro. Aunque los lugares más recomendables son aquellos en los que fluye la electricidad, como lámparas y enchufes, en tanto que la grabadora tendrá una fuente de alimentación para durar más tiempo. El lugar elegido dependerá del ruido del local.
«Yo a mis clientes –nos aclara Ángel R., vicepresidente del colegio de detectives de Valencia– lo primero que les recomiendo es quitarles a sus móviles 3G todas las aplicaciones perniciosas como el Whatsapp, que regala información constantemente, o que no abran el correo en el terminal sino su PC, porque, desde los tiempos de Marconi, todo lo que va por radiofrecuencia se puede escuchar con un receptor adecuado».
De ahí que cada vez en más locales de alto standing y en reuniones «sensibles», se les ruegue a los comensales que nadie entre con su smartphone. «Por no hablar de aplicaciones como la app FlexySPY –para iPhone– y la mayoría de sistemas operativos (Symbian, Android....) que pueden considerarse un troyano en toda regla. Si se instala en el móvil de alguien, controla todos sus movimientos: mensajes y correos enviados y recibidos, acceso a las conversaciones de voz, posicionamiento GPS de la persona espiada... ¡Toda una intromisión a la privacidad!», matiza José Ángel Jiménez Vadillo, ingeniero de Telecomunicación y director general de la Empresa Anneo Tecnologies.
Por eso, los restaurantes donde se dan conversaciones de alto nivel y con mucha información, están tomando precauciones. Nadie se fía de nadie y se teme que el episodio de La Camarga se haya repetido o se esté repitiendo en cualquier otro sitio.
Si se ha producido una reserva, para dentro de una semana, en el conocido restaurante Zalacaín –con una estrella Michelín– «como si hablamos del Club Allard o de Horcher, aclara Julio Gutiez, director de seguridad de la Agencia Mira Detectives–. «Si se ha producido esa reserva y ha trascendido que los comensales son políticos o empresarios, no dejarán nada al azar y harán un barrido electrónico, igual que cuidarán mejor el servicio o la comida». Para el barrido «es de manual que en primer lugar analicemos el espectro de radiofrecuencia –explica Ignacio López, de la misma agencia–. Se trata de la búsqueda de señales, emisores y receptores de equipos de escuchas y/o cámaras de video. En segundo lugar, procedemos al análisis de las líneas telefónicas, comprobando posibles caídas de tensión y oscilaciones. Localizamos e identificamos defectos en cables metálicos, empalmes etc, y por supuesto cualquier tipo de elemento ajeno a la línea», concluye. En ocasiones, también se analiza la red eléctrica y, por último, se hace una inspección ocular para localizar físicamente algún equipo oculto, que se retira manualmente. Si se encuentra uno de estos sofisticados aparatos de escucha,y ha habido delito, los detectives están obligados a informar a la Policía, que de forma común se conoce como «Red Azul» de colaboración .
Barridos, sólo con licencia
Para realizar una limpieza electrónica, «suelen acudir a empresas como la nuestra para abastecerse de equipamiento profesional –nos explican desde la división de contramedidas de una empresa puntera que después de la polémica desiste de dar su nombre– o nos lo piden a nosotros directamente. Eso sí, sólo pueden comprarnos instrumental con la preceptiva licencia. Un civil para uso doméstico no puede conseguirlo más que ilegalmente por internet, y nunca será de buena calidad». Por el contrario, y de forma paradójica, los artículos electrónicos para espiar son de fácil y común adquisición para cualquier persona y a un coste poco elevado.
«Tenemos almohadas espía –arranca en el primer minuto de conversación –explica Antonio Durán, gerente de la cadena La tienda del Espía, que lleva veinte años implementada en España–. Cualquiera puede acceder a nuestro establecimiento y adquirir bolígrafos, cinturones, botones o cualquier otro aparato de escucha y vídeo, diminuto, que podría grabar una conversación ambiental». Ignora si el grabador que se encontró en el florero de La Camarga y que registró la conversación entre Alicia Sánchez-Camacho y Victoria Álvarez, la ex novia de Jordi Pujol Ferrusola, era de su establecimiento, «pero podría ser, por las características que han trascendido». Lo que no niega es que a raíz de este escándalo, «hemos notado un crecimiento en las ventas de nuestras tiendas. Tal vez porque la gente se da por aludida y piensa que se pueden meter en un lío si les graban y antes de que lo hagan, también lo hacen ellos por si hay que aportar pruebas en su defensa».
El espionaje es un triste peaje político y empresarial: el año pasado, Ignacio López del Hierro, esposo de María Dolores de Cospedal, fue víctima de espionaje cuando almorzaba con varios ejecutivos de la empresa Neoris en el madrileño restaurante Ten con Ten. Sin que él lo advirtiera, en la mesa de al lado estaban dos detectives privadas, que intentaron grabar subrepticiamente la conversación (aunque no lo consiguieron e idearon un plan alternativo). Era un encargo supuestamente realizado por un directivo de la citada empresa. La operación, que tuvo un coste de 20.000 euros.
Por no hablar del escándalo de las escuchas telefónicas en Reino Unido que supusieron la caída en desgracia del imperio periodístico de Rupert Murdoch. Innumerables serían los casos para ilustrar que el espionaje existe y parece estar al alcance de cualquiera. Quien tiene poder y cosas que ocultar, automáticamente se vuelve blanco de un espía en mayor o menor grado.
Al menos, sabemos que puede prevenirse con la tecnología idónea y contactando con las empresas adecuadas, para convertirles en la mejor escoba para «barrer» los espacios contaminados.
Restaurantes, despachos, habitaciones
Coches, despachos, oficinas, salas de juntas, enclaves de convenciones, «habitaciones de hotel» para encuentros extramaritales. Todo lugar es susceptible de ser espiado y, por tanto, «limpiado» por los profesionales adecuados. Pero, en cifras, el 40% de las investigaciones realizadas por detectives privados en España están relacionadas con el ámbito laboral. Habría que hablar aquí de bajas fingidas, competencia desleal entre empresas, mala práctica de los empleados, control de ejecutivos para que no pasen informes a la competencia, hurtos... Otro 40% correspondería al área económico-empresarial. Sólo el resto, un 20% de los casos, se engloba en la esfera familiar: «El ámbito político, yo lo englobaría en el segundo cuarenta por ciento mencionado», redondea Julio Gutiez.
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