Lotería de navidad

Lotería de Navidad

Un insulto a la lógica que engancha

0,00001 posibilidades de que toque
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No le ha tocado la lotería, ¿verdad? Es decepcionante, pero totalmente lógico. Lo raro, lo extraño, es que toque, pese a los periódicos como el de hoy, donde sólo se ven caras sonrientes de millonarios ganadores. Según los estudios matemáticos, hay un 85% de posibilidades de que no toque nada en la lotería de Navidad, hay un 10% de que ni se gane ni se pierda y sólo un 5% de obtener alguna ganancia. No el «gordo», sino alguna ganancia. El primer premio se repartió ayer y hubo gente que lo llevó, pese a que había 0.00001 posibilidades de ganarlo. «Matemáticamente, no tiene sentido jugar a un juego como el de la lotería de Navidad, donde una parte del dinero se retira antes de jugar. Sobre lo jugado, el Estado se lleva, antes de poner las bolas en el bombo, el 30%. Es lo que denominamos juego de suma no nula. De partida, ya empezamos perdiendo. Si todo se repartiera sería un juego de suma nula. Lo que no ocurre aquí», asegura Miguel Córdoba, profesor de Matemática Aplicada en el San Pablo CEU.

Los matemáticos se enfrentan a un dilema cuando llega el sorteo de Navidad. Ellos saben que ganar es casi un milagro, un insulto a la lógica, pero, como el resto de españoles, compran sus décimos en el trabajo, a los amigos o comparten con los vecinos e intentan no contar en voz alta desesperanzadores cálculos. «Compro décimos, pero lo asumo como una parte social, como un coste más de la temporada navideña. No lo puedo mirar de otra forma porque las probabilidades de que te toque son mucho más bajas que, por ejemplo, jugar a la ruleta». Miguel Córdoba, como otros matemáticos, sabe que tienen la razón, pero también que ésta les haría quedar como antisociales. Sobre todo cuando todos los años, en un día como hoy, se demuestra que la lotería toca. Y aunque no pueden resistir la presión social para comprar, avisan de que lo hacen con plena conciencia de su inutilidad. O mejor, que compran por su bien social: «Intento verlo desde un punto de vista objetivo. En realidad –dice Miguel Córdoba–, la lotería de Navidad es el único impuesto que la gente acepta con gusto».

Supersticiones

Con gusto y con oídos sordos para los matemáticos que pronostican la dificultad. «A la gente le tira cambiar de vida, lo que supone el premio. Conozco jubilados que se juegan la paga entera con este juego», continúa el matemático. No se escucha a la razón y sí se cruzan los dedos y se multiplican las supersticiones. En la única administración de lotería de Grañén, donde el año pasado tocó el «gordo», han estado vendiendo lotería de Navidad desde julio y hasta el último día no han parado. Había colas a todas horas, la gente llegaba de fuera para comprar y pedían encargos. A los dueños de la administración, que hace un año fueron de los pocos de este pueblo oscense que no tenían un décimo, les ha tocado la lotería con la superstición de los consumidores.

Como si la suerte fuera a repetirse o respondiera a algún patrón lógico. En Grañén han vivido lo que suele ser habitual en diciembre en administraciones como Doña Manolita, en el centro de Madrid, o en el pueblo de Sort, donde parece que la suerte se posa en más ocasiones. «Es puro marketing. Si toca más en esos lugares es simplemente porque compran más números, venden muchos y tienen más posibilidades que otras administraciones más pequeñas o con menos nombre», insiste Miguel Córdoba.

El profesor de matemáticas continúa con sus avisos, pero la esperanza necesita supersticiones para poder seguir creyendo que un día como hoy se puede ser portada de los periódicos, con la botella de cava en la mano. Algunos dan cierta lógica al azar y creen que pueden domarlo basándose en los datos históricos repetidos tras 200 años de lotería: el «gordo» ha acabado 32 veces en cinco y (sin contar el número que resultó premiado ayer), mientras que el final en 1 ha sido el menos repetido. No deja de tener su lógica, por tanto, que los compradores busquen terminaciones en 5 (pero no en 25, que nunca se ha dado) y que se rehuyan el 1 y también el 2 o el 9, otras terminaciones que no suelen darse. También se evitan los números feos, aquellos que son demasiado bajos o demasiado altos y se supone que nunca tocan. «Nada, nada –continúa Miguel Córdoba, con su lógica matemática–. Este es un sorteo en el que no hay ningún condicionamiento. Todos los números (100.000) están en el bombo y todos empezamos de cero». Y para los que buscan décimos con números repetidos, porque salen más: lógico, hay más del doble de décimos con números repetidos que sin repetir.

A veces, como está pasando en Grañén, una superstición negativo lucha contra otra positiva. Los últimos días tras las colas de compradores sólo quedaban en venta números feos, esos que no salen, creen los supersticiosos. Pero también era un lugar donde había tocado la lotería...