Francia

«La vida de Adèle»: Zumo y pulpa

Dirección: Abdellatif Kechiche. Guión: A.Kechiche y Ghalia Lacroix, basado en el cómic de Julie Maroh. Intérpretes: Adèle Exarchopoulos, Léa Seydoux, Salim Kechiouche, Jérémie Laheurte. Francia, 2013. Duración: 179 minutos.Drama.

«La vida de Adèle»: Zumo y pulpa
«La vida de Adèle»: Zumo y pulpalarazon

«El amor hace creer siempre en aquello en que más habría que dudar». Es Pierre de Marivaux el que habla, dramaturgo francés que el tunecino Abdellatif Kechiche adaptó (a su manera) en «La escurridiza» y que vuelve a aparecer en una lectura de la clase de Adèle. Una de sus obras más célebres –la que representan los alumnos de «La escurridiza»– es «El juego del amor y del azar», y podría ser el subtítulo de «La vida de Adèle»: el primer encuentro entre Adèle y Emma, la chica del pelo azul, es una mirada de reconocimiento en un paso de peatones. Es ese momento sagrado donde lo real es puro deseo: el azar (¿o era el destino?) penetra en la verdad de dos personas que se amarán con locura, pero no para siempre. El método Kechiche es el del «prueba y acierta». Podría decirse que es el Kubrick del nuevo naturalismo, aunque es la intuición la que gana terreno al cerebro. Exprimir una naranja con la mano y allí está, el zumo y la pulpa, el amor y sus excipientes. Los ambientes en los que se mueven Adèle, aún en el instituto, con una pasión inefable por la vida, y Emma, pintora que le lleva casi una década, están bien definidos, pero sería engañoso explicar la película desde la perpetuación de la lucha entre la clase media-baja y la burguesía, porque lo que prevalece es una descarnada historia de amor, que contiene las escenas de sexo más feroces y sinceras del cine reciente, y que detalla la pulsión romántica y su inevitable disolución desde el respeto al tiempo real pero también desde sus rupturas, con elipsis que pueden parecer desconcertantes pero que traducen la fluidez de un sentimiento inabarcable, que atraviesa abismos y tristezas sin advertir las consecuencias del tránsito. Al contrario que en «Cus cus» o «Venus Noire», Kechiche ha conseguido equilibrar el ritmo de una experiencia tan intensa, y el resultado es una película deslumbrante, en la que te gustaría quedarte a vivir.