César Vidal

Libertad para todos

La Razón
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Con estupor y preocupación, me entero a este lado del Atlántico de que se amenaza con sanciones a una terapeuta que ofrece entre sus servicios el de cambiar la orientación homosexual por otra heterosexual. Sólo puedo ver en esa situación una enorme injusticia, un atentado contra la libertad y una grave muestra de intolerancia. Personalmente, estoy convencido de que, siempre que no haya violencia, intimidación ni daño a terceros, cada persona debe en conciencia seguir la conducta que considere oportuna. Creo que se pierde mucho el hombre que se amputa los genitales y los sustituye por otros parecidos a los de una mujer –digo parecidos porque no tienen, por ejemplo, capacidad generadora– pero si desea hacerlo, que lo haga. Ahora bien, si Manolo decide que es Manolita y se acepta esa conducta –si dijera que es Napoleón la sociedad sería menos indulgente– ¿por qué una persona que desea abandonar la homosexualidad debe ser proscrita y el especialista que le brinda su ayuda, perseguido? ¿Por qué privarle de esa libertad de decisión y de acción? ¿Por qué impedirle el respaldo de un profesional? No puedo evitar pensar que, por enésima vez en la Historia de España, una inquisición, esta vez de ideología de género, se empeña en llevar a la religión verdadera fuera de la cual no hay salvación a todos aunque, como parodiaba el genial Mingote, no quieran o no se dejen. Digno de aplauso –y subvenciones– es que alguien camine en la senda que le aparte del sexo con el que nació, pero si deseara afianzarse en ese sexo y apartarse de otras inclinaciones sobre él se vuelca el oprobio, la condena y el estigma. Para colmo, esto acontece en un Madrid donde los ciudadanos, ya bastante agobiados por los impuestos, van a tener que pagar campañas que difundirán la ideología de género y la buena nueva del lobby gay a criaturas de tierna edad. Me importa una higa lo que puedan pensar, escribir o ladrar los cancerberos de semejante mentecatez, pero yo soy partidario de la libertad de la sociedad y no sólo para los que siguen ovejunamente las consignas de los comisarios ideológicos. Rebánese usted los testículos si cree que así va a ser más feliz o hágase un injerto de pene, pero deje que los demás actúen como les parezca incluso si rechazan sus impulsos homosexuales por las razones que quieran. Páguese además cada cual sus inclinaciones sexuales y que no lo hagan los contribuyentes. Que haya libertad para todos.