Investidura de Donald Trump
Una chilaba en la Casa Blanca
La aparición de la esposa del presidente de Gobierno de Marruecos, Nabila Benkirán, ataviada con una chilaba para una cena de gala en la Casa Blanca ha levantado una polémica sin precedentes sobre esta prenda de vestir, que forma parte del ADN marroquí.
Sucedió el pasado 5 de agosto, durante una cena con los líderes africanos y sus esposas ofrecida por el matrimonio Obama en la Casa Blanca. Fue el servicio de prensa de la Casa Blanca el que distribuyó las fotos de las distintas parejas presidenciales posando con el anfitrión y con Michele Obama.
En el posado con la pareja marroquí, los dos hombres iban de traje; las mujeres, cada una a su manera: Michele con un vestido amarillo corto, hombros al descubierto y pelo recogido en un moño; Nabila, con una larga chilaba rosa que la cubría por completo, más un pañuelo a juego sobre la cabeza.
La esposa del presidente del Gobierno, que siempre viste chilaba en público, seguramente sabía lo que hacía, pero han sido tantos los comentarios en contra y a favor en las redes sociales, que finalmente, diez días después, salió también en su cuenta de Facebook, no ya a defenderse, sino a explicarse.
Nabila, habitualmente discreta y que rehúye toda aparición pública, se ha armado de argumentos estilísticos, sociales y hasta políticos, contestando a quienes la defendieron en lugar de responder a los comentarios, con frecuencia insultantes, que llegó a recibir.
"Quisiera agradeceros de corazón en mi nombre y en el de los artesanos y artesanas que viven humildemente de su trabajo: gracias por haber defendido el atuendo nacional que para algunos no sirve más que para el mercado o el funeral; gracias por haber defendido la resistencia a un colonialismo cultural que nos empuja a renegar de nuestra identidad".
En realidad, los ataques a Nabila eran más bien superficiales, poniendo en duda la elegancia de la humilde chilaba frente al noble caftán (el traje de gala marroquí por excelencia): para muchos marroquíes, es impensable ponerse la chilaba para algo más que salir a la calle a hacer unas compras.
El tono de esos ataques era tan hostil que no era difícil adivinar tras los comentarios una inquina contra un estilo o un modo de ver la vida.
Basta salir a cualquier calle de Marruecos para observar la omnipresencia de la chilaba: de todos los colores, estampada o no, sirve como prenda práctica, cómoda y barata (ya que cubre todo el cuerpo), pero es raro verla en ambientes formales, fuera de una mezquita, y menos en los elegantes.
Sin embargo, el Partido Justicia y Desarrollo (PJD), que preside el marido de Nabila, Abdelilah Benkirán, lleva años erigiéndose en el "guardián de las esencias"de la identidad marroquí, lo que explica su postura a la hora de defender una cierta idea de la religión o la lengua árabe clásica, por citar dos temas recurrentes.
Que se sepa, el PJD no se ha pronunciado específicamente sobre la chilaba, pero las alusiones a la identidad y al "colonialismo cultural"que deslizó Nabila ya se han oído antes en boca de prebostes del partido, en todos los casos frente a un Occidente que supuestamente quiere desdibujar el alma de Marruecos.
Digamos que Nabila Benkirán, con su recatada chilaba de color discreto y su pañuelo, encarna un "estilo PJD"que podría calificarse de tradicional, hasta hace poco asociado a una madre o a una abuela; un estilo que, por ejemplo, puede servir para ir a la fábrica pero no a un café, ni menos a una discoteca.
"Gracias por defender la aceptación y el respeto de la diferencia; gracias por haber sabido prevalecer el fondo sobre la forma", añadió Nabila en su cuenta de Facebook.
La firmante reivindicó el derecho a la diferencia para poder vestir su chilaba donde bien le plazca, así sea en un cóctel de la Casa Blanca.
Claro que nada dijo del "derecho a la diferencia"que se le supone también a aquellos marroquíes que se atreven a salirse del renglón, a todos esos miembros de minorías (sexuales, religiosas o políticas) que en Marruecos se atreven a ejercer su heterodoxia más allá de una chilaba.
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