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Carla Royo: Donde estén unas buenas pochas con perdiz...

Empresaria. Se confiesa amante de las cocinas cantábrica y mediterránea, sin olvidar los toques exóticos

Carla Royo: Donde estén unas buenas pochas con perdiz...
Carla Royo: Donde estén unas buenas pochas con perdiz...larazon

Empresaria. Se confiesa amante de las cocinas cantábrica y mediterránea, sin olvidar los toques exóticos.

Su Selfiereceta: Ensaladilla de lentejas

Es «la mejor manera de comer lentejas en verano».

Elaboración:

-Se cuecen hasta que quedan al dente y se escurren bien.

-En un mortero se pica ajo al gusto junto con bastante aceite de oliva.

-Para terminar se mezcla con bastante eneldo, si puede ser fresco mejor.

-Cuando están las lentejas templadas se meten en el frigorífico y se sirven bien frías.

Carla Royo-Villanova le costó un tiempo llegar a encontrar su sitio. Ahora, su empresa Carla Bulgaria Roses Beauty une familia política búlgara y recuerdos a rosas de la Cantabria de su infancia. Con el tiempo introdujo otras de sus pasiones: el mundo culinario, los viajes y escribir, de ahí su blog viajaconnosotras. A Carla le apasiona cocinar: «Ya me interesaba de pequeña y aprendía con mi madre, y de adulta hice varios cursos para perfeccionar. A partir de entonces sigo la intuición y mi propia creatividad». Algo que no hace sola, sino que involucra a toda la familia, su marido Kubrat es otro exquisito «comilón».

Aún recuerdo una larga sobremesa con ambos sobre la trufa. Le gusta cocinar y, por supuesto, comer, con lo que entiende que la compra es fundamental: «Prefiero hacerla en el mercado, pero lamentablemente no siempre dispongo de tiempo y entonces no me queda otra que recurrir a grandes superficies».

Puede que su cocina favorita sea «la dieta del Cantábrico mezclada con la mediterránea», aunque con la fusión de la gastronomía japonesa y la peruana también disfruta mucho por sus «mezclas de sabores y texturas». Pero con las cosas muy claras y teniendo claro que por unas buenas pochas con perdiz pierde el sentido y hasta se le saltan las lágrimas. Eso sí, no es seguidora de la cocina científica, que la ve «un poco pasada de moda».

No llega a sentir un «Diógenes» de las recetas, pero casi, porque le gusta pedir consejos y trucos, al igual que no le importa compartir. «Ahora para el verano hay una súper fácil que está riquísima y es muy fresca; «el Tarator: yogur búlgaro, pepino en tacos, eneldo, ajo y nuez machados en un mortero con aceite de oliva».

En una casa con tres hijos estudiantes y en edad de crecer Carla cuenta con algunos productos básicos, por lo que no le quita el ojo a su despensa. «Siempre hay una gran variedad de quesos, frutas y verduras. Prácticamente no utilizamos azúcar, para endulzar siempre ponemos miel. Y la leche la consumimos sin lactosa. Tampoco abusamos de la sal para que los alimentos tengan su propio sabor. En cambio, somos muy forofos del picante, que fortalece el estómago». Y si tuviera que decantarse por un solo sabor de su infancia, serían las lentejas de su madre.

Cuando recibe en casa, todos sus amigos le piden que les prepare El Búcaro Carla, que «consiste en un gellèe de consomé, con huevos duros de codorniz, salmón ahumado recubierto con un poquito de nata y huevas de arenque. Así parece complicado pero no lo es y está buenísimo».

Lo más extraño que probó fue una tarántula frita en Tailandia y una mandíbula de vaca en China. Y lo más rico «la ‘‘street food’’ –en el mismo país asiático–, que me gustó muchísimo. Siempre cuando viajamos probamos la cocina local porque es, junto con conocer a las personas del lugar, lo más importante para aprender de otras culturas».

Mi restaurante favorito

«Tengo varios preferidos, pero podría destacar dos, uno en Aranjuez, Casa José, y otro en Cintruénigo (Navarra), el restaurante Maher».