Gastronomía
Antídoto gastronómico
Para superar el síndrome postvacacional el mejor «coaching» es nuestro camarero favorito. Llega el momento de volver a la ciudad
Para superar el síndrome postvacacional el mejor «coaching» es nuestro camarero favorito. Llega el momento de volver a la ciudad
Tras la vuelta de las vacaciones no hay tiempo para el stress, trémulos de emoción, ante el primer almuerzo del curso, el mejor antídoto de energía, ante cualquier síntoma de crisis, fruto del síndrome post-vacacional. Se impone el reencuentro con nuestras barras y restaurantes habituales. El mejor «coaching» es nuestro camarero favorito, para darnos la bienvenida. Para protegernos del síndrome postvacacional debemos recuperar viejos hábitos culinarios.
Cada día los comensales están más informados. Son más libres. Y desde luego dicen lo que les gusta y además lo exigen. Pero hay algo que aún no comparten, olvidar cuales han sido sus orígenes culinarios para abrir la mente a otras posibilidades.
La llegada de la nueva temporada gastronómica descubre asignaturas gustativas pendientes que parecían condenadas al olvido. La tarea no será fácil. Hay que confirmar nuevos proyectos que generan discordias y admiración.
La hostelería en general, no es un capítulo de la gastronomía que quede limitado a los restaurantes de alta cocina. Con moderación y buen criterio incluso con autocrítica debemos visitar o conocer con un guión establecido las nuevas propuestas gastronómicas. Tras honrosas espantadas gustativas durante la época estival, en lugares cuyo nombre no recordamos, llega el momento de la verdad al volver a nuestra ciudad de origen.
La conversación gastrónoma se ve torpedeada por la intrusión incontenible de nuevos restaurantes. Las sobremesas se convierten en un esclarecedor experimento. Los comensales recién llegados del periplo vacacional reciben nuevos estímulos gustativos dinámicos que requieren un mínimo esfuerzo de asimilación. «La próxima semana repetimos. Tienen mesa para el fin de semana».
Las grandes expectativas culinarias reúnen a buen puñado de compañeros de viaje gastronómico, de distinta procedencia. Cada cual busca sacar de su encuentro gustativo inicial lo máximo que pueda.
El pegamento cordial de las barras de los restaurantes es insoslayable. Está siempre de servicio, incluso, entre los que no sintonizan con los almuerzos tremendistas como la mejor comida de la jornada.
Los clientes saben conducir la viciosa inclinación natural hacia las nuevas propuestas gastronómicas por el cauce de la incruenta búsqueda. Para muchos la gastronomía es un vicio por excelencia que anida en las raíces de la naturaleza humana, disimulado bajo apelaciones gustativas.
El advenimiento de viejas costumbres gastronómicas inyecta dinamismo al cliente recién llegado de su periplo estival. Establecido un pequeño periodo de adaptación a nuestros locales favoritos nos planteamos obligaciones que debemos resolver. Sin agobiarnos, poco a poco, conocer las nuevas propuestas.
Se aprecia una urgencia admonitoria en el rostro de los clientes, algunos traen una etapa oscura vivida en chiringuitos lejanos. Con la comida empezada, la predisposición no cesa. Los hosteleros habituales pretenden obtener complicidad en el primer encuentro. Y claro que la consiguen. El almuerzo lo avala. Objetivo cumplido. Una pista iluminada nos espera el resto del año. Adiós síndrome post vacacional.
Tras las escaramuzas gastronómicas estivales exigen un trato especial de agraviado, tras sufrir alguna mala experiencia gastronómica durante el descanso vacacional. Pero los cansados lamentos o lloros del imaginario castigo gourmet se transforman en alegría al volver con buena conciencia reversible. Comienzan a buscar consuelo en los locales favoritos para pasar posteriormente a buscar la nueva oferta.
La oferta crece, se transforma. Empezar una nueva aventura culinaria inflinge ánimo a la estabilidad de la gastronomía, al sentar sólidos precedentes con los nuevos locales. Es obvio que los códigos gustativos van cambiando con el paso del tiempo. Llega el momento de lucir gustos de la mañana a la noche. Sin complejos. Muéstrenle al mundo el gastrónomo que llevan dentro.
Il ritorno
Recibimos la próxima temporada otoñal con la sensación de bienestar que producen las jornadas estivales vividas. Convertimos el primer almuerzo en símbolo de unión fraternal entre los clientes y los restaurantes favoritos. Los lazos afectivos gustativos adquieren grandes dimensiones. De mantenerse esta tendencia surgen los comensales sin flaquezas. Estigma indeleble de una necesidad apenas intuida, sin embargo reconocible desde sus primeros síntomas, tras llegar de las vacaciones y aparcar el coche en el garaje. «Demà esmorzem». Convocados a primera hora, actividad febril desde el minuto uno, en el restaurante hasta llenar nuestro apetito. De lo que viene después no recordamos nada. Intemperancias gustativas en forma de antojos consumados. Tremendismo gastronómico sin desgarramientos gustativos ni enojosas diatribas culinarias. Una nueva generación de comensales conquista el territorio urbano gustativo. Sucesivas remesas de clientes salen al «carrer» en busca de nuevas referencias gastronómicas.
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