Famosos

Apoteosis glucémica

El clan Kardashian en bata y pantuflas por la casoplona petada de obsequios es lo más parecido a un belén viviente a base de silicona que colecciona fans por millones en las redes sociales

La familia Kardashian contó con un invitado muy especial, Papá Noel
La familia Kardashian contó con un invitado muy especial, Papá Noellarazon

La Navidad en el supermercado mediático es una cuestión de ego: «En el psicoanálisis de Freud, instancia psíquica que se reconoce como yo, parcialmente consciente, que controla la motilidad y media entre los instintos del ello, los ideales del superego y la realidad del mundo exterior». Si esto es Nueva York o Hollywood, mejor usamos la segunda acepción de la RAE: «Exceso de autoestima». Sólo así, mediante el desparrame narcisista, puede explicarse la sobreabundancia de fotografías y postales con las que los famosos se cuelan en el inconsciente colectivo durante las fiestas navideñas. Hay de todo, y todo cursi. Un espectáculo de babosa corrección y fatua vanidad que trafica con intimidad de cartón piedra y engalana el morbo con la coartada del espíritu cordial que baña estos días. Campanillas y Cenicientas que ronean de apartamento lujoso, divas parapetadas bajo las ramas de un abeto, funambulistas del cuché rodeados de paquetes con lazo rojo, actrices bajo una neblina áurea, bolitas de colores, lucecitas pajizas, escarlatas y glaucas, arrugas, patas de gallo, colágenos y bótox entablillados por los filtros del photoshop... Aquel amigo pelma que salía de vacaciones con el único objetivo de disparar veinte carretes para darte la chapa, aquel insufrible vecino que te mostraba un álbum protagonizados por su bebé de seis meses, ora en la playa, ora haciendo pucheros, o potando, pasean reencarnados en un ejército de gente famosa, y no tan famosa, a la que la Navidad alienta a mostrarse con fenicio vedetismo.

Pero el coleccionista de horrores sabe que incluso aquí, en el terreno del amaneramiento morboso, existen categorías. Ninguna como la ruta hortera. Sintetizada en las noticias de la familia Kardashian. Kayne West, rapero pijo y genial, quintaesencia del artista hermoso e insufrible, autor de discos incontestables («My beautiful dark twisted fantasy» tal vez sea el mejor disco de rap de la última década), pero también enamorado de sí mismo y empalagosamente autoconsciente, le ha entregado a su esposa, la ínclita Kim (Kardashian), 150 regalos por Navidad. Lo sabemos gracias a Kourtney (Kardashian), hermana de Kim, que ha corrido a celebrarlo en las dichosas redes sociales. Impagable el vídeo de la familia catódica, príncipes de la telerrealidad, en bata y pantuflas por la casoplona petada de obsequios. Así como el despliegue de objetos muy caros estimula la libido de un gentío que lo mismo suspira por el cochecito eléctrico del niño que por las colonias que diseña la madre, la saga Kardashian posa ella misma por Navidad transformada en un recauchutado catálogo de caspa. Un belén viviente o globo humano a base de silicona que colecciona fans por millones y, como todo funciona al revés, enriquece a sus oficiantes haciendo de la imbecilidad el patrón oro del momento. Al parecer la familia Kardashian mantiene la navideña tradición de pasearse durante unos días con pijamas a juego.

Qué decir del retrato de una Mariah Carey con bañador en un estanque al aire libre en las montañas Rocosas y cercada por la nieve. En la onda de esos locos que en las proximidades del Círculo Polar Ártico, de Vancouver a Oslo, protagonizan los telediarios cada 25 de diciembre mientras chapotean entre carámbanos. Mariah es la musa insustancial y provinciana de un «star system» abonado a la irrelevancia. Mariah, con sus canciones indistinguibles y sus melismas vergonzantes, con sus postales subacuáticas y cutres, actualiza los traumáticos momentos de Ana Obregón en bikini estival mediante una estampa navideña o pop para consumo de un público fisgón. Nada que envidiar, por otro lado, al gran clásico entre las «celebrities», o sea, las imágenes junto a Papa Noel, alias Santa Claus, que culminaban el aquelarre de estos días. La propia Mariah colma el asunto con un posado en el regazo de Santa.

De Courtney Love a Lindsay Lohan, de la siempre temible Paris Hilton frente a una montaña de ositos de peluche a los Beckham reunidos en un puente nevado, los últimos quince días demostraron cuánto nos aman. La Navidad elevada a la categoría de pasarela, la Navidad rebajada a la condición de espejo, multiplicó el centón de héroes en ropa interior y figurones que vuelven cada año como una reedición de las plagas bíblicas. Intimidados por la oleada de glucosa, sobrevivimos para contarlo. Feliz 2016.