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El artículo de Carmen Lomana: Madrid se está quedando sin alma

Lomana en el teatro Cervantes
Lomana en el teatro Cervanteslarazon

Me quedé tan sorprendida que no podía dar crédito a lo que estaba leyendo: el cierre de Embassy. Mi lugar favorito de Madrid, un sitio de referencia en mi vida lleno de recuerdos de tardes con amigas y amigos, un espacio de largas charlas donde te sentías como en casa y podías ir sola porque siempre encontrabas conocidos que te invitaban a sentarte con ellos, era una continuación de nuestra casa. Me gusta disfrutar de sus deliciosos tés y emparedados, sus pastelitos de limón, las riquísimas infantinas, un postre creado para la boda de la Infanta Elena en Sevilla que tuvo tanto éxito que decidieron hacerlo en su pastelería como un clásico. Cuando mi marido Guillermo y yo veníamos a Madrid, Embassy era nuestro primer aterrizaje; nos encantaba almorzar, en su elegante comedor del primer piso, el revuelto de espárragos verdes y gambas y otras muchas delicatessen que ofrecía su maître.

El ambiente era de un lujo refinado y de complicidad, el lugar de encuentro más chic de Madrid, que inspiró a escritores como Francisco Umbral para sus crónicas. Él iba a Embassy de expedición antropológica para satisfacer sus fascinaciones sociales, que le hicieron rodearse de marquesas y de extravagantes y sofisticados personajes. Tuve la enorme suerte de coincidir con él varias veces en las fiestas de la mejor anfitriona que ha tenido Madrid, Cuqui Fierro, en su espléndido palacete de la plaza del Marqués de Salamanca, donde reunía a personajes como Antonio Mingote, Luis María Anson, junto con actores, cantantes, políticos y banqueros, y todos morían por recibir su invitación. Después de una de esas fiestas, donde estuvimos charlando, Umbral escribió algo muy bonito sobre mí llamándome «zangolotina». Miré su significado y pude enterarme que zangolotear es estar moviéndote de un sitio a otro, riéndote y charlando. Ese día me sentí importante. Hacía poco tiempo que me había incorporado a la vida social madrileña después de unos años de aislamiento total a consecuencia de la pérdida de mi marido. En ese momento yo era una persona totalmente anónima a nivel mediático. Que Umbral, al que admiraba muchísimo, me nombrase en sus crónicas me pareció un regalo precioso.

Volviendo a mi querido Embassy: me resisto a su cierre. Es como si en París cerrasen el Café Flore, lugar de encuentro de existencialistas, donde escribían Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre. O el Café Landtmann, en Viena, patrimonio cultural. Todos lugares de referencia histórica. ¿Se imaginan que el ayuntamiento de Londres permitiese cerrar Fortum &Mason para abrir un Bed & Breakfast?. Pero en este Madrid sin criterio urbanístico ni sensibilidad histórica son capaces de permitirlo y ver cómo se convierte en un Starbucks. Lloro sólo de pensarlo.

La historia de Embassy es fascinante. Este salón de té, fundado por una inglesa en 1931, Margarita Kearney Taylor, que parecía frágil pero tenía una personalidad de hierro y estaba comprometida con la causa aliada y el M16 británico y consiguió salvar a 30.000 judíos de los nazis. Cuando se cerraban las puertas del salón los sótanos se convertían en refugio para huidos del nazismo que habían logrado llegar a España. La embajada británica tenía sus rutas de evasión activas y una de ellas pasaba por Embassy antes de continuar en las sombras de la noche en dirección a Gibraltar. Ese sótano todavía conserva el recuerdo de miles de vidas que se salvaron. Pero también era el lugar de encuentro más chic de Madrid, sobrevivió a nuestra Guerra Civil y vivió su época dorada en la Segunda Guerra Mundial. En un Madrid devastado, su obrador seguía fabricando los «scones» acompañados de «sour cream» (crema ácida en español) y mermelada de frambuesa. Situado cerca de la Embajada Alemana y Británica, funcionarios de ambos países oficialmente en guerra compartían lugar por la extraña camaradería de una buena mesa.

Ya hemos visto desaparecer maravillosos cafés, el último “El Central” al que dedique un artículo, también cines y teatros míticos. Madrid se convertirá en una ciudad sin alma ni memoria ni referentes históricos del siglo XX si el Ayuntamiento y la especulación no lo remedian.

Mi semana estuvo llena de momentos emocionantes que otro día les contare pero hoy Embassy merece mi reconocimiento y cariño más absoluto. Debo ser una sentimental fuera del tiempo.