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El artículo de Lomana: De Molière a Macron

Carmen Lomana, junto al «maître» del restaurante La Sal
Carmen Lomana, junto al «maître» del restaurante La Sallarazon

Berlanga hubiese hecho una obra maestra del cine con el momento que estamos teniendo que soportar estupefactos. Los españoles estamos viviendo lo más grotesco e inmoral de nuestra leyenda negra, que ni Goya en sus peores momentos de alucinación hubiese imaginado. Por un lado, nos enteramos de que, bajo la advocacion de Nuestra Señora del tres por ciento, los Pujol fundaron una congregación para sus fechorías mafiosas que manejaban de misal en misal y bajo mensajes con un lenguaje encriptado usado por la madre superiora del clan: «Reverendo Mosén, soy la madre superiora de la Congregación y desearía que traspasase dos misales de mi biblioteca a la del capellán. Él le dirá dónde se han de colocar», y así iban colocando los millones de euros trincados.

La palabra «honorable» ha quedado marcada y devaluada por siempre tras haberla utilizado para denominar a un ser tan despreciable como Pujol. Esta panda manejó entre tinieblas y a las espaldas de Hacienda montañas de dinero. De maitines a completas, la primera familia del nacionalismo catalán se entregó en cuerpo y alma a amasar un formidable dineral extramuros del convento. No me digan que la trama no es un buen argumento, incluso para un cómic. Y lo más grotesco de todo es que algunos catalanes se creen con «autoridad moral» para referirse a España con displicencia y acusarnos precisamente de robarles. De traca.

La otra novedad de la semana es esa neurosis de profanadores de tumbas que ha invadido el Congreso, llevados quizá por la idea de cambiar de tercio ante tanta basura que se cuece entre sus señorías. Éstos han decidido que, como no tenemos nada más importante que hacer, ni siquiera aprobar los Presupuestos, lo mejor sería desenterrar a Francisco Franco y sacarlo del Valle de los Caídos. Algunos, ignorantes de la Historia, han debido pensar que es el mayor gesto de heroísmo anti franquista de su vida. En mi opinión hay que defender la inviolabilidad del Valle con todos sus difuntos dentro. Que los dejen descansar en paz. Que no sigan queriendo negar la historia buena o mala, pero que es la nuestra, destruyendo un testimonio físico de la misma, de la historia real, de la que intentan destruir, ocultar o negar para inventar otra que quizá convenga más a sus planes. Hay que defender los cementerios, las lápidas y las cruces de esta furia destructora de alguna izquierda revanchista que no lleva a ninguna parte.

Para mí la victoria de la semana ha sido la de Macron, un soplo de aire fresco. Esa historia de amor desde la adolescencia hacia su maestra, con la que consiguió casarse siendo entonces compañero de clase de una de sus hijas, es absolutamente novelesca e inquietante. Macron tiene una mente privilegiada y solo a alguien como él no le importa la barrera de la edad y admira la inteligencia, porque él, aun siendo brillante, probablemente hoy no sería presidente de Francia sin Brigitte, que ha dirigido su vida y su campaña de la misma forma que un día le dirigió en una obra de Molière, «El misántropo», momento en el que cayó rendido de amor ante su profe. Durante la campaña un periodista le preguntó sobre el dramaturgo francés y, para sorpresa de todos, recitó de memoria el diálogo inicial de la citada obra, algo que ha levantado gran admiración en Francia y que demuestra que su ahora mujer era una buena directora de teatro en su escuela. Los políticos no vienen hechos de fábrica, se hacen a través de la experiencia y, de la misma forma que Napoleón, tras pasar por los años de la revolución dijo que pertenecía a la derecha pero también a la izquierda, Macron ha dicho formar parte del Gaullismo y del socialismo, los dos grandes partidos de la V República.

Para terminar, me quedo con lo dicho por Houellebecq, filósofo francés al que venero: «Hay un voto de clase. Yo voto a Macron. Soy demasiado rico para votar a Mélenchon o Le Pen».