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El bautizo que une a la familia Grimaldi
Carolina y Estefanía arropan Alberto y Charlene en el sacramento de Jacques y Gabriella
Era el bautizo del «morbo». Como casi todo lo que sucede en la casa real de Mónaco. El Principado se despertó ayer pendiente del bautizo de Jacques y Gabriella, los mellizos de Alberto II y la princesa Charlène, que nacieron el pasado mes de diciembre para regocijo del príncipe, ya que por fin tiene un heredero legítimo al trono. Hay que recordar que a sus padres no se les veía juntos desde el pasado 7 de abril, cuando Charlène reapareció para acudir al funeral de su suegro, Rainiero, después de su controvertida ausencia en el Baile de la Rosa.
Pero ayer era el día para que la familia Grimaldi diese lo mejor de sí misma –a pesar de la ausencia de Carlota, que se encuentra en Asia con su pareja, Gad Elmaleh, y de Tatiana Santo Domingo, que dio a luz hace apenas un mes– con una puesta en escena, como casi siempre, impecable. Desde el palacio hasta la catedral de Nuestra Señora de la Asunción, donde se celebró la ceremonia religiosa, las calles estaban engalanadas con numerosas banderas, escudos, 6.000 flores colocadas estratégicamente, carabineros de Mónaco vestidos con su uniforme de gala, grupos folklórico que amenizaban la espera, gente, mucha gente, y, entre los residentes, los turistas, conscientes de que, además del casino, los Grimaldi son la mayor atracción del Principado.
Más de 700 invitados esperaban en la catedral a los mellizos –ya oficialmente marqués de Baux y condesa de Carlades–, que llegaron en brazos de sus niñeras que se los entregaron a sus progenitores al son de 21 cañonazos de celebración para cada uno. Los bebés vestían sendos trajes de cristianar de Baby Dior –en blanco voilé de algodón decorados de inspiración vegetal, jaretas y encajes de Calais–, cuyo precio supera igualmente los 1.000 euros.
Charlène, de Dior
Su madre también eligió un Dior Haute Couture de la colección 2015 de color marfil con una falda hasta la rodilla y zapatos a juego. Como complementos, unos guantes de color crema y un sombrero pastillero del mismo color. Aunque la realidad es la que es: Charlène no pudo rivalizar con Carolina de Mónaco. A sus 58 años volvió a impresionar con un dos piezas de falda midi ,chaqueta asimétrica y manga francesa, todas las piezas en tono malva, que ensalzó con una pamela XXL. La princesa llegó con sus hijos Andrea y Pierre Casiraghi y la princesa Alejandra. Poco después llegaron Estefanía y sus tres hijos, Louis y Paulina Ducruet y Camilla Gottlieb.
¿Los padrinos? Bien, gracias. Alberto eligió a Christopher Le Vine Jr., primo hermano por parte de Grace de Mónaco; Diane de Polinac Nigra, familia de Alberto por parte de Rainiero; Gareth Witttock, el hermano de Charlène y Narine Piennar, esposa de François Piennar, ex jugador de rugby. Pasaron inadvertidos para la mayoría de los curiosos. En su momento sorprendió que Alberto no hubiese elegido a ninguna de sus hermanas para ser madrina de alguno de los mellizos. Algo que aventó la posibilidad de que hubiera una mala relación entre ellos. Ayer desde luego no lo pareció. Carolina y Estefanía de Mónaco no pararon de conversar durante la ceremonia y soltaron besos al aire para Alberto y Charlène. La complicidad más evidente fue cuando Carolina protegía del sol a uno de los mellizos a la salida del templo. Durante la Santa Misa, Andrea Casiraghi leyó la lectura de la primera carta de San Juan, que eligió Charlène, que se ocupó de todos los detalles, también de la música de órgano y que interpretó el coro.
Es conocida la frialdad con la que se muestran en público Alberto y Charlène, pero lo que no estaba previsto es que también lo fuesen con sus hijos. Apenas estuvieron juntos durante la ceremonia. Las dos niñeras se los llevaron a una sala aparte mientras se celebraba la Santa Misa. Sólo se reunieron cuando recibieron el agua bautismal. El príncipe Jacques, en brazos de su madre, recibió en primer lugar las aguas bautismales. Alberto se encargó del mismo rito con su hija Gabriella.
Era la primera vez que se veía a los bebés desde que les presentaron oficialmente el pasado 7 de enero a todos los monegascos. En este tiempo se han sucedido los rumores sobre las desavenencias, cuando no indiferencia, entre Alberto y Charlène. Hace unos meses la revista portuguesa «Caras» afirmó que Charlène vivía en una residencia al sur de Francia junto a sus hijos, al tiempo que Alberto permanecía en Mónaco. Sea cierto o no, es imposible de olvidar la peculiar luna de miel que vivieron en Suráfrica, donde se alojaron no ya en habitaciones separadas, es que estaban en hoteles distintos.
Con el nacimiento de los mellizos, Alberto II respiró tranquilo porque por fin cumplió casi la única misión que tenía mientras estuviese en el trono: tener herederos legales, después de que se supiese que tenía otros dos hijos, Jazmin, de 22 años, y Alexandre Coste, de 11, que no podían sucederle porque fueron concebidos fuera del matrimonio.
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