Roma

El fin del bunga bunga

Atrás quedaron sus años de liderazgo político que marcaron toda una época. También, sus conocidos escándalos sexuales. El currículo sentimental de Berlusconi es interminable. Aunque «sólo» ha tenido dos mujeres, sus amantes se cuentan por decenas.

Cabizbajo, junto a su pareja Francesca Pascale
Cabizbajo, junto a su pareja Francesca Pascalelarazon

Atrás quedaron sus años de liderazgo político que marcaron toda una época. También, sus conocidos escándalos sexuales. El currículo sentimental de Berlusconi es interminable. Aunque «sólo» ha tenido dos mujeres, sus amantes se cuentan por decenas.

Desde hace un tiempo, hablar sobre Silvio Berlusconi en Italia ya no implica reflexionar acerca de un caballo ganador indiscutible. En la política, en el deporte y en la vida personal, el ex Cavaliere – al que le quitaron el título en 2014– está cosechando importantes derrotas que anuncian el paulatino deterioro de su poderosa imagen mediática como hombre hecho a sí mismo y capaz de realizar todo lo que se proponga. La omnipotencia ostentada durante décadas, le ha pasado factura: el «bunga bunga» quedó atrás.

El pasado lunes fue ingresado en el hospital San Rafael de Milán debido a una «descompensación cardiaca». Tras sentirse mal en la capital romana el pasado domingo, día de elecciones, fue trasladado a Milán con el objetivo de realizar «unos controles médicos programados», según afirmaron a lo largo de esta semana miembros de su partido, Forza Italia. Más allá de lo puramente clínico, el ingreso hospitalario de Silvio Berlusconi es un ejemplo más de la mala racha que está atravesando el ex jefe del Gobierno italiano. Y es la confirmación de una decadencia que pasa de lo físico a lo empresarial, por no hablar de lo político.

Estrés político

Ese domingo tuvo lugar la primera vuelta de las elecciones municipales en Italia, que veían también la alcaldía de Roma como protagonista. Fue ese día cuando el ex primer ministro transalpino sufrió un gran estrés tras ejercer su derecho al voto en el centro de la capital italiana, cerca de su residencia en Palazzo Grazioli, al lado de Plaza Venecia. Tras ingresar en el centro, los resultados de las elecciones en Roma desvelaban una total derrota política de Berlusconi en la Ciudad Eterna. Se trataba de la confirmación de una pésima estrategia. No obstante, el Cavaliere sigue promoviéndose como unificador del centro-derecha italiano.

No se puede negar que a sus 79 años se le ve cada vez más mayor. Hace pocas semanas, en el magacín televisivo «Porta a Porta» de Rai 1, estuvo algo más lento de lo habitual. Nada extraño, ya que los reflejos menguados, propios de la edad, se notan incluso en líderes carismáticos como él. Así pues, no hay cirugía estética que impida el natural paso de los años. No son buenos tiempos tampoco para su amado Milan. La familia Berlusconi lleva meses negociando con inversores asiáticos, concretamente chinos, para ceder una buena parte de las acciones del conjunto rossonero. Bajo la condición de seguir teniendo un papel importante en el equipo que adquirió en 1986, estaría dispuesto a deshacerse económicamente del Milan A.C. con tal de devolverle el impulso y la gloria de otros tiempos, que le vieron ganar 28 títulos en 30 años. También en el fútbol, Berlusconi podría estar destinado a convertirse en una vieja gloria.

En lo personal, los excesos de poder del ex jefe del Gobierno fueron los que no consiguieron hundirlo, pero sí desgastarlo progresivamente en los demás ámbitos de su vida pública y empresarial. Las célebres fiestas sexuales en la localidad milanesa de Arcore o en su Villa Certosa en Cerdeña, a base de «bunga bunga», llegaron a poner en cuestión la figura del político italiano ante los medios de todo el mundo.

Cuando parecía imposible que se pudiera atravesar la frontera de la decencia, el mayor descaro de Silvio Berlusconi llegó a finales de mayo de 2010. Una chica de 17 años, Karima El Mahroug, «Ruby Robacorazones», es detenida por la Policía de Estado, en Milán. Berlusconi, en aquel momento presidente del Gobierno, llama personalmente a la Jefatura de Policía explicando que aquella chica es la nieta del entonces presidente egipcio Hosni Mubarak y tienen que soltarla. Se trató de algo falso que le valió la acusación, por parte de la Justicia italiana, de abuso de poder y de favorecer la prostitución de menores. En cuestión de un año, debido a la grave situación económica que entonces vivía Italia, Berlusconi fue sustituido por Mario Monti. El ex Cavaliere entró en política en 1994 en un contexto de perdición del sistema político italiano, donde el escándalo de corrupción conocido como «Tangentopoli» vio el hundimiento de todos los grandes partidos itálicos protagonistas desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Mientras Bettino Craxi escapaba a Túnez y la izquierda italiana sobrevivía en un contexto de posguerra fría, Berlusconi, sin ningún pasado político, prometió a los italianos, hartos de corrupción, liderar el país tal como lo hacía con sus empresas. Tras más de 20 años de conflictos de intereses y casos judiciales, el político se ha convertido ya en una vieja gloria de la política italiana. El declive de su figura, que este año cumplirá 80 años, es el enésimo ejemplo de cómo el aspecto humano de los iconos supera su propia imagen. Y todo ello, aunque se trate de Berlusconi, ya que, para Roma, eterna por definición, esto no es más que pura rutina secular. El ya ex Cavaliere, revolucionario absoluto de la telegenia política, no ignora que, aunque cueste admitirlo, hay momentos en los que hay que saber cuándo y cómo afrontar los fundidos en negro.