Comunidad de Madrid
Esperanza Aguirre: La meditación del golf
Ha convertido el golf en su refugio. El bridge, los mercadillos, pasear por el campo y sus nietos ocupan ahora la agenda de la jubilada Aguirre
Ha convertido el golf en su refugio. El bridge, los mercadillos, pasear por el campo y sus nietos ocupan ahora la agenda de la jubilada Aguirre.
Conociendo a Esperanza Aguirre como la conozco desde 1983, no me atrevo a asegurar que haya pasado página en la política, si bien en estos momentos se siente decepcionada, emocionalmente hundida y moralmente tocada por el asunto Lezo, gravemente herida su confianza por quien fue su lugarteniente, el hombre de la presidenta, Ignacio González. Horas después de la tercera dimisión consumada en su vida pública, Aguirre se muestra dolida, pero con la conciencia tranquila porque ha hecho lo único que podía hacer: asumir su responsabilidad política por no haber detectado las actividades sospechosas del hombre al que dejó en herencia la presidencia de la Comunidad de Madrid. Confiesa que se lo pensó hasta última hora, que tuvo la tentación de resistir, pero al final se convenció –con ayuda de su familia– de que debería dar un ejemplo de coherencia, que piensa que también tuvo que haber dado alguien en su partido cuando se destapó el «caso Bárcenas».
Ahora estrena agenda con todas las páginas en blanco, huérfana de compromisos oficiales y llena de esa dedicación que le debía a su familia después de casi 40 años entregada a la política y con ganas de un tiempo que también reclamaba para el ocio. Porque, aunque se jubile –que eso está por ver–, Aguirre no va a parar. Madrugará y «andará deprisa» en la cinta que tiene en casa y volverá a pasear durante más tiempo a su perro Pecas, un Jack Russel que le hace compañía desde la campaña electoral de 2011. Dedicará al menos un día a la semana a mejorar su hándicap de golf –en la actualidad está en 8,4, pero tuvo épocas en las que bajó hasta cifras de semiprofesional–, un deporte que practica desde hace años, sobre todo desde que una lesión la apartó del tenis. Famosas eran sus escapadas de la Puerta del Sol para dar unas bolas e incluso jugar unos hoyos cortos. El golf, deporte que practica con familia y amigos, siempre ha sido su válvula de escape en momentos de crisis y su espacio de relajación durante las etapas en las que la vida le ha pedido darse un respiro. De hecho, el pasado sábado, en pleno fin de semana de reflexión sobre su futuro profesional, después de conocer el encarcelamiento de González, la ex presidenta regional se refugió del terremoto judicial y mediático jugando un torneo. Lo mismo que el martes, un día después de comparecer ante la Prensa para presentar su dimisión, cuando Aguirre «celebró» su jubilación jugando un partido en Puerta de Hierro, el club más exclusivo de la ciudad, del que su marido, Fernando Martínez de Haro, es presidente.
Y por fin va a tener tiempo para jugar al bridge junto a su suegra, con la que comparte la gran casa en la que vive, en el rebelde barrio de Malasaña. Esperanza y Beatriz disfrutan a menudo, con otras «parejas de bridge», de largas partidas de este juego en el que la ex concejala saca su lado más estratega y también el más solidario: es muy habitual que juegue para causas altruistas.
A Esperanza le gusta además recorrer mercadillos, pasear por el campo, ya sea en Guadalajara, Asturias o Cádiz, y sobre todo pasar tiempo con los suyos, su marido, sus dos hijos y, especialmente con sus seis nietos: la mayor tiene siete años y el menor apenas uno. Ha dejado de ser la lideresa del PP para liderar ahora a la familia. Esa familia, especialmente su marido, que ha sido decisiva en momentos clave de su vida. Cuando le detectaron un cáncer de mama, fueron ellos quienes la convencieron de que dejara la presidencia de la Comunidad (año 2012). Incluso su esposo la presionó para que se fuera de la política y se dedicara a vencer su enfermedad, lo que hizo a medias, dejó el cargo, pero no la vocación. Cuando dimitió como presidenta del PP de Madrid (2016) tras el caso de la Púnica, también había estado muy influida por su entorno más próximo, y al consumar la tercera y última dimisión, en este caso como portavoz y concejala del Ayuntamiento, la familia ha podido ser decisiva durante el pasado fin de semana. Lo que nunca consiguieron los suyos es hacerle dar un paso más y que abandonase definitivamente la vida pública. Su respuesta más cercana a esta propuesta fue: «Me voy del primer plano de la política, no de la política».
En más de una ocasión me ha confesado que tras haber sido la primera mujer primer teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Madrid, la primera doblemente ministra de Educación y Cultura, la primera presidenta del Senado y la primera presidenta de una Comunidad Autónoma, su ilusión era retirarse de la política como la primera alcaldesa en la historia del Ayuntamiento de Madrid, aunque luego el imprevisible destino quiso que ese privilegio recayera en Ana Botella.
De hecho, si mantuvo una dura pugna con el partido para conseguir ser candidata a la alcaldía, en los comicios de 2015, fue con la idea de culminar su sueño de dejar la vida política siendo la alcaldesa de su ciudad. Un amigo común me comenta que de Aguirre se puede esperar todo, incluso que se dedique, por ahora, a ver los toros de la política desde la barrera, pero que en el momento oportuno puede volver a saltar al ruedo. Es una superviviente en lo personal: salió ilesa del accidente de helicóptero, junto a Rajoy, en Móstoles; también del atentado que vivió en Bombay, y superó un tumor. De hecho,tras dejar la presidencia de la Comunidad de Madrid, dijo: «Si vuelvo es que España está muy mal». Regresó pero no con ánimos de participar en el ámbito nacional. Hasta ahora ha tenido explicación a los casos de corrupción que de forma colateral le han impactado. «Gracias a mí, y de forma casual, se descubrió la Gürtel». En el asunto de la Púnica, dijo haber reaccionado a tiempo, apartando en su día a Francisco Granados. Pero ahora, la Lezo le ha pillado por sorpresa, sin capacidad de reacción, y se lamenta de que ni siquiera tuviera sospechas de lo que estaba urdiendo, presuntamente, Ignacio González.
Ahora, su primer reto es superar el estado de frustración y desconfianza que le ha ocasionado comprobar cómo una persona tan cercana a ella se encuentra ahora en Soto del Real –que no Sotogrande, que es un lugar que frecuentaban–, entre rejas, acusado de gravísimos delitos que ella nunca hubiera sospechado y, sobre todo, que se trate de una trama familiar, en la que figuran el padre, el hermano y hasta el cuñado de Ignacio González. «¿Quién me lo iba a decir, cuando le conocí, de chaval, trabajando en el Ayuntamiento de Madrid?», lamentaba.
Comenzó en política en 1983, como concejala en la oposición en el Ayuntamiento madrileño y ha terminado su carrera pública como concejala en la oposición en el mismo consistorio. Curiosidades del destino, que en el caso de Esperanza Aguirre ha sido siempre caprichoso, inesperado y traicionero. Al menos, los suyos han recuperado la «esperanza» y ella, el tiempo libre que nunca tuvo. ¿Para siempre? Con Esperanza Aguirre nunca se sabe, pero tiene la pinta de que a la tercera, es la vencida.
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