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La primera boda de la Casa de Alba sin Cayetana

La familia se reúne en Liria para celebrar la boda de Luis Fitz-James Stuart con Adriana Marín Huarte, el primer enlace tras el fallecimiento de la Duquesa de Alba en noviembre de 2014.

Prácticamente no se les había fotografiado en público hasta la capilla ardiente de doña Cayetana
Prácticamente no se les había fotografiado en público hasta la capilla ardiente de doña Cayetanalarazon

La familia se reúne en Liria para celebrar la boda de Luis Fitz-James Stuart con Adriana Marín Huarte, el primer enlace tras el fallecimiento de la Duquesa de Alba en noviembre de 2014.

El primogénito del duque de Híjar y actual duque de Aliaga, Luis Fitz-James Stuart, podría haber elegido para su boda con Adriana Marín Huarte el castillo familiar de El Tejado del siglo XIV en la localidad salmantina de Calzada de Don Diego. Sin embargo, aceptó el ofrecimiento de celebrar su enlace, hoy a la una de la tarde, en la capilla del palacio de Liria, situado en la calle Princesa de Madrid, residencia de su tío el duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart. Después de la boda de su primo Jacobo, hijo de María Eugenia Fernández de Castro y de Jacobo Fitz-James, la familia entró en un bucle de herencias, nominaciones de expulsión, Cayetano salió del palacio y hubo un ajuste a la nueva situación tras el fallecimiento de la matriarca, Cayetana.

El pequeño Palacio Real

Es una boda solemne y de día, al contrario que la de su primo, Jacobo, que fue más «bohemia», o la de su hermano pequeño, Javier, con el que se lleva tres años, que la celebró festivamente en Jerez. Luis, duque de Aliaga desde que su padre le cediera el título el año pasado, que es muy reservado y serio, ha preferido casarse en el edificio de referencia familiar, el de Liria. Un palacio bombardeado en plena guerra civil española del que sólo quedaron las cuatro paredes de las fachadas y que su abuela materna, Cayetana, la inconmensurable XVIII Duquesa de Alba, reconstruyó y redecoró y al que se llamó «el pequeño Palacio Real». Hasta ayer mismo han estado pendientes del tiempo porque la pareja siempre ha manifestado su deseo de celebrar la boda en el exterior. El veranillo de San Miguel les permitirá celebrar todos los fastos –cóctel de pie, almuerzo sentados y baile con copas y música a cargo de un DJ– en los jardines. No han querido montar carpas en previsión. Tampoco hubieran tenido problemas de espacio en el interior del edificio, ya que cuenta con 200 dependencias repartidas en tres plantas y 26 salones y hasta uno enorme de baile con vistas a los jardines y relojes en hora que todos los jueves revisa el profesional que atiende los del Palacio Real en la cercana plaza de Isabel II. Los cerca de 450 invitados comenzarán a llegar escalonadamente una hora antes de la ceremonia, prevista para la una de la tarde, según reza en la invitación de boda. Por parte del novio, invita el duque de Híjar y han sido escritas a mano por una pendolista amiga de la novia. Para que no haya ningún problema en la puerta principal del palacio de Liria, el duque de Híjar, segundo hijo de la Duquesa Cayetana y padre del novio, ha previsto un equipo de relaciones públicas para que atiendan a los periodistas y fotógrafos que estarán congregados en la valla de acceso y evitar así que los invitados puedan sentirse incómodos al entrar en el recinto. A pesar de la expectación, no se espera mucho «colorín» porque son convidados del mundo de las finanzas, la diputación de la Grandeza, el Instituto de Empresa, amigos de la pareja inéditos para la prensa y familiares también desconocidos en las páginas de sociedad. Así que el «cuore» lo aportarán los propios Alba. Aunque puede que eviten las fotos porque Carlos y Fernando viven en el propio palacio, Eugenia quizá baje desde su piso directamente al jardín de Liria sin pasar por la puerta principal y Cayetano aún conserva su habitación, así que, si no quieren que les saquen fotos en la entrada, pueden evitarlo, todo dependerá del humor que tengan.

La mantilla manda

Al novio, Luis, duque de Aliaga, le será más difícil evitar las instantáneas, y entrará acompañado de su madre, María Hohenlohe, que esta vez cambia de diseñador. Para la boda de su hijo pequeño, Javier, eligió un traje de Lorenzo Caprile, para la del primogénito ha sido Roberto Diz el escogido. Su vestido largo en crepe de seda azul marino oscuro con mantilla de chantilly en color beige, una antigua y exquisita joya textil que pertenece a la Casa de Alba, no pasará desapercibido. Aunque sea una boda de mañana, va de largo porque la mantilla manda en el «dress code» y hasta esta semana ha estado haciendo pruebas de vestuario en Sevilla. La otra madre, la de la novia, Rosario Huarte, también va vestida por Roberto Diz, con un traje corto de capa de esmoquin en color verde botella. De hecho, no son las únicas que han elegido al andaluz para su estilismo. Diz se encarga del de otras ocho invitadas, entre ellas, la futura cuñada de Adriana, Inés Domecq, que se decanta por un dos piezas en azul bebé y un sombrero de Philiph Tracy. El exquisito traje de la novia, sin bordados y nada ñoño, lo firma Teresa Helbig, y, aunque sea discreto pero muy regio, a todos les sorprenderán la tela, el velo y el original ramo que le ha creado la firma catalana Bornay. Del resto de la decoración floral se encarga Enea. La premisa para todos ha sido la discreción. El cóctel y almuerzo que sirve Ciboulette, compuesto por tres platos con carne y pescado y sin tarta de bodas partida por los novios con espadas. Domina el blanco y el ocre y la ausencia de alimentos ostentosos: langostas, faisanes, etc., no se verán en Liria. Por cierto, tampoco habrá viandas del sello Casa de Alba, todo será de Ciboulette, que también dispone de un menú antialergias o para vegetarianos, quizá en previsión de que pudiera acudir la Reina Sofía o el propio Felipe Froilán, alérgico a los frutos secos; no han contado con un «wedding planner», pero sí con la ayuda de un amigo de la pareja.