Casas reales
Los 67 años del príncipe Carlos: mi reino por una barbacoa
El príncipe, que ha batido el récord como la persona que más tiempo lleva en la historia del Reino Unido como heredero a la Corona, celebra su cumpleaños, en viaje oficial junto a Camilla.
Con una barbacoa, 500 invitados y en la emblemática playa de Cottesloe, en Perth. Así celebrará hoy el príncipe Carlos su 67 cumpleaños. En esta ocasión, no se trata de otra de sus excentricidades. El heredero al trono se encuentra de viaje oficial en Australia y Nueva Zelanda junto a su mujer, Camilla. Desde hace tiempo, la pareja representa a la reina Isabel II en los viajes largos, por lo que se ha visto «obligado» a soplar las velas en un entorno paradisiaco con un sol intenso que dista mucho de la neblina que cubre estos días la capital británica.
El gobernador australiano Colin Barnett ha prometido que los duques de Cornualles degustarán los mejores productos del país y podrán disfrutar de las impresionantes vistas del océano Índico. A la fiesta acudirán autoridades, pero también familias que viven en la zona así como los trabajadores de servicios de emergencia, entre los que se encuentran enfermeras, paramédicos, policías y bomberos.
La que no está en la lista de invitados es Jane Priest, la modelo australiana que en 1979 apareció en los rotativos de todo el mundo cuando, en la misma playa, robó un beso al príncipe mientras éste practicaba surf. Durante años, fue bautizada como la «It Girl» de Perth.
La imagen la catapultó al estrellato. Trabajó como modelo en Sydney, Francia y Estados Unidos e incluso protagonizó la portada de la revista «Playboy» de Australia a principios de 1980.
Ahora, sin embargo, vive una vida tranquila alejada de los focos. Dice estar algo cansada de una anécdota que ocurrió hace más de treinta años, por lo que ha denegado las jugosas ofertas de entrevistas realizadas por medios locales, que aprovechando la visita real, querían recordar, una vez más, aquel beso en la mejilla. «Tenía 26 años y aquello fue una cosa preparada por las personas de la Casa Real para que la imagen del príncipe fuera más cercana, sólo eso», declaró al periódico Evening Standard.
Respetado y querido
Lo cierto es que el Palacio de Buckingham siempre ha estado muy pendiente de la imagen de Carlos para que fuera a la vez respetado y querido llegado el momento de acceder al trono. Pero parece que ese momento no va a llegar nunca. A sus 67 años, no sólo se ha convertido en jubilado, sino que ha batido el récord como la persona que más tiempo lleva en la historia del Reino Unido como heredero a la Corona. El que ostentaba antes el título era Eduardo VII, que esperó 59 años, dos meses y 13 días en convertirse en rey.
El pasado mes de septiembre, Isabel II, de 89 años, superó a su tatarabuela Victoria como la soberana que más tiempo ha estado en el trono: 63 años y 216 días. Y en su vocabulario no existe la palabra abdicación. De hecho, la prensa británica ni siquiera se atreve a mencionar el término. Así que a su hijo no le queda más remedio que hacer lo que ha hecho hasta ahora... esperar.
Pero, ¿quién es él? ¿A qué dedica el tiempo libre? Unos lo ven como el eterno heredero. Otros simplemente como el hombre que no supo hacer feliz a Diana. Hasta hace bien poco, nunca había despertado grandes simpatías entre el pueblo británico. Pero lo cierto es que no es del todo culpa suya.
En su vida profesional, los asesores de Palacio no supieron encontrarle su sitio, un espacio donde pudiera desenvolverse con soltura y en el que lograra ocupar sus horas evitando así ofrecer la imagen de hombre desorientado sin otra cosa que hacer que aguardar un trono que nunca llega. Así que ha tenido que entretenerse con las que dice son sus dos pasiones: los productos ecológicos y la arquitectura. Y sí se hubiera mantenido en un segundo plano, la cosa no habría ido tan mal, pero la boca le pierde. Sus comentarios siempre han sido de lo más inoportunos.
En los ochenta, sus planes para estimular «la rehabilitación del centro de Londres» irritaron profundamente a Margaret Thatcher. Durante el Gobierno de Tony Blair también protagonizó titulares advirtiendo que «si se cambiaba la ley para la caza del zorro abandonaría el país y pasaría el resto de su vida esquiando». En 2010, su total oposición a la idea inmobiliaria de la empresa Qatari Real Estate Investment llevó supuestamente a la familia real qatarí a retirar su apoyo al inicial del conocido arquitecto Richard Rogers. En su lugar, Carlos pidió tomar en consideración el trabajo de su arquitecto favorito, Quinlan Ferry, rompiendo así toda la neutralidad que se le presupone a una persona de su rango.
El portavoz de Clarence House –su residencia oficial– asegura que «su tono será más discreto» cuando ocupe el trono, pero él no parece muy dispuesto a cambiar de hábitos. Es más, durante una polémica entrevista hace cuatro años, el príncipe de Gales aseguró que daría un «aire fresco en palacio» y que si esto no gustaba a sus padres, «mala suerte». Su estilo de vida tampoco ayuda en ocasiones a dar una buena imagen. Cuenta con seis casas, once secretarias, un gran séquito de sirvientes, una lujosa colección de coches y unos ingresos anuales de diecisiete millones de libras.
Despilfarro en la crisis
Cuando comenzó la crisis, gastó más, ganó más, contrató a más personal oficial y para más inri consiguió reducir su factura de impuestos un 10 por ciento. Los recibos se incrementaron un 20 por ciento, hasta los 14,6 millones de euros, mientras los británicos estaban derrotados por la peor cifra de paro de los últimos doce años. Durante mucho tiempo, su otro gran «handicap» fue su esposa. Aunque Camilla ha conseguido con el tiempo ganarse el corazón de los súbditos precisamente por no intentar nunca copiar el estilo de Lady Di.
Con todo, los que le conocen aseguran que Carlos ve la corona como una auténtica prisión. Coincidiendo con su 65 cumpleaños, la revista «Time» aseguró que cuando lleva a cabo funciones en nombre de la reina –algo cada vez más habitual debido a la edad de su progenitora– las hace «sin alegría». Comienza a sentir todo el peso de la Corona y se desmorona, ya que su verdadero interés es continuar con su trabajo.
Según Catherine Mayer –que para escribir el reportaje pasó varios días con él y pudo entrevistar a más de cincuenta de sus amigos y asesores–, en vez de la caricatura que siempre se había mostrado, se encontró con un «apasionado filántropo, uno de los empresarios dedicados a ONGs más prolíficos del mundo», que quiere aprovechar lo máximo posible la época que aún le queda para seguir defendiendo las causas en las que cree: la sostenibilidad y la arquitectura tradicional.
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