Ciencia
Los amores del hombre que no entendía a las mujeres
El primer matrimonio de Hawking acabó siendo un triángulo amoroso y el segundo, con su enfermera, «tempestuoso».
El primer matrimonio de Hawking acabó siendo un triángulo amoroso y el segundo, con su enfermera, «tempestuoso».
Stephen Hawking dedicó su vida a dar luz a las grandes incógnitas del Universo. Fue puliendo sus famosas teorías de los agujeros negros espaciales, pero decía que eso no era lo que le ocupaba su pensamiento la mayor parte del día, sino llegar a entender a las mujeres, pues las consideraba «un completo misterio». Lo dijo cuando tenía setenta años y después de haber estado casado en dos ocasiones. Quizá las mujeres le resultaban un misterio porque a lo que menos caso hacía era a los «agujeros negros» de su vida privada, o al menos de eso se quejaba la que fue su esposa durante 25 años, Jane Wilde.
La pareja se conoció en 1963 en una fiesta de Año Nuevo en Saint Albans, cerca de Londres. El flechazo fue instantáneo y, pese a que solo un mes después recibieron el triste diagnóstico de Hawking, enfermo de ELA, y al que los médicos redujeron su esperanza de vida a dos años, decidieron seguir apostando por su amor sin fecha límite. Se casaron en 1965 y tuvieron tres hijos a la par que la cruel enfermedad fue paralizando los músculos de Hawking progresivamente hasta dejarlo postrado en una silla de ruedas.
La dureza de la situación y el agrio carácter del científico transformaron el día a día de Jane en un infierno, entregada a él por completo y sumida en una profunda depresión. Lo contó todo en un libro de memorias publicado en 2007, «Viajando al infinito: mi vida con Stephen», que fue adaptado al cine (Eddie Redmayne, que interpretó a Hawking, ganó un Oscar, un Bafta y un Globo de oro por su papel). Así resumía Jane, en una entrevista con LA RAZÓN, el momento en el que su matrimonio degeneraba: «No existía equilibrio en nuestra relación porque él solo se concentraba en la Física. Me trataba como a una sirvienta. No me tenía mucho respeto».
Fue entonces cuando una amiga le recomendó que se uniera al coro de la iglesia local para distraerse. Allí conoció a Jonathan Hellyer Jones, director del conjunto y viudo desde hacía un año tras perder a su mujer a causa de una leucemia. Aunque durante mucho tiempo su relación fue platónica, eventualmente se convirtieron en amantes. En su autobiografía, «Mi breve historia», el astrofísico explica cómo él mismo propició el triángulo amoroso –de amigo y confidente de Jane, Jonathan pasó a vivir en la casa familiar–, porque en un principio le pareció lógico: «Quería que alguien se ocupara de ella y los niños cuando yo no estuviera». Sin embargo, con el tiempo la situación fue suscitando sus celos. «Fui sintiéndome infeliz por la relación cada vez más estrecha que existía entre Jane y Jonathan. Al final no pude aguantar más y en 1990 me mudé a un piso con una de mis enfermeras, Elaine Mason», indica. El primer esposo de la enfermera, además, fue quien inventó el sintetizador que le permitía al científico comunicarse.
Otro divorcio
Así, pusieron fin a su relación de 25 años, aunque Hawking y Mason no se casaron de inmediato, sino cinco después de irse a vivir juntos. Y del amor incondicional de Jane, Stephen pasó al maltrato de Elaine, aunque ni él ni la enfermera lo reconocieron jamás. Sin embargo, el científico describió su relación como «apasionada y tempestuosa». A pesar de las varias denuncias en contra de Mason por abusos, la policía dejó de investigar el caso tras su divorcio, en 2006.
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