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Luis Alfonso, la rama trágica de su nieto preferido
Luis Alfonso de Borbón, uno de los nietos predilectos de la desaparecida Carmen Franco, pertenece a la rama trágica de los Borbones de España inaugurada con la descendencia del Rey Alfonso XIII, de quien es bisnieto. La muerte anunciada de Carmen Franco se sumará, el próximo 30 de enero, al 29 Aniversario del fallecimiento de su padre, el duque de Cádiz. Previamente, Luis Alfonso había perdido a su abuelo paterno, el infante don Jaime de Borbón y Battenberg, segundogénito de Alfonso XIII, fenecido a consecuencia del botellazo propinado en la cabeza por su segunda esposa, la prusiana Carlota Tiedemann, durante una violenta discusión en marzo de 1975.
Por si fuera poco, el 5 de febrero de 1984 Luis Alfonso tuvo que lamentar también la muerte de su hermano mayor Francisco, Fran, mientras regresaban de esquiar en Candanchú, en el Pirineo aragonés. Su padre Alfonso de Borbón Dampierre se saltó al parecer una señal de stop y el automóvil que conducía acabó empotrándose contra un camión en una carretera cerca de Cintruénigo, al sur de Navarra. Más tarde, consciente ya, el duque de Cádiz intentaba recordar lo que sucedió aquel aciago domingo: «Regresábamos cansados y contentos, cuando en la carretera de Navarra un camión se nos echó encima en un cruce y trituró literalmente mi coche lanzándolo treinta metros atrás. Este es el hecho tal cual pude percibirlo en aquel instante. Un segundo después, me había hundido en la oscuridad más absoluta. Del resto no me enteraría hasta más tarde, cuando salí del coma que se prolongó doce días. Supe que en el borde de la carretera deliraba en francés: “Mon Dieu, mon Dieu...”. Al ver mi coche, un CX, me tomaron incluso por un francés. Luis Alfonso estaba herido, la señorita de los niños también. Villaverde y Gonzalo no me revelaron, hasta que lo juzgaron conveniente, la atroz verdad: Francisco, mi hijo mayor, había muerto». Con catorce años, Luis Alfonso se convertiría finalmente en el único varón superviviente de su familia, tras la muerte de su hermano Fran y la de su padre, mientras esquiaba en la estación invernal de Beaver Creeck, en Colorado (Estados Unidos).
Un cable de acero de cinco centímetros de grosor «decapitó» al duque de Cádiz en el preciso instante en que éste alcanzaba la meta. El empleado de la estación Daniel Conway alzó entonces el cable a un metro setenta de altura sobre la nieve, de modo que golpease al esquiador en el pecho y lo degollase tras partirle las cervicales. La investigación policial se archivó y Conway desapareció como por ensalmo.
Al cabo de los años, los pleitos de la familia Borbón Dampierre hallaron el frío consuelo de una indemnización, cerca de 100 millones de las antiguas pesetas que fueron a parar a Luis Alfonso, a quien ya nadie podía devolverle a su padre. Su muerte convirtió a Luis Alfonso en el pretendiente a la más que hipotética Corona de Francia, según los legitimistas borbónicos que disputaban el trono a la Casa de Orleáns. Daniel Hamiche, miembro del secretariado del duque de Cádiz en Francia, se apresuró a nominar a Luis Alfonso como Luis XX de Francia, en su calidad de duque de Anjou, declarando: «¡El rey ha muerto, viva el rey! En este momento, los legitimistas franceses recordamos esta frase, y aunque ni don Alfonso ni el príncipe Luis Alfonso son reyes, el hijo del duque encarna, con el nombre de Luis XX, la tradición milenaria real francesa...». Cinco años antes de morir, el 10 de mayo de 1984, el duque de Cádiz había redactado su testamento ológrafo, en el que designaba heredero universal a su hijo Luis Alfonso. Se daba la curiosa circunstancia de que el documento iba timbrado por la Corona Real Española, y no por la de Francia, en un claro desafío dinástico a su tío don Juan de Borbón y a su primo Juan Carlos, que utilizaban precisamente el símbolo de la Casa española: «Yo, Alfonso de Borbón y de Dampierre, duque de Cádiz y de Anjou, gozando de plena responsabilidad, quiero dejar como heredero universal a mi único hijo, S.A.R. Don Luis Alfonso de Borbón, nacido el 25 de abril de 1974 en Madrid. Mientras dure su minoría de edad, quien tendrá la responsabilidad de cuidar de mis bienes muebles e inmuebles, como usufructuaria de carácter temporal, será mi madre, S.A.R. Doña Emanuela de Dampierre, duquesa de Segovia, ayudada por mis íntimos y queridos amigos los excelentísimos señores don Federico Trénor, don José María Concejo y don Carlos Abella. Quiero que mi hijo Luis Alfonso sepa cuánto le quiero y le he querido, cómo encomiendo a Dios su salud y devoción a nuestra Santa Madre Iglesia. También quiero que mi hijo siga nuestras tradiciones familiares, que harán de él el Jefe de nuestra antigua familia, los Borbones, que cumplirá dentro de tres años los mil años de antigüedad. Que siga de cerca los consejos de algunos de los legitimistas franceses que más han trabajado por nuestras instituciones, el duque de Bauffremont y el barón Hervé Pinoteau, y espero que seguirá apreciándolos con la misma amistad y afecto que yo. Por último, que honre la memoria de su querido hermano Francisco, trágicamente fallecido este año en accidente de automóvil. Esto es lo que tu padre te recomienda con el inmenso cariño que te profesa».
Era la última voluntad del «príncipe» que, como su padre don Jaime, albergó la vana esperanza de ser rey.
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