Casas reales
María Josefa Fernández: la clave está en el ADN
Si la ciencia lo confirmara, la supuesta hija de la duquesa podría reclamar parte de los alrededor de 3.000 millones y 46 títulos de la herencia.
Si la ciencia lo confirmara, la supuesta hija de la duquesa podría reclamar parte de los alrededor de 3.000 millones y 46 títulos de la herencia.
María Josefa Fernández anda a la greña con los periodistas desde que insinuó que podría ser la primogénita de la duquesa de Alba. Es lo que tiene pretender ser la hija mayor de la aristócrata con más títulos nobiliarios del mundo y uno de los personajes más populares de la prensa rosa española. ¿Cómo no querer saber más en este apasionado sainete que ella misma promete servir en capítulos a golpe de talonario? Si el Juzgado en el que ha interpuesto su demanda admite a trámite la investigación de su filiación, conviene empezar a plantear algunas conjeturas. ¿Qué significaría ser la primogénita de una mujer que ostentaba 46 títulos nobiliarios y una fortuna que la revista «Forbes» cifró en casi 3.000 millones de euros? Tendría que hablar, en primer lugar, la ciencia y no olvidemos que el ADN está haciendo temblar los cimientos de palacios más soberbios, si cabe, que el de Liria. Si la Justicia lo requiere, los hijos de la duquesa deberán realizarse las pruebas genéticas que determinen si realmente María Josefa es su hermana. La familia ya ha declarado que todo esto suena a puro sensacionalismo y que el relato de La Perdigona –así es conocida en el municipio vallisoletano de Medina de Rioseco, donde trabajó como pescadera– no tiene ninguna solidez. Es poco probable que los hijos de Cayetana accedan por voluntad propia a que se les tomen las muestras biológicas.
castillos, marquesados y ¿reina de escocia?
El juez pedirá indicios, alguna prueba documental. Pepita Sánchez, marquesa viuda del Saltillo y guardiana de los secretos de la duquesa, pudo llevarse la verdad a la tumba. Y si nos atenemos a las declaraciones de la supuesta hija, de momento solo hay una reveladora llamada y el parecido con la rodilla y los labios siliconados de Cayetana. Sus palabras nos trasladan a la rocambolesca historia de Pilar Abel, la mujer que se empecinó en ser hija de Dalí insistiendo en sus desorbitados ojos. En este caso, la exhumación queda descartada porque la duquesa fue incinerada y sus cenizas reposan en la iglesia de la Hermandad de los Gitanos. ¿Y si la pretensión de María Josefa no fuese un delirio? La posibilidad de que el ADN corrobore la filiación obliga a continuar con las hipótesis. Hablar de la Casa de Alba lleva a imaginar palacios, castillos, ingresos por venta de productos y arrendamientos y obras de arte atesoradas durante cientos de años. «De ser hija, le correspondería la parte correspondiente de la legítima. Aunque hubiese sido dada en adopción, sus exigencias económicas deberían ser atendidas», según explica a LA RAZÓN el abogado Fernando Osuna. Detengámonos ahora en el rancio abolengo, el mismo que a ella le habría sido arrebatado al nacer. Nacida solo 17 años antes que María Josefa, el parto de Cayetana fue atendido en el Palacio de Liria por el mismísimo doctor Gregorio Marañón y tuvo como padrinos a Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Descendiente de los Estuardo, la última dinastía reinante de Escocia, el diario «Daily Telegraph» sugirió que la duquesa podría convertirse en la reina de Escocia, aunque la noticia fue recibida en el Palacio de Dueñas como un disparate. ¿Un reino sin corridas de toros ni flamenco? En su colección de Grandezas de España, la dignidad más alta de Europa, se contaban siete condados, seis ducados, dos marquesados y un condado ducado, el de condesa duque de Olivares. Además, ostentaba otros 17 marquesados, 13 condados y un vizcondado. La duquesa repartió en vida varios títulos. Después de su muerte, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo recibió 18 títulos nobiliarios que le correspondían por ser el primogénito. Entre ellos, el ducado de Alba. Posteriormente, solicitó que el ducado de Huéscar y el condado de Osorno, con Grandeza de España, pasasen a su hijo Fernando y Carlos, respectivamente. ¿Qué ocurre con los bastardos? ¿No pueden ser nobles? Osuna indica que este asunto sería más complejo, ya que los títulos nobiliarios pueden ser hereditarios o vitalicios y morir con la persona.
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