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¿Que no tenemos miedo?

Carmen Lomana paseando por las calles de Ronda
Carmen Lomana paseando por las calles de Rondalarazon

Muchas veces se viene a mi pensamiento preguntarme quién me leerá, sobre qué tema les gustaría que escribiese, y me produce cierto vértigo porque tengo que confesarles que cuando empiezo a escribir, solo me dejo llevar por mi corazón, por lo que pienso y no por lo «políticamente correcto», frase que de solo pensarla me produce un tedio mortal.

Estos días, después del atentado, me han vuelto loca con cientos de panfletos islámicos a través de vídeos, la mayoría repugnantes y también temerarios, llenos de amenazas a los cristianos y occidentales reivindicando Al-Ándalus y sacando a relucir la Inquisición cuando ellos viven en una inquisición permanente, lapidando mujeres sospechosas de ser infieles y cargándose a hombres por el mero hecho de ser homosexuales. El islam continúa viviendo en la Edad Media. No es una cuestión de religiones, sino de valores que nos sustentan como sociedad y que algunos están dispuestos a perder. Quien acoge el islam está aceptando que la mujer pierda sus derechos. Habrá que ir empezando a entender que no se puede ser feminista cuando conviene y alabar el islam cuando tienen tantas normas que nos desprecian como seres inferiores al hombre. No querer esa religión o despreciarla no significa ser racista, puesto que no se rechaza a la raza, sino al pensamiento contrario a nuestras libertades más básicas.

Estoy muy harta de ese buenismo tontorrón. Asisto atónita estos días a comentarios de mujeres que se supone van de feministas (en realidad lo que hacen es atacar a todo aquello que tenga pene) y a la vez defienden el islam, no vaya a ser que se les acuse de ser racistas. Otro enorme papanatismo que veo y escucho es ese «no tenemos miedo». ¿ Que no tenemos miedo? Que le pregunten a los pobres que estaban en Las Ramblas, en Niza o en Londres... Claro que tenemos miedo. ¡Y mucho! Porque este tipo de terrorismo es incontrolable, movible y muy fácil de ejecutar. No tienen reglas ni códigos de conducta y muchos, como auténticos memos, dicen que no tenemos miedo.

La impresentable Ada Colau se negó, en nombre de no sé qué libertad, a poner bolardos y seguridad en Las Ramblas. Otros dictatorzuelos, como los de la CUP, se permiten decir quién tiene o no tiene que acudir a la manifestación. Pero, ¿en nombre de quién? ¿Qué autoridad moral les sustenta? En esta letanía de estupideces, otra de las fases repetidas hasta la saciedad es «no todos los musulmanes son terroristas», lo cual es absolutamente cierto . Menos mal, ya que de ser así estaríamos todos aniquilados. El problema no es el número de musulmanes pacíficos, sino lo que propugna su religión, que es incompatible con nuestra forma de vida, con nuestra civilización y con nuestra era contemporánea.

En Marbella vivo rodeada de musulmanes, por supuesto de alto «standing», que veranean aquí y les aseguro que son arrogantes, no saludan y son ellos los que nos miran por encima del hombro. Desde luego, será por las vacaciones, pero beben, fuman y se saltan todas sus estrictas reglas a la torera. Ayer se sentaron cerca de mí varias chicas muy jóvenes, guapísimas en bikini, sin parar de fumar y eran todas sobrinas del rey saudí Salman. Supongo que cuando vuelvan a su país cambiarán totalmente, así que olé por ellas, que al menos de vez en cuando se liberan.

Cuando llegamos a esta altura del verano noto que la luz ya empieza a tamizarse. Siento un pellizco en el estómago pensando en la vuelta a la vida real porque este mes es una vida maravillosa, pero irreal. Supongo que si siempre fuese así ya no tendría encanto o quizá estamos tan enajenados que nos sentimos con la obligación de tener «obligaciones» y trabajar. De cualquier forma, ya queda poco y exprimiré al máximo mis días de playa y sol, las tardes de chiringuito, los amigos y las fiestas, donde el principal entretenimiento es bailar, algo que no se hace en Madrid. Así que sigamos dándole al «Despacito»...