Rumanía
Rumanía: El príncipe que pudo ser rey y el actor que sueña con la corona de hierro
Tras la muerte de Miguel I, la Casa Real rumana se enfrenta a un futuro incierto. Tres protagonistas sobresalen. Por un lado, la primogénita, Margarita, y su marido, el actor Radu Duda, con tantas ansias de poder que hasta pensó en presentarse a las elecciones. Por otro, Nicolás, nieto del Rey, que fue el elegido pero luego repudiado por no reconocer a una supuesta hija.
La reciente muerte del rey Miguel I de Rumanía y los episodios acaecidos en la Casa Real rumana antes de este triste acontecimiento han causado un daño, esperemos no irreparable, a su situación. En muchas monarquías europeas se veía la ausencia de varones como una especie de maldición, al igual que los matrimonios desiguales o morganáticos, que suponían renuncias o apartamientos del camino al trono, o los hijos ilegítimos. Las leyes sálicas, que vetan el acceso de las mujeres al trono, o las semi-sálicas, como en España, que dan preferencia al varón sobre las féminas, han supuesto que se esperase el nacimiento de un nuevo vástago con una expectación rayana en la angustia.
El caso de Rumanía es paradigmático. Miguel I y la reina Ana tuvieron cinco hijas. Miguel I, temeroso de que su descendencia no continuara ostentando los derechos a la corona que él llevó, la corona de hierro de los reyes rumanos, promulgó el 30 de diciembre de 2007 unas «Leyes Fundamentales de la Familia Real de Rumanía» que pretendían sustituir y actualizar el Estatuto Real de 1884, aboliendo la ley sálica, convirtiéndola en semi-sálica e implantando la preferencia de varón, pero solo en la descendencia del propio Miguel I. La Casa Real se adaptaba así a los nuevos tiempos y a la Convención Europea de Derechos Humanos.
Convertirse en dinastía
Esto parecía solucionar el problema, porque la segunda hija del monarca, la princesa Elena, estaba casada y tenía un hijo varón, Nicolás Medforth-Mills, apto para convertirse en dinasta y continuar con la pretensión a la corona. Así, en 2010, Nicolás fue hecho por su abuelo Príncipe de Rumanía, con tratamiento de Alteza Real. Pero la situación se complicó. Para empezar, muchos consideraron que esa nueva ley sucesoria, que contravenía la vigente desde la Constitución de 1923, no era válida por no haber sido refrendada por el Parlamento, algo imposible teniendo en cuenta que Rumanía es una república.
La segunda dificultad surgió al analizar el matrimonio de la primogénita de Miguel, la princesa Margarita, casada morganáticamente con el actor y escritor Radu Duda -hecho en 1999 «príncipe de Hohenzollern-Veringen» por el príncipe Federico Guillermo, Jefe de la Casa de Hohenzollern-Sigmaringen, que es el linaje por varonía de todos los príncipes reales rumanos. Más tarde, en 2007, Radu recibió de su suegro el título de Príncipe de Rumanía. Ahora bien, muchos apuntan que la actuación de Radu Duda no ha favorecida la causa real. Un amigo rumano, Zorann Petrovici, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense, me confirma algo que para la heredera del trono de Rumanía, la princesa Margarita, ha sido un hándicap: habla rumano con un acusado acento extranjero. No olvidemos que en el período comunista se achacaba a la dinastía su procedencia y «apellido» foráneo.
Además, su marido, que habla un culto rumano, ha ido tomando un protagonismo para muchos impropio, representando a la Casa Real más que su esposa, a la que eclipsa. A nadie se le ocultan las ambiciones políticas de Radu, que anunció en abril de 2009 su candidatura a las elecciones presidenciales, aunque se retractase cuando los sondeos le daban una baja intención de voto y sobre todo cuando se dio cuenta de que ni los medios ni las élites le apoyaban. Aseguró que la monarquía no debía volver por la puerta de atrás y se retiró.
De pronto, Miguel I decidió suprimir el título y tratamiento de su nieto Nicolás. Algo, aseguran algunos, inspirado por Radu. Además, el entorno del monarca dificultó el contacto del Rey con su nieto Nicolás aduciendo una supuesta falta de principios morales del joven. Pero el 7 de noviembre de 2017, Nicolás quiso ver a su abuelo. Según la princesa Margarita, su sobrino intento violar el domicilio suizo del Rey, queriendo romper la cerradura. Según esa versión, Nicolás habría agredido física y verbalmente a tres personas. No logró entrar en la regia residencia, pero la Casa de Su Majestad interpuso una denuncia ante la Policía suiza. Le habían dicho varias veces que su abuelo rechazaba verle. Pero él no lo creía y consideraba que sí hubiera querido recibirle.
La princesa Elena, madre de Nicolás, dijo estar preocupada por la actuación de su hijo quien, según ella, no habría respetado la intimidad, el sufrimiento y la dignidad del Rey. Éste escribió a Nicolás el 4 de agosto pasado, tras su compromiso matrimonial con la periodista rumana Alina Maria Binder, manifestándole su tristeza por no haber clarificado la paternidad de su supuesta hija de dos años, Iris Anna, habida con Nicoleta Cirjan, demostrando así una falta de responsabilidad inaceptable y declarando que Nicolás carecía de las cualidades necesarias para una posición en la Casa Real. Elena considera que su hijo está equivocado, que ha despreciado a Rumanía y a los principios de la dinastía y se siente devastada. El 9 de noviembre, Nicolás, que reconoce los valores que representaba su abuelo, lamentó todas esas acusaciones que lesionan la imagen de la Casa Real, y aseguró que solo había querido ver a su abuelo para despedirse respetuosamente. Afirmó, además, que se deberían olvidar todas las ambiciones personales. Este conflicto dificulta el devenir de la Casa, máxime cuando no faltan otros pretendientes, como son Paul de Rumanía, nieto del rey Carlos II y de su morganática esposa Joana Valentina Lambrino. Pero eso es otro cantar.
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