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Cortés conquista Tenochtitlan

Tras dos meses de combates, el 13 de agosto de 1521, Cuauhtémoc, el emperador (tlatoani) mexicano, se entrega a Hernán Cortés

Mapa de Tenochtitlan, impreso en 1524 en Núremberg.
Mapa de Tenochtitlan, impreso en 1524 en Núremberg.larazon

Tras dos meses de combates, el 13 de agosto de 1521, Cuauhtémoc, el emperador (tlatoani) mexica, se entrega a Hernán Cortés

Es el último acto de la batalla por Tenochtitlan, el colosal enfrentamiento entre el Imperio mexica (o azteca) y el ejército del conquistador español, y que ha concluido con una hecatombe en la que todo un pueblo ha escogido inmolarse en la lucha antes que ceder su ciudad al invasor. Tenochtitlan era hasta ese momento una de las poblaciones más grandes y populosas del mundo conocido, seis veces el tamaño de Sevilla, que por entonces era la ciudad más rica y poblada de la Península. Para su asedio, Cortés ha reunido a 600 soldados españoles y, según sus escritos, unos 75.000 aliados locales. El extremeño cuenta con la ventaja de que los mexicas apenas tienen aliados naturales, y sí numerosos enemigos, pueblos explotados que acumulan mucho resentimiento, y que se volcaran con ferocidad en la lucha.

Tenochtitlan esta construida sobre un área lacustre, es prácticamente una isla artificial, unida a tierra mediante una serie de largas calzadas-puente. El ataque de Cortés sobreviene simultáneamente a lo largo de estas vías de comunicación, se trata de penetrar en la ciudad por varios puntos a la vez y desbordar las defensas del enemigo. Solo gracias a los bergantines, que Cortés ha construido para enseñorearse de la laguna y controlar los contragolpes de las innumerables canoas mexicas, las calzadas de acceso a la metrópoli son finalmente ocupadas y aseguradas. Tras ello, se procede al asalto de la ciudad propiamente dicha. Los primeros ataques españoles y aliados no logran sus objetivos. En la lucha, absolutamente despiadada y salvaje, los atacantes son rechazados una y otra vez. Los mexicas se defienden con una fanática resolución atrincherados en casas, barricadas y canales, unos combates en los que llevan la peor parte pero que gracias a sus nutridas filas pueden sostener sin dificultades.

Al final, uno de los príncipes locales, aliados de Cortés, le convence de que la única manera de avanzar hacia el interior de la ciudad es la de hacer uso del fuego y la azada. Al igual que las legiones romanas tuvieron que hacer contra los cartagineses durante el asedio de Cartago, los españoles proceden a prender fuego a todas las barriadas que tienen frente a ellos. Una vez tomadas, una muchedumbre de obreros armados de azadas echan abajo todas las construcciones e igualan el terreno. Cada hectárea de ciudad es así pulverizada una vez que ha sido ocupada, un espacio abierto que imposibilita cualquier ataque sorpresa del enemigo, que es una de sus tácticas más eficaces en la batalla.

Sin embargo, hay que seguir avanzando y asaltando, una tras otra, las posiciones donde se defiende un enemigo inagotable. Son más de 60 días de combate sin descanso. Al final de la batalla, rodeados en su último reducto, se hacinan 40.000 personas hambrientas, enfermas y completamente agotadas. Los mexicas, incapaces de continuar la lucha, son atacados y aniquilados por los aliados de Cortés, un cruel y sangriento epílogo de una de las batallas decisivas de la historia.

Para saber más:

«La Conquista de México»

Desperta Ferro Historia Moderna n.º 12

68 pp.

7€

ESCLAVISTAS ÁRABES EN EL ÁFRICA NEGRA

La exportación de esclavos desde África fue una actividad económica muy lucrativa durante el siglo XIX, en la que destacaron los sultanes de Zanzíbar, quienes manejaban el comercio de seres humanos en la zona central del continente y de sus circuitos hacia Sudán, Egipto, Turquía y el Oriente Medio. Los europeos que empezaron a explorar dicha región –entre ellos Livingstone y Speke– quedaron impactados por el enorme coste en vidas que se cobraban cada año las cacerías humanas. De ahí que cada vez más voces se elevaran exigiendo la creación de colonias europeas por «motivos humanitarios»: si no se ponía freno a los esclavistas árabe-swahilis, que habían ampliado su ámbito de captura hasta alcanzar Bunyoro, Buganda y, posteriormente, Darfur, Bahr el-Gazhal y Ecuatoria, era seguro que el centro del continente africano quedaría despoblado. Los árabes habían convertido buena parte del África central y de las riberas del Nilo en una enorme reserva de caza humana; se calcula que entre 1800 y 1870 más de dos millones de personas fueron vendidas y enviadas a Egipto, la península arábiga y el golfo Pérsico, aunque hay que tener en cuenta que probablemente se matara a otros tantos millones de seres humanos para «convencer» a los supervivientes a que se resignaran a su triste destino.