Televisión

«Better Call Saul»: Segundas partes sí fueron buenas

«Better Call Saul»
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Los «spin-off» no son una ciencia exacta y buena prueba de ello son los variados ejemplos que nos proporciona la historia de la ficción televisiva, en la que los aciertos son casi tantos como los proyectos fallidos. Por ello, el estreno de una de las producciones más esperadas de la pasada temporada estuvo precedido del escepticismo de los más puristas, el interés de los más osados y la expectación de cualquier amante de «Breaking Bad». Afortunadamente, la apuesta de la AMC por seguir exprimiendo un poco más las rentas de la aclamada serie protagonizada por Bryan Cranston y Aaron Paul tuvo éxito y «Better Call Saul» se convirtió en una de las series más importantes de la última temporada y de este año.

Creada por Vince Gilligan y Peter Gould –el primero, «padre»; el segundo, guionista de «Breaking Bad»– la serie derivada se centra en el personaje de Saul Goodman, el picapleitos que se ocupa de los asuntos legales, o no tanto, de la pareja de narcotraficantes. Y se remonta a los inicios de éste en el mundo del Derecho, con complicados juicios e interminables búsquedas de clientes, cuando todavía faltaban unos años para que entrase en su vida el peligroso Heisenberg.

En esa época, Goodman utiliza su nombre de pila para trabajar, Jimmy McGill. Y lejos de ser el compinche de peligrosos matones, descubrimos a un hombre inseguro y gris que decide enfocarse en las leyes para encontrar la aprobación de su idolatrado hermano Chuck. Algo para lo que también necesitará alejarse de las malas compañías y esforzarse sin descanso en su trabajo y que además de servir para hacerse un nombre en la profesión, deberá ayudarle a pagar sus facturas. Un hecho que, en lo que se refiere a los primeros pasos en la abogacía, no siempre va unido.

Poco hay del tipo charlatán y seguro de sí mismo que conocimos en la segunda temporada de «Breaking Bad», aquel que se atrevió a hacer negocios con los que ya parecían unos peligrosos traficantes de metanfetamina, Walter y Jesse. Jimmy McGill es un abogado principiante que todavía busca su lugar en el sistema judicial, ensaya sus alegatos finales en los baños del juzgado y ofrece sus servicios no a quienes acuden a él, sino a aquellos que él mismo localiza a través de las noticias. La mediocridad hecha persona, en el cuerpo de un hombre que viste trajes oscuros y desproporcionados y tiene como bien más preciado su pelo.

Todos aquellos que estaban pendientes del regreso de una historia de Gilligan a la pequeña pantalla se encontraron más que satisfechos cuando, tras diez episodios, «Better Call Saul» cerró su primera temporada de forma sobresaliente. Porque además de ser capaz de sobrevivir respetando el producto «madre», la serie cuenta una historia interesante de forma atractiva para cualquier amante de la buena televisión.

Algo que ha sido reconocido ya con siete nominaciones a los Premios Emmy, en categorías tan importantes como la de mejor drama y guión, además del reconocimiento al trabajo de Bob Odenkirk en el papel principal y Jonathan Banks como secundario en su ya mítico rol de Mike Ehrmantraut. Porque el veterano actor también ha podido desarrollar aspectos novedosos y diferentes de un personaje que se presenta como un matón, algo que, como todo el mundo, no siempre fue.

- Lo mejor

Su funcionamiento como un ente propio, que no le debe nada a «Breaking Bad» y es capaz de hacerle guiños mientras cuenta una historia sólida, oscura y llena de sorpresas. Que Jonathan Banks haya encontrado su lugar en la televisión, en la que trabaja desde los 80.

- Lo peor

El espectador más nostálgico y fanático de la historia de Jesse y Walter no podrá evitar una punzada en el corazón cuando se reencuentre en «Better Call Saul», con los paisajes, los colores y las calles propias de la serie primigenia. Pequeños inconvenientes de las buenas historias.