Historia

Historia

¿Qué misterio rodea aún hoy a «La infanta de los huesos frágiles»?

Las dudas alrededor de la muerte de María Josefa se fijan en un retrato de Goya, cuyo realismo y detalle puede contener las claves de su fin

«La familia de Carlos IV», de Goya.
«La familia de Carlos IV», de Goya.larazon

Además de ser un adefesio, tal y como Goya la retrató sin piedad pero con toda justicia en su célebre obra «La familia de Carlos IV», a la que ya aludimos en un anterior enigma, la infanta María Josefa Carmela de Borbón y Sajonia (1744-1801) –simplemente Pepa, en familia– tampoco resultó afortunada en lo que a salud y amoríos se refiere. Hija del rey Carlos III y de su única y amada esposa la reina María Amalia de Sajonia, el doctor Luis Comenge bautizó con acierto a la distinguida paciente como «la infanta de los huesos frágiles».

No es que fuera gafe, sino que a veces, al dejarla sola, «metía la pata», lesionándose hasta la rodilla. Con 48 años incluso, armó un tremendo revuelo en la Corte. El reloj marcaba las seis y media de la tarde del 13 de agosto de 1792. Una muchedumbre de palaciegos, con rameados y relucientes casacones, danzaban de un lado a otro proclamando a grito pelado la desgracia que acababa de ocurrir. Pero los fuertes chillidos de dolor expelidos por la arpía goyesca ahogaban cualquier llamada de auxilio. ¿Qué tragedia sumía de nuevo a la gran protagonista en tan terrible aflicción, tras dislocarse años atrás las muñecas?

Nada más posar uno de sus zapatos de tacón alto en el interior del calesín, disponiéndose a salir de paseo, María Josefa cayó de bruces exclamando: «¡Me he roto una pierna!». Desvanecida por el dolor, perdió por completo el conocimiento. Entre varios lacayos la transportaron sin gran esfuerzo, dada su liviana figura, hasta el lecho de su cámara. Hora y media después, avisaron al cirujano Leonardo Gallí, quien comprobó que la infanta se había fracturado transversalmente la rótula izquierda.

La propia víctima refirió luego con detalle el accidente: en el preciso instante de colocar el pie izquierdo en el estribo del coche para acceder al pesebrón, sintió un calambrazo en la misma pierna que apoyaba para alzar el otro pie, y se desplomó sentada en la caja del calesín.

A la una de la madrugada se le practicó una pequeña sangría para prevenir los efectos de la inflamación; al cabo de treinta días, la fractura se había soldado ya.

Escudriñemos de nuevo en el genial retrato goyesco: la infanta María Josefa luce, además de su fealdad notoria, la banda de la Orden de las Damas Nobles de María Luisa, así como grandes pendientes de brillantes; la pluma en su cabeza revela la influencia de Francia en la moda española, pero... ¿y el parche negro exhibido en la sien derecha?

Probable melanoma

El mismo parche negro de tacamaca que el doctor Laurens P. White, de San Francisco (California), barajó como un probable melanoma causante de la muerte de María Josefa sin que entonces, dadas las carencias de la medicina, pudiese ser diagnosticado como tal. La sorprendente revelación figura en su estudio titulado en inglés «What the Artist Sees and Paints», que la revista «Western Journal of Medicine» publicó en 1995.

Por si persistiese aún alguna duda sobre la fealdad de esta infanta, dejemos ahora a un sacerdote, más proclive en principio a la caridad que cualquier pintor laico como Goya, trazar su particular retrato de ella. Aludimos al padre jesuita Luis Coloma, que la describía así sin complejos en sus «Retratos de antaño»: «A los 29 años, su ridícula figura, pequeña, fea y contrahecha, había hecho imposible encontrarla un marido que la igualase en rango. Escudada tras su fealdad, la infanta Josefa vivió y murió soltera, sin que amigos ni enemigos turbasen la paz de su insignificancia».

Por si fuera poco, además de fea, doña María Josefa debía de ser insoportable, a juzgar por el comentario de su cuñada la reina María Luisa de Parma, a su favorito Manuel Godoy, estampado en una carta del 6 de agosto de 1800: «La tía Pepa no es suave ni temporizadora, sino un agraz»...

@JMZavalaOficial