Verde que te quiero verde

Dónde tiro esto

Un residuo mal depositado complica el procesado del resto. Es importante reciclar y saber en qué contenedor se debe hacer

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Un residuo mal depositado complica el procesado del resto. Es importante reciclar y saber en qué contenedor se debe hacer.

Uno termina de freír las patatas y la cebolla (si es «concebollista»), las escurre bien, las mezcla con el huevo y cuaja el resultado en la sartén. Ya tiene la cena preparada. A continuación recoge la cocina. Se encuentra en ese momento con el bote en el que ha vertido el aceite usado. «¿Qué hago con él?», se pregunta. Recuerda que sus padres lo tiraban por el desagüe pero hace poco leyó que no es buena idea. Y vaya si no lo es. Cada litro de aceite usado en la cocina contamina otros 1.000 de agua potable y en 2015 las cifras estimaban que 2 de cada 3 litros acababan en la red de alcantarillado. Esperemos que la actividad de concienciación haya mejorado este dato, pues suponía alrededor de 120 millones de litros cada año.

Calcular la cantidad de agua malparada produce escalofríos. ¿Cuál es la solución? Depende del lugar en el que viva cada ciudadano. Lo que es seguro es que en el «punto limpio» más cercano se pueda depositar con garantías de un procesado adecuado. Pero en determinadas localidades existen iniciativas que suman valor añadido a este residuo. Lo recogen a domicilio o en contenedores colocados especialmente y lo convierten en biodiésel o en jabón. Y muchas veces con acciones de inclusión social y laboral de por medio. Todo un círculo virtuoso.

El vidrio y el cristal, otra fuente de dudas. Lo más fácil es saber lo que se hace con las botellas y botes de cualquier color: al contenedor verde y sus tapas y tapones, mejor si los tiramos en el amarillo. Si lo que tenemos en el recogedor son los restos de un espejo roto, una bombilla, un vaso o una copa, por ejemplo, entonces la cosa cambia. El cristal contiene óxido de plomo y este no se puede fundir en los mismos hornos en los que acaba el vidrio. Lo mejor es llevarlo al punto limpio, como ocurre con el resto de los objetos nombrados y los tubos fluorescentes, por ejemplo.

Toallitas

Las toallitas pertenecen también a esa categoría de objetos supuestamente inocentes que luego causan problemas importantes. Ya sean desmaquillantes, higiénicas o de bebé, el mejor lugar para arrojarlas es el cubo de «resto de residuos», que por lo general recibe también todo lo orgánico, aunque en algunas ciudades las sobras de comida ya cuentan con contenedores exclusivos. A las toallitas se las conoce ya como «la pesadilla de los desagües» por su daño en las comunidades de vecinos,
en el alcantarillado o en las depuradoras de las ciudades. Con ellas, el atasco está asegurado y la solución resulta complicada, aunque se nos anuncien como biodegradables.

Lo cierto es que casi nadie, por mucho que lo intente, sabrá dónde arrojar todos los residuos con los que nos encontramos en un día cualquiera de nuestras vidas. Y lo mejor, como siempre, es investigar. En el «punto limpio», en páginas web como las de Ecodes o en la del Ministerio para la Transición Ecológica o en numerosos carteles y artículos divulgativos se encuentran las soluciones a la mayoría de las dudas. Optar por la más fácil, el contenedor de resto de residuos, a menudo no es la mejor.

Un frigorífico de maíz para reducir la huella de carbono

La marca sueca de electrodomésticos Electrolux ha diseñado un frigorífico en el que todas las partes de plástico procedente del petróleo han sido sustituidas por bioplásticos con origen en el maíz o la caña de azúcar. Aunque se trata aún de un prototipo, y el primero con estas características, es un paso más hacia la sostenibilidad de este tipo de aparatos, normalmente protagonizada por su mayor o menor eficiencia energética. Los materiales usados acumulan en su ciclo de vida un 80% menos de emisiones contaminantes que los plásticos utilizados hasta la fecha. Otra de sus ventajas para el medio ambiente es que se reciclan con mayor facilidad. La marca prevé, asímismo, incorporar esta novedad no solo en los aparatos en sí sino también en aquellos elementos similares que forman parte de los embalajes de frigoríficos y otros productos.

Pintar las paredes de color ecológico

750.000 toneladas. Esa es la cantidad estimada de pintura que se necesitaría para pintar todas las viviendas construidas en España. Una gran oportunidad para incorporar en nuestros hogares pinturas ecológicas, no contaminantes. La principal diferencia entre estas y las tradicionales radica en su composición, con bases vegetales de aceite de girasol, fécula de patata o incluso ceras de abejas que sustituyen a los clásicos derivados del petróleo o metales pesados. La inocuidad de estos tintes los hacen aptos para cualquier vivienda y muy útiles para casos extremos, como aquellos hogares en los que viven personas con síndrome de sensibilidad química múltiple. El respeto hacia el medio ambiente también se nota, por ejemplo, en su proceso de fabricación o en su aportación a la climatización de las casas. Algunas de estas pinturas ayudan a que las paredes donde se aplican mantengan las temperaturas constantes a pesar de los contrastes entre el interior

y el exterior.