Real(eza)
La condesa de Hohenembs o la emperatriz Isabel de Austria, Sissi
Usó este título para pasar desapercibida, igual que su marido, como se ve en las cartas que se enviaban mutuamente
Usó este título para pasar desapercibida, igual que su marido, como se ve en las cartas que se enviaban mutuamente.
Hace años, en el Hotel Beau Rivage de Ginebra, pedí ver su registro de clientes. Allí figuraba una tal Condesa de Hohenembs. Con ese nombre se alojó Sisi, la emperatriz Isabel de Austria, esposa del emperador Francisco José, antes de morir asesinada enfrente. Se conserva aún la última factura del hotel a nombre de «Mme. la Ctesse. de Hohenembs», del 10 de septiembre de 1898, así como tarjetas de visita con ese título de incógnito, uno de los propios del emperador de Austria.
La destronada reina María Sofía de las Dos Sicilias estaba a punto de dar a luz. El 7 de diciembre de 1869, para acompañarla, su hermana Sisi viajó a Roma de incógnito, como condesa de Hohenembs. Luego María Sofía compró, con ayuda de los Rothschild, un pabellón de caza en Inglaterra e invitó a Isabel a visitarla en 1874. El motivo de este primer viaje de Sisi a tierras británicas fue que su hija Valeria necesitaba tomar baños de mar, siendo la isla de Wight el lugar ideal. Para evitar problemas políticos, viajó como condesa de Hohenembs, aunque visitó a la reina Victoria en Osborne.
En 1876, en Inglaterra ofreció una fiesta de despedida cuya coronación fue la carrera de caballos por la «copa Hohenembs». En 1879, para ir a la caza del zorro a Irlanda, y el 19 de diciembre de 1892 al visitar en Mallorca al archiduque Luis Salvador de Austria-Toscana, también usó ese título. El vice-cónsul de Austria-Hungría en Palma comunicó al cónsul general en Barcelona Rudolf Ritter von Schilck: «Llegado felizmente yacht ‘‘Miramar’’; conduce condesa Hohenembs”. Y más tarde informó: «Durante su estancia en la ciudad, Su Majestad ha continuado usando su habitual incógnito que fue respetado por las autoridades y el público, y esto le permitía dar paseos a pie, sin otra compañía que la de su dama de la corte y un funcionario de este consulado real e imperial, no solo por las calles de la ciudad de Palma, sino asimismo, por los lugares más agradables de los alrededores».
Cuando quería pasear por el extranjero sin ser reconocida, se hacía sustituir por su peluquera Fanny Angerer. En 1885 mandó a Fanny a ir en una embarcación de gala por el puerto de Esmirna, recibiendo los homenajes la peluquera mientras ella visitaba de incógnito la ciudad. Ese ansia de pasar desapercibida, le llevaba a bañarse en el mar inglés, con la condesa Festetics y otra dama. Vestía, contra su costumbre, un bañador claro, para que la gente no supiera cuál de las tres era la emperatriz. Antes de su asesinato, fue a Pregny a visitar a la baronesa Julia de Rothschild, también como condesa de Hohenembs, para evitar echar leña al fuego de los conflictos antisemitas, que había provocado el proceso Dreyfus en París.
Francisco José cuidaba de la seguridad y bienestar de Isabel, respetando «su manía por el incógnito». Incluso enviaba telegramas a su esposa señalando «Del conde Hohenembs a la condesa Hohenembs». Esos viajes de incógnito dieron origen a mil suposiciones malvadas y hasta corrió la sospecha de que los aprovechaba para dar a luz clandestinamente a algún hijo. Su sobrina la condesa Larisch cuenta que la estancia de la emperatriz en Francia tuvo por finalidad dar a luz una niña que fue con el tiempo la madre de la actriz Elisa Landi.
Su carácter
Sissi era soñadora. Plasmaba sus ideas en poemas publicados mucho después de su muerte. Leía a Heine y era gran amiga de su primo Luis II de Baviera. Firmaba su correspondencia con él como «Gaviota» o «Paloma» y él se daba el nombre de «Águila». Gran amazona, sus íntimos la llamaban «Madame Orfeo» indicando que imponía su voluntad a los caballos más difíciles casi con la sola ayuda de su palabra. En su primera visita a Hungría fue apodada por los húngaros «la reina de las amazonas». Para ese pueblo de jinetes no podría haber mayor elogio. En Inglaterra la llamaban: «la reina tras la jauría». Se llevaba mal con su suegra la archiduquesa Sofía, que le puso el despectivo mote de «la pequeña pava de Baviera». Trotamundos y poco amante de la vida de la corte, buscó a su marido una amiga que le consolara de sus ausencias, Katharina Schratt.
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